A sus 22 años, el estadounidense de origen mexicano Omar Apollo –Velasco para la familia– no para de descubrir las bondades que trae consigo que su música esté siendo celebrada a nivel mundial de un modo que casi le sobrepasa.
Lo descubrimos en su reciente gira española, cuando nos citamos con él en los camerinos de la sala El Sol de Madrid. Allí descubre Omar, de primeras, lo rica que está la empanada de carne. Llega hambriento de su concierto la noche anterior en Barcelona, y no se resiste a comerla antes de comenzar a hablar. Es extraordinariamente alto, y guapo. Aparentemente tímido, aunque deja de parecerlo en cuanto se suelta. Y prefiere que la entrevista se desarrolle en inglés, porque asegura que en español no es todo lo fluido que le gustaría a la hora de explicarse.
“Harto del racismo que sufría, la música se convirtió en mi herramienta para salir adelante”
Su último EP –segundo de su carrera– es Friends, y ve ahora la luz en formato físico, en vinilo. Es un perfecto ejemplo de ese estilo de Omar Apollo que tanto está llamando la atención: su combinación de r’n’b, soul –en ocasiones retro, en otras, neosoul–, funk y dream pop atrapa, y su fotogenia y estilo en los videoclips y conciertos, también. Omar no termina de creerse todo lo que le está pasando. “Es rarísimo ver que lo que hago despierta tanto interés”, asegura. “Es raro en el buen sentido de la palabra, claro, estoy encantado… ¡Qué buena la empanada!”.
Para alguien como Apollo, que se sintió raro y discriminado en su adolescencia por el hecho de sus orígenes, la aceptación que vive ahora es importante. “La música se convirtió en mi principal motivación. A los 17 me di cuenta de que la música iba a ser mi herramienta básica para salir adelante. Estaba harto del racismo que tanto mis padres como yo habíamos sufrido hasta entonces”, confiesa. “Hasta entonces, cada vez que me pasaba algo desagradable solo lo compartía con ellos. Lo mismo me paraban policías sin razón por la calle que profesores en el instituto me insultaban. A los 14, uno me preguntó de repente: “¿No serás camello?”. Otro me dijo una vez: “Vives en Estados Unidos, aquí no debes hablar español”. Suerte que esos episodios no mermaron su autoestima. “Estoy orgulloso de mis orígenes y de quien soy”, afirma.
La música sigue siendo su principal vía de escape a día de hoy. “Hay quien bebe o fuma para evadirse, yo recurro siempre a la música, sea escuchándola, tocando o componiendo”. Es un completo autodidacta, y todavía siente que le queda mucho por aprender. “Mis amigos me decían que lo hacía fatal. Así que empecé a ver tutoriales en YouTube, y así aprendí…”, confiesa entre risas, a la vez que pasa de la empanada a las cerezas.
Su primer ídolo, cuando aún no había cumplido ni los 12, era Chris Brown. Después se obsesionó con Alicia Keys, y algo más tarde con Justin Bieber (“me sigue pareciendo muy cool, aunque si alguien me pilla escuchándolo me da reparo”). El soul y el r’n’b se convirtieron en los géneros que más le engancharon, a la vez que en casa le ponían mucha música mexicana (“se me pone la piel de gallina cuando escucho mariachis”). Pero la música en inglés le entraba mejor, porque nunca ha sido 100% fluido en español.
“Aprendí a cantar viendo tutoriales en YouTube”
Creció en South Haven, Indiana, y cuenta que ahora que visita a la familia poquísimo echa aquello mucho de menos, por muy mal que pudiera pasarlo en algunos momentos. En cuanto puede se escapa, aunque en estos momentos le es imposible. Además, se mudó en enero a Los Ángeles, porque le parece más sencillo centralizar su carrera allí. Tampoco es que pise mucho su casa californiana, porque está centradísimo en su gira mundial, y en esa idea que le obsesiona de ser cada vez mejor artista. “Es que soy como un bebé, no sé nada todavía. Por eso estoy pensando ya en un álbum en que aún no he empezado a trabajar, pero que sé que será buenísimo. Ahora mismo siento que no me merezco ningún respeto. Una vez lance ese disco, ya será otra cosa”, anticipa.
Escuchas Friends y no cuesta darse cuenta de lo mucho que le gustan Prince y James Taylor, dos artistas muy distintos con trayectorias incontestables. “Amo a Prince. Crazy You es de mis favoritas suyas, es la típica canción que desearía haber escrito yo”. Y se pone a cantarla. Como los ángeles, todo sea dicho; los tutoriales de YouTube han funcionado, no cabe duda. Sorprende que sea una canción de 1979, cuando ni siquiera había nacido, la que más le ha marcado de él. “La primera vez que le vi fue en una gala de los BET Awards [en 2016]. Nunca le había escuchado, nadie a mi alrededor era fan. En Indiana todo el mundo adora a Michael Jackson [la familia Jackson vivía a cinco minutos de él]. Pero Prince es mucho mejor”, sentencia.
Le provocó tal fascinación en aquella gala que empezó a empaparse de su música. Por aquel entonces trabajaba vendiendo sándwiches en un local de la cadena Jimmy John’s. Un día en que tenía una cola tremenda vio que alguien decía “Prince acaba de morir”, y todo el mundo empezó a comentarlo. Omar se quedó en shock, y entonces ya la obsesión con el genio de Minneapolis fue imparable. Hasta hoy.
Por otro lado, la primera canción de James Taylor que conoció fue I Was a Fool to Care. Y después se enganchó del todo con Don’t Let Me Be Lonely Tonight. “Muchos acordes de guitarra los he ido aprendiendo a través de sus canciones”, confiesa.
“Me alegra la facilidad que tengo para compartir mis emociones”
Se reconoce como un mero principiante, sí, pero ya sueña con el día en que pueda presumir de una enorme experiencia y de una edad que le avale. En estos tiempos de fascinación con la juventud, sorprende cuando aparece un veinteañero que tiene claro que lo que quiere es envejecer. “Es algo en lo que pienso todo el rato”, confiesa. “Tengo una enorme curiosidad por saber cómo pensaré cuando llegue a los sesenta o por ahí. He conocido a gente de esa edad que no puede estar más feliz, que dicen que no hay mejor momento en la vida que cuando tienes esos años. Lo descubrí porque siendo más joven visitaba a personas mayores en residencias, es evidente que es un tema que siempre me ha obsesionado. Yo creo que voy a ser un señor mayor muy guay”.
Está muy conectado Apollo con sus sentimientos, y no tiene ningún problema en reflejarlos en sus canciones. “No puedo evitar llorar incluso en algunos conciertos, y no me avergüenzo, todo lo contrario. No hay que poner trabas a nuestras emociones, a mí me alegra mucho la facilidad que tengo para compartir las mías”.
EL EP FRIENDS DE OMAR APOLLO ESTÁ EDITADO POR KOBALT/POPSTOCK!