Homofobia en la Iglesia católica española (una vez más)

La jerarquía de la Iglesia católica nos ha vuelto a atacar. La homofobia es algo que está metido en el ADN de ciertas personas de la Iglesia y parece que no hay forma de erradicarla.

Homofobia en la Iglesia católica española (una vez más)
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

25 noviembre, 2018
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En los últimos días hemos visto cómo, de nuevo, la jerarquía de la Iglesia católica nos ha vuelto a atacar. La homofobia es algo que está metido en el ADN de ciertas personas de la Iglesia, y parece que no hay forma de erradicarla.

Cuando parece que hasta el propio Papa Francisco intenta marcar una nueva línea tras su famoso «¿Quién soy yo para juzgar a un gay?», sus propios ‘subordinados’ son los encargados de llevarle la contraria.

Esta semana la comenzamos viendo cómo el obispado de Madrid apartó a dos sacerdotes de su diócesis por haber organizado una vigilia LGTBI junto a Crismhom, un grupo de cristianos LGTBI (no solo católicos, pues es una asociación ecuménica). Todo ello alentado por alguna web ultrarradical, que parece tener más poder que el mismo arzobispo de Madrid, que supuestamente está en contra. Y terminamos la semana con la increíble noticia de que el nuevo portavoz de los obispos considera que para entrar en los seminarios hay que ser «varón, por tanto heterosexual«.

Ante tanto despropósito, lo mejor es reproducir textualmente este texto, en el que el sacerdote jesuita José María Rodríguez Olaizola vuelve a proponer otra mirada. Mucho más sensata, y desde dentro de la Iglesia.

Reconforta ver que dentro la institución hay personas serenas que rebaten estos despropósitos. Y que lo hacen de una forma sosegada, sin esconderse, y dejando sin argumentos a estos descerebrados que, tras encender el fuego, tienen que terminar rectificando y pidiendo perdón.

Reproducimos el texto íntegro de Olaizola:

Ayer publiqué un tuit. Una sola frase: “Basta de homofobia en la Iglesia”. Inmediatamente me encontré con un montón de respuestas. Algunas, positivas. Otras, bastantes, negativas. Entre las negativas, algunas respetuosas con la persona, pero que discutían mi afirmación. “En la Iglesia no hay homofobia” -decían unos-. Otros cuestionaban que cómo un sacerdote podía afirmar algo así de la Santa Madre Iglesia. ¿Acaso soy un hereje, un tirabombas, un apóstata encubierto? (sí, de todo esto he leído). Luego, también alguno preguntaba, ¿es que acaso hablo por mí mismo? Había insultos también, aunque en esto, como siempre hago ante las faltas de respeto personales, prefiero silenciar y bloquear. Algunos me urgían a releer el catecismo. Otros decían que la Iglesia es la que atiende a los enfermos de SIDA -gracias por la aclaración, yo mismo estuve varios años en un piso de Caritas, haciendo varias noches a la semana y acompañando a personas con HIV en los años 90, cuando la Iglesia era la única institución que se volcaba con las personas enfermas-. (Por cierto, el SIDA no es patrimonio de las personas homosexuales).

Todo eso lo sé. Y amo a la Iglesia, de la que me siento parte. Y me alegran pasos que se van dando, una mayor sensibilidad, y afirmaciones como la del último Sínodo de los Jóvenes, que en el documento final insiste en que “Dios ama a cada persona, y así lo hace la Iglesia, renovando su compromiso contra toda discriminación y violencia por motivos sexuales”. Pero en la iglesia hay homofobia. Esto no es lo mismo que decir que en la Iglesia solo hay homofobia. Porque, efectivamente, en la Iglesia también hay acogida, y respeto. Hay personas, instituciones, y grupos que acogen. Pero, desgraciadamente, hay personas que rechazan y discriminan. En una institución plural como esta, hay personas que manifiestan hacia las personas homosexuales actitudes hostiles e insultantes, a veces sin ni siquiera darse cuenta.

Alguien me preguntaba: “¿Podrías definir homofobia?” Para definirlo no hay más que leer algunas de las respuestas que recibí. Hay quien ha aprovechado para establecer paralelismos, comparando la homosexualidad con el asesinato o con el robo. También hay quien ha vuelto al atrasado argumento de que homosexualidad es igual a enfermedad. Y, por supuesto, están todos los que inmediatamente vinculan homosexual con pedófilo ¿Y todavía me discuten que hay homofobia dentro de la Iglesia? Sí, desgraciadamente, hay muchos cristianos que no respetan a las personas homosexuales. Los mismos que exigen celibato de por vida para las personas de orientación homosexual, afirman sin ningún rubor que los homosexuales no pueden ser considerados para el sacerdocio porque no son capaces de una vida célibe. ¿En serio? ¿No ven cierta contradicción entre ambas exigencias?

Honestamente, sé que las polémicas pueden ser ocasión para los insultos. Pero también pueden ser ocasión para la reflexión sosegada desde el respeto. Para seguir buscando, en Jesús y su Palabra, lo que más nos pueda ayudar a comprender el mundo en el que vivimos y a tratarnos desde el amor radical e incondicional que está en el corazón del evangelio. En ello estamos. Y aunque a veces uno tendría la tentación de callar y no meterse en líos, seguimos a un Maestro que no tuvo miedo a alzar la voz.

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