Una exposición en el IVAM de Valencia, Contracultura, viene a repasar la soterrada historia de su movimiento contracultural local. Donde, obviamente, no falta el travestismo, el queerismo y la homosexualidad: porque, por más que hoy tengamos un estatus mainstream, lo nuestro al principio fue ir a la contra. La libertad se ganó así: por la vía del enfrentamiento y el escándalo.
En los últimos años hemos visto una proliferación inaudita de ensayos, escritos, investigaciones y hasta exposiciones que venían a contarnos esa otra historia oculta y no oficial de la España del tardofranquismo y la incipiente democracia. Los años de una actividad cultural desenfrenada, desarrollada allí donde la oficialidad no tenía nada que hacer: en los sótanos de la libertad. Donde se expresaba todo aquello que estaba contra el régimen, contra la esencia misma de la intelectualidad o el arte académico y oficial, y las buenas maneras de un diálogo impuesto que negaba la existencia misma de todo lo que resultara desviado, improductivo, escandaloso, prohibido o tabú. Lo que se ha dado en llamar «contracultura».
A la magnífica autobiografía en dos tomos de una personalidad tan sobresaliente de nuestra historia contracultural como el artista y dibujante de cómics Nazario (publicados por Anagrama, en su colección Crónicas), se sumaba la elaboración y entrega al Museo Reina Sofía del archivo de La Radical Gai, los años de la revuelta entonces casi clandestina de nuestros primeros activistas homosexuales, y también un ensayo privilegiado y fundacional, en cuanto a que descubría una narrativa alternativa a lo poco que sabíamos del desarrollo en nuestro país de algo que en Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos se estaba dando de forma abierta y natural: Cómo acabar con la contracultura (Ed. Taurus, 2018) de Jordi Costa.
Este repaso histórico a nuestra conquista de la madurez, o pérdida de una inocencia impuesta desde arriba, se completa ahora con Contracultura: Utopía, Resistencia y Provocación en Valencia en el IVAM, una exposición comisariada por Alberto Mira, investigador que ya ha dado varios ensayos históricos a nuestra causa (entre otros, un diccionario de lo gay y una historia de la cultura homosexual en España). Aquí, apuntala el modo de actuación de la contracultura valenciana: utilizar los clichés regionalistas, sobre todo la fiesta de Las Fallas, e iniciar una profunda subversión de sus convenciones a través de la ironía, el desdibujo, la lisergia, la contestación política y el ataque virulento.
Esta exposición parte sobre todo de material discursivo y fotográfico de la época: ejemplares de las revistas Cartelera Turia y Marginados, primeros focos de una disidencia intelectual contra el régimen franquista, surgidos a mediados de los sesenta. También recoge la obra –muy complicada de conocer hoy– de nuestros primeros cineastas experimentales: el caso de Orfeo filmado en el campo de batalla (1969) del misterioso, y malogrado en extrañas circunstancias con apenas treinta años, Antonio Maenza. O del mucho más conocido y comercial, y siempre polémico, Carles Mira, autor de títulos capitales como La portentosa vida del pare Vicent (1978), casi secuestrada por las autoridades valencianas, o Con el culo al aire (1980).
Repasa la intrahistoria del fanzinismo y el cómic valenciano, falto de estructuras pero sobrado de talento rupturista y heterodoxo. Retrata también el futuro de los músicos valencianos contrarios al régimen, como Ovidi Montllor. Y, sobre todo, hace justicia a tres personalidades subterráneas de la cultura homosexual española. El primero, el escritor Lluís Fernández, autor de El anarquista desnudo (1979), una novela de culto que repasa la galería variopinta de personalidades de los homosexuales valencianos de la época, incluyendo no poca pornografía inédita en aquel entonces, y que recientemente fue rescatada del olvido por la editorial Anagrama.
Luego, Rafa Gassent, cineasta underground de obra hoy inexistente: se ha perdido prácticamente toda. Aquí se exhiben algunos fragmentos recuperados de su Salomé (1978). Gassent, también ilustrador satírico, “era un conocido travesti, que actuaba en La Cetra”, reconoce Mira. Y por supuesto, Rampova: la mítica travesti libertaria valenciana, una suerte de Ocaña local que llegaba a juntar rock duro y vedettismo de toda la vida, y uno de los testigos efectivos de la brutal represión del régimen: comenzaron a encarcelarlo a los 14 años, y en las varias veces que pasó por las prisiones españolas confesó haber sufrido constantes vejaciones y violencia, decenas de violaciones incluidas. Ella está viva, y este homenaje del museo, que le ha concedido su propio espacio, será al menos una recompensa en vida.
La muestra es también un homenaje fiel, y esto es muy importante, a los espacios de la contracultura, como Capsa 13 o La Torna a Refugio. Un catálogo de aquellos locales donde lumpen e intelectualidad, artisteo y canalleo, se juntaban en un constante tráfico de ideas y acciones con un único objetivo: narrar su propia realidad, hacerla visible, en oposición a la imagen regionalista y tópica, ingenua y aparentemente feliz, que el régimen daba de sus regiones a modo de propaganda. “La contracultura era sobre todo un modo de vida, y por eso me parecía importante subrayar que, a través de la existencia de estos lugares, abiertos al público, la propia ciudad comenzó a cambiar muchísimo”, reconoce Mira.
Capítulo aparte merecen las artes plásticas. El underground contracultural apenas se rozó con el arte pop: Equipo Crónica, Equipo Realidad y Escapulari-O. Sus luchas eran más políticas, o trataban de asimilar arte y cultura popular desde una cierta apertura de la oficialidad. De los primeros sí que se presenta un documento histórico: el único cómic que realizaron (abominaron de él y lo mantuvieron oculto durante años), que se conserva precisamente en el IVAM.
Una razón poderosa más para acudir a Valencia a disfrutar con ese espíritu de contracultura que, dados los tiempos que corren, conviene recuperar urgentemente. Convertirnos todos en eso que unos llaman ahora “conductas dañinas para la moral de los jóvenes y la sociedad” –como por otra parte esgrimía el franquismo–, y que expresa claramente su miedo pavoroso a la libertad.
Contracultura: Utopía, Resistencia y Provocación en Valencia se puede VISITAR en el IVAM (C/Guillem de Castro, 118 · Valencia) hasta el 17 de mayo. Más iformación en www.ivam.es