‘Aida’ vuelve a Egipto (y las pirámides regresan al Teatro Real)

Fotos: Javier del Real Hay óperas que no son muy dadas a las interpretaciones y a ser sacadas de contexto. Aida es una de ellas. En el XX aniversario de su reapertura, el Real tira de fondo de armario y recupera una de sus producciones más emblemáticas con este espectacular montaje de Hugo de Ana, […]

Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

14 marzo, 2018
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‘Aida’ vuelve a Egipto (y las pirámides regresan al Teatro Real)
Fotos: Javier del Real

Hay óperas que no son muy dadas a las interpretaciones y a ser sacadas de contexto. Aida es una de ellas. En el XX aniversario de su reapertura, el Real tira de fondo de armario y recupera una de sus producciones más emblemáticas con este espectacular montaje de Hugo de Ana, que en su momento fascinó y que, ahora, parece que es recibido por los ‘gourmets de la ópera’ con cierta distancia, por no decir desprecio.

Lo que hace que un teatro tenga historia es precisamente eso, que pueda recuperar sus producciones más importantes. Matabosch, director artístico del Real, hizo lo mismo con una maravillosa e histórica Aída con telones pintados por Mestres Cabanes cuando estaba al frente del Liceo y se montó el mismo conflicto en la prensa: ¿tradición o vanguardia? Una discusión absurda y vacía. La ‘esnobada’ de renunciar a la tradición es directamente proporcional a la ‘catetada’ de no querer que el género se renueve. La Aida de Cabanes es, simplemente, maravillosa; y esta que ahora vuelve al Real regresa, también, al Egipto faraónico con pirámides de cartón piedra y con una escenografía ‘a lo grande’, como se estilaba en los finales de los ochenta en aquellas legendarias producciones del MET, y que a España no pudieron llegar hasta que el coliseo de la Plaza de Oriente se reabrió para la ópera en 1996, pues no había escenario en nuestro país en el que cupieran. Hoy ese montaje se recupera, precisamente para ello, para celebrar esos veinte años que hace que la ópera volvió a su sede en Madrid. De seguir así, Matabosch puede pasar al libro de los récords como el gestor que más Aidas ha recuperado en la historia. Bravo por él.

 


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Esta que nos ocupa es una más que sólida puesta en escena en la que ocurre todo lo que tiene que ocurrir en Aida: pirámides, tumbas, desiertos… y el mejor escenario para la que marcha triunfal de Verdi suene así, triunfal. Pero también para que el Verdi más sutil suene intimista y delicado donde corresponde. Y para dar rienda suelta las pasiones desatadas de amores y celos del libreto. Adaptada a los tiempos actuales con técnicas de mapping que en su momento no existían, son precisamente esas proyecciones, quizás, el único lastre a una puesta en escena ‘de otra época’ que debe ser mirada así. Como los grandes montajes de Tosca que Zeffirelli hacía para el MET o los principales teatros del mundo (y que tanto nos gustaban).

 

‘Aida’ vuelve a Egipto (y las pirámides regresan al Teatro Real)

A nivel musical, para esta reposición el Real ha contado con tres repartos de campanillas. El que nos ocupa, el segundo, es rotundo. Los roles femeninos principales, el de Amneris, la hija del rey enamorada de Radamès, es defendido de manera magistral por Ekaterina Semenchuck (en otros repartos Violeta Urmana, Daniela Barcellona o Marina Prudenskaya) y el de la esclava etíope –que da título a la obra y que se enfrenta a su ‘dueña’ al amar al mismo hombre– por Anna Pirozzi. Sus dúos alcanzan momentos maravillosos. El Radamès de Alfred Kim arrancó tímido con su Celeste Aida, pero remontó pronto el vuelo, y el rey de Soloman Howard presumió de voz y, por poner un punto frívolo a esta crónica, de un cuerpazo inusual para un cantante de ópera. El coro titular de la casa, dirigido por Andrés Maperó, como suele ser habitual, soberbio, y el maestro Luisotti sacó el mejor Verdi de la Sinfónica de Madrid (orquesta titular del teatro).

 


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Una función de esas que gustan ver y, sobre todo, escuchar. Especialmente cuando está, como aquí, bien cantada. Para que un teatro tenga futuro, a veces hay que sacar pecho y presumir del pasado. Todos los grandes lo hacen, y nosotros parecemos acomplejados. Es como estas niñas pijas que presumen de ponerse en las fiestas un “Balenciaga de mamá”. Son cosas que están por encima de las modas. El Real tiene un fondo de armario que debería orear más. ¿Quizá aquel maravilloso Don Carlo de Giancarlo del Monaco?

 

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