El Orgullo de (ser amigo de) Alfonso

Nuestro socio Alfonso de Ramos –una de las personas más generosas que han pasado por nuestras vidas– falleció el pasado 11 de febrero. El Orgullo era una fecha importante para él; el orgullo mío es seguir teniéndolo en mi vida.

Alfonso de Ramos con sus queridos Chass y Nelson.
Alfonso de Ramos con sus queridos Chass y Nelson.
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

30 junio, 2025
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Llega el Orgullo en Madrid, un año más. Pero este año será distinto. Este año –y todos los que vendrán– el Orgullo va a estar huérfano para los que hacemos Shangay. Este año no estará en las calles de Madrid ‘El Orgullo de Alfonso’, nuestro querido socio que falleció el pasado 11 de febrero, un día que no olvidaremos nunca y que dejó, a ‘la familia changay’, completamente desnortada.

Alfonso de Ramos; Alfonso, abogado; Alfonso, socio… Así lo llamábamos entre nosotros para no confundirlo con Alfonso Llopart, director y fundador de esta revista hace más de treinta años junto a Roberto Sánchez. Entre ellos se llamaban «tocayo». Yo, ahora, prefiero recordarlo como Alfonso, el conciliador, pues pocas personas tan generosas a la hora de tender puentes me he encontrado en este mundo, en el que abunda tanto cretino que solo disfruta rompiéndolos. Pero, en estos días, prefiero recordarlo como el Orgullo de haber tenido, de seguir teniendo, a Alfonso.

Orgullo de amigo, sin duda alguna; pero ‘Orgullo de Alfonso’ porque si había alguien que disfrutara –y se emocionara– tanto del Orgullo, ese era él. Desde hace unos años era nuestro socio ‘en la sombra’, no porque no quisiera decirlo –presumía de ello urbi et orbe– sino porque era abogado, y nunca tuvo la menor de las veleidades de pasarse al lado del periodismo, como tampoco tuvo pretensiones de amortizar esa inversión: «He invertido en una empresa en la que nunca voy a ganar nada solo por compromiso y el placer de estar en ella con vosotros». Ese era otro Alfonso: Alfonso, el romántico generoso.

Nuestro socio, compañero y amigo Alfonso de Ramos.

Nuestro socio, compañero y amigo Alfonso de Ramos, en una fiesta de amigos en La Palma, isla en la que era feliz y a la que quería irse a teletrabajar.

Pero su pasión por estos días del Orgullo venía desde mucho antes de firmar ese papel ante notario que lo convirtió, legalmente y de hecho, en uno más los los ‘changays’. En los años en los que era todo un poco más complicado, era siempre el primero para venir a ayudarnos comiéndose el marrón de  montar la carroza bajo ese terrible sol de justicia que siempre cae en Madrid ese primer sábado de julio. Venía con bolsas, con hielo, con regalos para todos. Y con su sonrisa, que nunca perdió; Alfonso, el sonriente.

Pero también era siempre el primero en bajarse de ella cuando, por motivos de aforo teníamos que decir el siempre desagradable «no caben todos los amigos que queremos meter». Mientras otros invitados se quejaban, resulta el único que había estado montando era quien se bajaba sin chistar. Era ese el momento en que le tenía que coger del cuello para decirle, en modo drama gay, que es lo que se estila en momentos tan dramáticos como esos, con plus de tragedia con acento canario exagerado: «Te bajas de esta carroza sobre mi cadáver; si lo haces, ¡nunca más en tu vida volverás a subir!». Su respuesta, con su sonrisa: «No quiero molestar. Luego nos tomamos algo». De nuevo, Alfonso el conciliador.

Alfonso de Ramos

Alfonso, a la izquierda, en la carroza de Shangay en el Orgullo.

Este Orgullo no está Alfonso. Y no volverá a estar ningún otro. Pero siempre estará; porque mi orgullo es que mi amigo, nuestro querido Alfonso, siempre va a estar, al menos, conmigo. Mi orgullo es que de tanto que me repetía «no seas tan hater«, creo que he aprendido a dejar de serlo.

En realidad, tras su inmensa sonrisa conciliadora habitaba el Alfonso que hacía lo que quería sin consultar a nadie. Así fue hasta el final. Ese era uno de los muchos puntos en común que teníamos, aunque cada uno lo gestionaba a su manera, pues yo, la mayoría de las veces, lo hacía gruñendo. «No seas tan hater«, insistía. Y tenía razón.

Alfonso de Ramos

Con sus amigos del pádel, todos miembros de GMadrid Sports, donde él era muy activo apostando por la visibilidad LGTBIQ+ en el deporte.

Este año no iré a un Orgullo en el que –por variadas razones que no vienen absolutamente al caso en estas líneas– no me siento especialmente representado ni cómodo. Otro de los motivos es que él no está para contarle mis razones, y debatirlas, en una charla en la que él estaría sonriendo (y fumando), y yo gruñendo (y bebiendo). Todo ello para terminar cada uno haciendo lo que apeteciera, ¡como tiene que ser! Un año, esa discrepancia se saldó con un «pues voy a tu casa con mis amigos, llevamos todo, y lo hacemos allí». Fue una noche memorable, que aún se recuerda, tras levantarme de la cama a telefonazos.

No iré al Orgullo, pero él sí estará, porque nunca se irá del todo. Y yo estaré sonriendo, y haciendo lo que que me plazca, como siempre he(mos) hecho. Eso es  lo que hemos aprendido a consolidar juntos: hacer lo que nos dé la gana, hacerlo, con orgullo, y gracias a Dios, a hacerlo sonriendo como si estuviéramos en La Palma, donde tanto disfrutábamos juntos. ¡Feliz Orgullo, Alfonso!

Alfonso de Ramos

Con Chass, que se volvía loco cuando estaba con él.

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