Ilustración: Iván Soldo
Algo me hace desconfiar de las estrellas rubias impolutas que no dejan de mostrar al mundo lo maravillosamente bien que le van siempre las cosas. Taylor Swift me provoca recelo, por mucho que dé la imagen de simpatiquísima, superamiga de sus amigas y muy centrada. No dudo en absoluto que sea todas esas cosas y, desde luego, viendo cómo le ha ido 2015, está claro que se lo ha currado.
Acaba de celebrar su 26 cumpleaños, junto al novio que muchas de sus amigas artistas querrían tener –Calvin Harris–, y con 7 nominaciones a los Grammy bajo el árbol de Navidad. También ha colocado varias de sus fotos en el top 10 de imágenes más celebradas en Instagram este año, un dato que se valora mucho es estas estrellas pop multimedia de hoy día. ¿Qué vienen a celebrar tantos likes y comentarios? Que hay mucha gente en el mundo que la envidia.
También hay muchos que se le arriman. Parece que no hay tantos artistas que opinen como Camille Paglia, la feminista que no ha dudado en tacharla de “Barbie nazi repulsiva”, porque considera que proyecta una imagen retrógrada de la mujer. El mismísimo Kendrick Lamar, el artista más laureado del año –sí, más que Taylor, y merecidamente–, aceptó grabar con ella Bad Blood –nominada a un Grammy, claro–. Y la flor y nata del pop mundial ha ido desfilando por su 1989 World Tour, del que ahora se lanza una grabación que recoge su concierto en Sydney del pasado 28 de noviembre. Algunos de esos nombres, como Justin Timberlake –nombrado el papá más sexy del año–, aparecen en dicho show (suerte que Swift no le pidió a JT ayuda con su modelito, como en su día hizo Janet Jackson…).
La publicación de este directo es la guinda a un año en que su álbum 1989 no ha desaparecido ni una semana del top 10 estadounidense de ventas, que se dice pronto. Mientras, la morena Carly Rae Jepsen se ha comido los mocos con Emotion, un disco también de inspiración ochentera infinitamente mejor que el de Taylor. Quizá la rubia megaestrella ni se haya enterado de su existencia. Y casi mejor, porque es capaz de comprarle los derechos para que no le haga sombra, igual que se ha pasado el año registrando frases de sus canciones, como si nunca antes nadie las hubiese pronunciado. Cuentan que ahora quiere registrar también ‘1989’, como si el año pudiese convertirse en su propiedad. Le pediremos un poco de perspectiva a los Reyes en 2016 para Taylor. Y por favor, no lo conviertas en marca registrada antes de que lo vivamos el resto de mortales.