Es técnico de emergencias del SUMMA 112. De los que solo hacen guardias de noche y los festivos durante 24 horas. Pero su otra pasión es el teatro, la danza (especialmente barroca) y la música. Por eso ha decidido juntar sus dos vocaciones en el sitio donde ahora es más necesario, el inmenso hospital que se ha montado en Ifema debido a la crisis sanitaria del coronavirus. Allí, Alberto Arcos acompaña a los enfermos ejerciendo sus dos profesiones, haciendo las dos cosas que mejor sabe hacer.
Trabajó durante nueve años en una UVI móvil, asistiendo (eufemismo de recogiendo) a personas que fallecían en la calle. Eso le ha hecho conocer el horror en primera persona. En la actualidad, su centro normal de trabajo es un SUAP (Servicio de Urgencias de Atención Primaria). El suyo, en concreto, se llama Federica Monseny, y está en Vallecas.
Pero este trabajo lo compagina con sus espectáculos teatrales, como Alarde de tonadilla, una reivindicación del mundo de la copla (con un toque travesti) creada por Hugo Pérez de la Pica que estuvo nominada a dos premios Max.
Alberto ha salido estos días en casi todas las televisiones, desde Viva la vida hasta los informativos de mediodía. Se han fijado en él porque la misión que se ha impuesto consiste en –además de ejercer sus funciones de sanitario– ser un puente entre los familiares que no pueden contactar con sus enfermos, para lo cual utiliza las redes sociales. Y también en entretenerlos con alguna que otra actuación, broma o un toque de humor que les ayude a levantar el ánimo. Que para eso es titiritero.
Ha estudiado danza en París, Londres, Nueva York y Madrid. Estuvo muchos años haciendo El conciertazo junto a Fernando Argenta, un programa mítico de la televisión española que acercaba la música clásica a todos los públicos. También formó parte de la icónica serie UPA Dance. Especialista en danza barroca, Alberto ha participado en infinidad de montajes de ópera y zarzuela en teatros de Francia (obras como Aída o La Traviata) y en teatros como el Real de Madrid (Don Carlo o Luisa Miller) o el Campoamor de Oviedo (Un ballo in maschera).
Sabe cómo conectar con la gente, de eso no hay duda. Tablas le sobran. Ahora el hospital de Ifema se ha convertido en el más importante escenario que nunca haya pisado. Ni como actor, ni como bailarín, ni como sanitario. Quizá por eso tantas televisiones han enfocado las cámaras hacia él estos días.