Son muchas las personas que se hacen la pregunta de por qué en el Teatro Real las óperas con segundos repartos tienen el mismo precio que las del primero. El argumento del coliseo es que no hay segundos o terceros repartos, sino varios repartos para un mismo título. Algo que no deja de ser cierto –muchas de las voces más potentes de esta temporada que ahora empieza no están en la función de estreno–, como tampoco deja de ser cierto que muchas veces los segundos o terceros repartos quedan silenciados salvo en la prensa muy especializada, pues la generalista solo cubre la noche del estreno. En este caso, el segundo de los repartos de Don Carlo tiene a una Ainhoa Arteta en plenitud, imponente. Y es de justicia resaltarlo en titular.
Tal y como dijimos en la crítica del estreno, los duendes de la ópera no estuvieron en el Real la noche de la première [puedes leer la crítica aquí]. En el segundo reparto –o segundo de los repartos– sí que vinieron a la plaza de Oriente de Madrid. Andrea Carè como Don Carlo; Michele Pertusi, Filippo II; Silvia Tro Santafé, princesa de Éboli, y Simone Piazzola como Rodrigo forman un conjunto de voces, homogéneo y compacto, unidos por una Ainhoa Arteta (Elisabetta) que realmente se convierte no solo en la reina de España, sino en la reina de la función.
No es Don Carlo una ópera fácil de cantar. Y la afición que muchos tenemos a tirar de grabaciones históricas no ayuda en absoluto. Pero lo cierto es que aunque el primero de los repartos estaba lleno de voces espléndidas (Dmitry Belosselskiy como Filippo II o Maria Agresta como Elisabetta, por poner dos ejemplos) hubo algo que hizo que no funcionase la química que sí saltó en este segundo, en el que también es cierto que hay ciertas desigualdades, aunque sonó mucho más cohesionado. Aún queda un tercero en el que Juan Jesús Rodríguez promete ser un Rodrigo de antología. Ya lo fue en el Don Carlos (en versión francesa) de Bilbao, en la temporada de la ABAO en 2015.
Ainhoa debutó en el rol de Elisabetta en la Ópera de Oviedo en 2013. El Campoamor es un teatro que le sienta bien a la soprano guipuzcoana. Como también le sienta bien el Real. Lo demostró en su Donna Elvira del espantoso Don Giovanni de 2013: “Ainhoa Arteta rescata in extremis a Don Giovanni”, tituló un periódico. En esta ocasión, vuelve a ser una especie de debut, pues nunca había cantado la versión completa con el acto de Fontainebleau. Y, además, en una producción mucho más potente y con mayor repercusión. El éxito, en su segunda función, fue apoteósico.
Independientemente de que no haya primeros y segundos repartos (o terceros), lo cierto es que Arteta merecía haber estado en la première que, además, era puesta de largo de la temporada. El Real inauguró su nueva temporada con una producción alquilada de la Oper Frankfurt de esta ópera sobre el rey Felipe II de España y su hijo, el infante don Carlos. Ainhoa Arteta es una Isabel de Valois soberbia, que deja su Francia natal para instalarse en Yuste y El Escorial. Ella es quien se lleva las ovaciones que no se escucharon la noche del estreno. La ópera es así. Impredecible e imprevisible. ¿O no?