Se pone ante la cámara y parece que todo se detiene. Y todos los demás, salvo el fotógrafo, dejan lo que estén haciendo para admirarla. El de Najwa Nimri es un magnetismo que atrapa. Y ella disfruta mientras se deja querer por la cámara. “Me gusta jugar en todo lo que hago, también en las sesiones de fotos. Y poner caras perturbadas, hay un resorte en mí que busca caer todavía peor, no lo puedo evitar”, afirma con una sonrisa pícara. “Soy una rebelde sin ninguna causa. Me gustaría querer salir guapa, es una putada. Cuando veíamos una de estas fotos, me he dado cuenta de que me estaba fijando más en el movimiento de la ropa que en mi cara. ¡Y cuando he visto mi cara…!”. Para Najwa es más importante que un reportaje como el que ilustra esta entrevista sirva como prueba de que todo lo que hace se lo toma muy en serio. “Hay algo que estás dando que va más allá de la imagen, tiene que ver con tu espíritu”. Para ella es fundamental mostrar en parte el suyo, que sin duda resulta inconfundible. “Ahora vemos a muchos replicantes replicando a la perfección cualquier cosa, pero gente con alma hay muy poca”. Lo que tiene claro es que todo lo que hace siempre tiene que estar justificado: “Si estoy a gusto y me apetece, lo hago; si no, no”.
Tiene muy claro que se plantea sus coqueteos con la moda como un simple juego. “Al que cada vez juego menos, por no decir nada. En este juego mi asignatura pendiente son los vestidos palabra de honor, alguna vez me encantaría ponerme uno, o vestirme de princesa, princesa”. Es evidente que ella siempre ha tirado por otro lado. “Lo importante es saber las prendas que te hacen sentir cómoda, y tiras por ahí. Tu vestuario se empieza a convertir en cinco o seis looks (al menos es lo que me ha pasado a mí) como el de camisa y pantalón de azul marino o negro, siempre los mismos, en invierno con abrigo encima, en verano sin él. Y la gorra nunca me la quito, Alba Flores me dice siempre que si nací con ella… Así puedo viajar siempre con una maleta muy pequeña. Llegar a esa simplicidad en la que eres propietaria de tu outfit y los demás te identifican como eres es complicado…, a mí me ha costado una vida”.
“No tengo que hablar de feminismo porque todos los día de mi vida lo hago real”
A día de hoy, se la reconoce a primera vista, obvio. Ha sabido forjarse una imagen muy personal, que conecta con su manera de entender el mundo, no solo la moda. “Para mí, la libertad está en la androginia”, afirma. “Si me tuviera que identificar con algo demasiado masculino o femenino, me sentiría una esclava. Prefiero esa fina línea en la que el género deja de ser lo más importante”. En esta ocasión, ha tenido una nueva oportunidad de explotar esa androginia que es parte indisociable de su look y su personalidad. “Es algo que tengo presente desde los diecinueve años, no es algo a lo que haya jugado”. Y deja claro que no le atraen nada los hombres que recurren a los juegos de poder. “Con esos me pico, y les planteo un pulso. No para follármelos, sino para ganar”. Igual que no se plantea la androginia como algo a lo que jugar, también afirma que el feminismo lo lleva en los genes. “No tengo que hablar de él porque todos los día de mi vida lo hago real. Me lo he peleado a la hora de producir, a la hora de crear mis personajes, a la hora de los desnudos… Es algo que hay que hacer, día a día, no decir… Aunque es genial hablarlo también, OK, porque así vemos ahora que la corriente va en esa dirección, y eso está muy bien”.
Lógicamente, no cree que pierda feminidad por actuar así. “Todo lo femenino empodera, pero utilizarlo para conseguir más poder es utilizar las mismas armas que los hombres. Si vas de puta, luego te hacen pagar, es mejor utilizar la cabeza en busca del empate técnico”. No evita la reciente polémica surgida en torno al poderoso productor estadounidense Harvey Weinstein, presunto acosador de actrices durante toda su carrera. “El día que te dice que subas al cuarto para hablar con él, a poder ser no subas…”. Desde muy joven le gustaba hacer surf y el skate, y dice que entonces no era tan habitual que las mujeres se interesaran por ese tipo de actividades. Según ella, ser del norte –nació en Pamplona– tuvo mucho que ver en ese –supuesto– desafío a la feminidad tradicional. “Se podían esquivar más fácilmente los roles de género establecidos, a través incluso de lo corporal”. Y es algo que ha marcado también el tipo de hombre por el que se siente atraída. “Me gustan a los que les atraen las mujeres fuertes. Si quisiera gustar a todos, tendría un problema… Al final, todo me parece bien si se juega a lo mismo, tanto si te atrae un polo opuesto como si te atrae alguien de tu mismo sexo. Lo que hay que intentar es elegir la opción y el rol que te resulten más divertidos”.
“Me gusta esa fina línea en la que el género deja de ser lo más importante”
Está en racha, y en todos los medios que toca. Tiene pendiente de estreno Quién te cantará, la esperadísima tercera película de Carlos Vermut; está rodando El árbol de la sangre, que supone su reencuentro con Julio Medem; en breve comienza a grabar la tercera temporada de la exitosa serie Vis a vis; y también pronto retomará el musical Drac Pack, que ella misma ideó y que ha protagonizado con éxito. Hiperactiva como la que más. O no, porque puntualiza. “No es que sea hiperactiva, es que tengo más energía que otra gente, y puedo hacer muchas cosas a la vez. Ya me lo decían de pequeña, así que nunca lo he visto como un defecto, como hacen algunos, sino como un don”. Mientras sienta que puede con todo, continuará así. Aunque reconoce que desde hace dos años empieza a pensar en ese día en que no tenga tanta energía. “Fue a raíz de morir mi padre. Ahí es cuando creces, empiezas otra etapa”. Igual que dice no ser nerviosa, tampoco se definiría como una persona positiva. “Soy vital, estoy conectada a la vida, pero ‘ilusión tolai’ no tengo, no pienso que todo sea maravilloso. Porque estamos rodeados de hijos de puta, cada día tengo menos confianza en el ser humano. Y no tiene que ver solamente con la política o el medio ambiente”.
Otro tópico que no encaja con esta artista singular: afirma que nunca se ha movido por ambición. “Tengo la ambición menos dirigida del planeta”, afirma. “No estoy entrenada para ello, ni he pensado nunca en lo que tendría que hacer para llegar a no sé dónde. Lo que tengo es un compromiso conmigo misma implacable”. E inalterable. “Es el mismo en todas las rachas, cuando estoy en la cresta de la ola y cuando no. Cuando bebes champán y cuando no. ¿Que otra vez le molo a todo el mundo? Guay. ¿Que no le molo a nadie? Pues nada. Cuando viene una etapa buena, bien; y cuando es mala, no la veo así, no soy consciente”. El –primer– éxito lo vivió muy joven, con 23 años, cuando protagonizó Salto al vacío, de Daniel Calparsoro, y no guarda buen recuerdo de aquel boom, ni mucho menos. “No lo disfruté nada. Nada. Solo por el dinero. Y me lo gasté. Si lo llego a saber ahorro, tío”.
Vuelve a vivir una época de bonanza, pero se la toma de una manera muy distinta. Es lo que tiene estar cerca de cumplir los 46, tener un hijo de 13 y otra visión de la vida. “Ahora lo que me gusta es que nos vayamos toda la familia a algún lado juntos, ya he organizado la Navidad…, este tipo de vainas. Y viene una chica a limpiar, que antes no tenía. Pero ropa hace mogollón que no compro; zapatos, tampoco; cosméticos, algunos; a la peluquería no voy… Estoy yendo hacia una simplicidad muy loca. Porque, además, si tú estás en racha pero los demás no, como pasa ahora, tampoco la disfrutas”. Asegura que le llega a dar vergüenza ajena ver lo que suben algunos famosos a sus cuentas de Instagram, cuando presumen de sus lujosas vidas o de viajes en jets privados y similares. “Posar en una alfombra roja no significa que te vaya bien, la mayoría tienen grandes desgracias en casa… ¡y lloran lágrimas de cocodrilo! Pero claro, hay que seguir alimentando esa ‘ilusión tolai’ de la que te hablaba”.
“Soy una rebelde sin ninguna causa”
Najwa no quiere alimentar ninguna fantasía impostada con lo que hace, prefiere vivir su realidad y compartir la de quienes le rodean. Pero no puede, ni quiere, negar el buen momento profesional que vive. La principal razón de esta etapa tan fructífera tiene nombre propio: Zulema, el malvado personaje que interpreta en la serie Vis a vis. “Llegó en el momento menos esperado. Llevaba casi seis años haciendo música exclusivamente. Vivía en Aravaca sola con mi hijo, retirada de todo. Ni siquiera imaginaba una vuelta así, porque ni era consciente de que se habían olvidado de mí…”. Empezó a percatarse de que quizá no estaba muy presente en la industria cuando el dinero comenzó a escasear, cuando se dio cuenta de que pagaba líneas ADSL de distintas casa en las que había vivido y que no se había preocupado de cancelar… Confiesa que lo pasó mal. “Había estado veinte años de mi vida ‘a tope con la COPE’, y me di cuenta de que o maduraba o palmaba con todo”. No esperaba nada de su participación en Vis a vis, “en todo caso, que me tiraran piedras”, y la repercusión que comenzó a tener, sobre todo en un público muy joven, la pilló totalmente desprevenida. “Zulema es un hit. Toda una generación que me ha conocido con ella no sabía nada de mi carrera, le daba igual quién era Najwa. Pero a través de un personaje de ficción, de mi curro, hemos logrado conectar, y eso es lo más”. En breve comenzará la grabación de la tercera temporada de Vis a vis, que estrenará Fox. “Creo que soy la que más ganas tiene de volver, porque me lo he pasado tan bien con esa pobre mujer que lo único que busca es sobrevivir y salir de esa cárcel… Es un juego: me pongo la peluca, lentillas verdes… ¡y a hacer el mal! La libertad se ha convertido en una perversión para ella. Interpretarla es algo divertidísimo; me lo paso bien hasta cuando lo paso mal”. Se siente como Rambo, dice. “Que a los 46 pueda seguir interpretando un personaje tan masculino, tan chungo, es total. Tengo ganas de volver a él cuando termine de rodar la fábula de Medem”.
Tiene mucho por lo que esperar con ganas que llegue 2018. Será cuando se estrenen Quién te cantará, de Carlos Vermut, y El árbol de la sangre, que está rodando en estos momentos con Julio Medem. De la primera –en donde interpreta a una famosa cantante retirada que sufre un accidente y pierde la memoria justo cuando preparaba su vuelta a los escenarios, y que se ayudará de una imitadora desconocida para intentar volver a ser lo que fue– dice: “Ha sido una de experiencias más heavies de mi vida”. Y Najwa utiliza siempre ‘heavy’ en positivo. “Fue difícil. Mucho. Me exigió un nivel de concentración del cien por mil, y mucha templanza. No sé cuál será el resultado, ni me importa, Carlos lo sabe. Es un tío con una visión clarísima, trabajar con directores así es un regalo”. Recuerda una anécdota del primer día de rodaje que ya le indicó por dónde irían los tiros. “Llegué a probarme las pelucas que me habían hecho, que habían costado un dineral y con las que estaba superguapa. Carlos me ve y dice ‘no, no, sacad la peluca esa del chino que había por ahí’. Me la pone, me la empieza a tirar para atrás, dejando la frente al aire, me corta el flequillo, me arregla las cejas y dice ‘Ya tengo a mi Frankenstein’… Yo empecé a llorar. Ahí vi que íbamos hacia la línea dura, la que da más miedo”. Según lo dice, se arranca por Mala Rodríguez: “Aquí pa tocar no hacen falta deos…”, como para despresurizar el recuerdo. Avanza, en exclusiva, que la película trata una cuestión que, obviamente, le interesa, como ya ha dejado claro: difuminar los roles de género tradicionales. “Porque en la película se habla de algo que va más allá de la androginia o la transmutación, de apoderarte del que tienes enfrente. Ahí ya no existe sexo definido, ni masculino ni femenino, ya no hay límites. Es una película que habla, básicamente, de la identidad”.
“No soy hiperactiva, es que tengo más energía que otra gente”
De nuevo trabaja con otro director con visión, de los que a ella le gustan, Julio Medem. Tras Los amantes del círculo polar o Lucía y el sexo, se ha embarcado en El árbol de la sangre, junto a Úrsula Corberó, Álvaro Cervantes y Daniel Grao. En esta ocasión interpreta a una esquizofrénica que sufre un brote a raíz de una realidad que es incapaz de asumir. La colaboración con Medem está siendo muy distinta a la vivida con Vermut. “Porque controlo su código, bailo al son que él quiere y no hace falta ni que me hable, conozco las claves que maneja”. También recuperará en unos meses el musical vampírico Drac Pack, que en su primera temporada coprotagonizó con Alba Flores, Anna Castillo y Kimberley Tell. “Vamos a volver a la Gran Vía”, adelanta. “Pero con un elenco nuevo, porque lo que quiero es dirigir. Si estuve dando la cara al principio fue por las circunstancias, pero lo que me apetece es verlo y controlarlo desde detrás”.
Hace dos años publicó su último disco, junto a Carlos Jean, Bonzo, cuando el proyecto Najwajean está a punto de cumplir dos décadas de vida. Su último álbum en solitario, Rat Race, vio la luz en 2014. ¿Tiene tiempo también Najwa de ir pensando en uno nuevo? La respuesta es sí. “Estoy componiendo como loca. Será en castellano. Tengo muchas ganas de tocar. Porque cuando estás mucho tiempo rodando, te apetece que llegue un momento en que nadie te mande nada…”. De momento toca seguir rodando un tiempo, así que sigue en modo responsable. “Porque soy una actriz muy obediente, siempre voy con los deberes hechos. Así que después quiero furgoneta, hacer un poco de ruido y cantar lo que me pida el cuerpo… Si no peto antes, iré a saco a por ello”.