Indonesia siempre ha tenido políticas matrimoniales muy estrictas. Recientemente se ha publicado que la república del sudeste asiático quiere hacer una reforma de los artículos 484 y 488 de su Código Penal, en aras de criminalizar la homosexualidad y el sexo gay. Esta propuesta es otra de sus medidas que únicamente buscan la persecución de la comunidad LGTB.
La propuesta parece estar fundada en parte por el auge del islamismo integrista y como resultado de la unión del sistema político conservador, por otra parte. De momento, esta nueva política homófoba cuenta con el apoyo de los diez partidos políticos más importantes de la república, por lo que las probabilidades de que sea rechazada son casi nulas. No solo es cuestión de política, ya que, según una amplia encuesta realizada hace poco, el 87,6% de la población indonesia considera a las personas homosexuales como ‘una amenaza social’. Hay que destacar que la inmensa mayoría de los mismos se justifican en argumentos religiosos. Por otro lado, políticos como Muslin Ayub, un diputado islamista, arrojan opiniones que van más allá, ya que proponen castigar a los gays con pena de muerte. Naciones Unidas, por otra parte, advierte a Indonesia que bajo ningún concepto se lleve a cabo esta reforma del código penal, ya que solo generará más discriminación y divisiones sociales.
Parece que el aviso de Naciones Unidas no va a llegar muy lejos, puesto que Indonesia ya prohibió el uso de aplicaciones y plataformas de citas gays, cada vez se incrementan más las redadas en lugares de reunión LGTB y la homosexualidad aparece registrada como un ‘desorden mental’ en la sanidad pública del país. Hace meses, por ejemplo, nos llegaba la noticia de dos hombres gays que fueron fustigados un total de 83 veces por mantener relaciones homosexuales, y 12 mujeres trans fueron obligadas a cortarse el pelo y vestir con ropa masculina frente a numerosos espectadores.
La nueva ley, que también criminaliza las relaciones sexuales extramatrimoniales, supondrá, a su vez, una lacra en materia de violencia de género e incluso en el caso de minorías étnicas que deseen casarse por otro tipo de ceremonias religiosas y de trabajadoras sexuales. Además, podemos vernos perjudicados nosotros como turistas, al igual que lo que les ocurrirá a los residentes extranjeros en caso de no cumplir lo que la irreflexiva legislación establezca.
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