El Teatro Real comienza la nueva temporada y lo hace como terminó la anterior: con Verdi. Pero si no fue un fin de temporada normal, no es tampoco este un comienzo como el de cada año. Este Ballo in maschera que levanta el telón de la temporada 20/21 viene marcado, y condicionado, por la pandemia de la COVID-19 que ha sumido al mundo en una crisis sin precedentes. Michael Fabiano protagoniza este título, como hizo el pasado 1 de julio con La Traviata, cuando el Real fue el primer teatro del mundo en abrir sus puertas, y su escenario, tras la tragedia. Un hecho que hizo que todos los demás coliseos del planeta miraran a Madrid como ejemplo de lo que hay que hacer. Y de cómo hay que hacerlo. Insistimos sin parar desde Shangay: #CulturaSegura.
Michael Fabiano da vida a Riccardo, gobernador de Boston. Un papel que Verdi y su libretista, Antonio Somma, tuvieron que adaptar de la historia original para burlar la censura. Gustavo III, rey de Suecia, era el protagonista. Un rey homosexual que fue asesinado en un baile de máscaras. Algo que en la aún no unificada Italia de 1859 no era posible. Por ello Riccardo pasa a estar enamorado de Amelia, esposa de Renato, un hombre que, en teoría, es leal a Riccardo en su Gobierno. Estos son los ingredientes que desencadenan el drama.
El cantante estadounidense es uno de los mejores –y más solicitados– tenores verdianos del momento. Es abiertamente gay y cuestiona la heterosexualidad del protagonista en la versión que finalmente se estrenó en Roma en 1859, y que llegó por primera vez al Teatro Real de Madrid dos años más tarde, en 1861. En esos años, fue uno de los títulos más representados en el coliseo de la Plaza de Oriente. En esta función [que se estrena el viernes 18 de septiembre] alterna reparto con el mexicano Ramón Vargas.
Hablamos con Michael Fabiano de todo. De ópera, del momento que vive la profesión por la crisis de los teatros cerrados por el coronavirus, de la homosexualidad de Riccardo, de la pasión del público gay por este género, de su reciente divorcio de su marido –en pleno confinamiento– y hasta de Chueca, una zona de Madrid que asegura conocer muy bien.
Un momento de la representación de Un ballo in maschera en el Teatro Real, en donde participan los bailarines de El Rey León. [Fotos de escena de Javier del Real]
De lo que no queda la menor duda es de que Verdi es el comodín que nunca falla. Fue lo primero en el Real tras el horror del confinamiento, y vuelve a ser el protagonista de esta temporada tan atípica. Él es un gran tenor verdiano. Le preguntamos qué tiene Verdi, y él nos lleva directamente al tema de si Riccardo, el rol protagonista, es o no es gay. Y todo, hilado con el momento que vivimos: “Ups, pues no es una pregunta nada fácil… ¿Qué tiene Verdi? Pues no te voy a responder de forma directa. Esta ópera, Un ballo in maschera, tiene la respuesta. Es la historia de un líder que todos desearíamos tener ahora, para que nos guiase en lo que tenemos que hacer. Ese es el Riccardo que yo veo. Si la pregunta es, ¿qué tiene Verdi en este preciso momento? La respuesta es: Verdi siempre tiene un número de títulos para ofrecernos, y que pueden ser adaptados a cada momento. Y este Ballo es perfecto para el que vivimos, porque tenemos una situación de crisis mundial y, salvo muy pocas excepciones, tenemos también crisis de líderes. En Europa, Estados Unidos o en cualquier lugar del mundo. Y uno de los temas centrales de esta historia es la crisis de liderazgo. Al comienzo se ve la conspiración, en la que se desea la muerte del protagonista. No puede haber una ópera mejor, en un momento como este, que refleje de forma más clara el poder de la humildad, y el poder del amor entre el líder y la sociedad; y cómo este es capaz de sacrificar tanto por la sociedad. Tengo una visión muy diferente del personaje de Riccardo de la que tienen la mayor parte de los directores”.
«Riccardo siente por Amelia lo mismo que yo, que soy gay, por mi mejor amiga»
Y habla muy claro del tema: “Estoy feliz de hacer esta producción, que es preciosa. Pero no comparto la visión que Gianmaria Aliverta [el director de escena] tiene de Riccardo. Yo creo que el personaje del gobernador de Boston es el de un hombre extrovertido, fuerte, inteligente. Lo vemos desde el principio, en el que es adorado por su gente, pero odiado por su Gobierno. También, al comienzo de la ópera, afirma “Per la gloria è molto, nulla pel cor. Segreta, acerba cura M’oprime” [Porque la gloria es mucha, nada para el corazón. Cuidado secreto e inmaduro. Me oprime]. Para mí quiere decir que tengo [habla ya desde este momento en primera persona, como si él fuera ya Riccardo] mucha gloria como líder, bla, bla, bla… pero un corazón vacío. Y, ¿por qué tiene un gobernador de Boston el corazón vacío en 1880? ¿Por qué no está casado, como ocurría con todos los de su rango en esa época? ¿Por qué no tiene una mujer? Eso es algo incomprensible en esa época en Estados Unidos. Quizá en Europa era diferente, pero esta ópera es una adaptación al mundo norteamericano. El amor que sentía por Amelia [la mujer de Renato, su supuesto aliado en el Gobierno de Boston], para mí no es un amor pasional. No es como el de Don Carlo por Elisabetta en Don Carlo, otro gran título verdiano. Yo [ahora vuelve a hablar como Michael Fabiano] tengo una mejor amiga desde hace más de veinte años. Es la persona que más quiero en mi vida después de mis padres. Pero yo soy un hombre gay. Es la persona más importante en mi vida, y puedo decir que la amo, porque cuando estoy con ella soy mejor persona. Así es como veo yo la relación entre Riccardo y Amelia”.
Fabiano posa con la última portada de Shangay en el Teatro Real, dos días antes del estreno de Un ballo in maschera.
Lo que si está históricamente demostrado es que Verdi no pudo adaptar el original Gustave III, ou le bal masqué. Le planteamos la duda de si Riccardo nunca se casó en este libreto porque, en la historia original, el rey Gustavo de Suecia sí que era homosexual. “Sin duda, sí. Pero no creo que Oscar sea mi amante [se refiere al fiel sirviente del gobernador, un papel masculino compuesto para una soprano, que al final de la ópera le canta unas coplillas insinuantes, que son el único guiño gay que hay en todo el libreto tras las múltiples censuras que tuvo que sortear Verdi para pode estrenar]. No lo veo así. No estoy interesado [está tan metido en el papel que sigue hablando en primera persona como Riccardo], no lo veo así. No me gusta un joven que sea mi toy boy. Personalmente, no lo veo así. Odio esta idea [que Riccardo esté enamorado de Oscar]. Y como Michael Fabiano tampoco lo creo: Oscar, para mí, es solo una persona que es mi asistente, nada más”.
Esa clase de guiños fue, quizás, la única manera que el compositor y su libretista tuvieron para mantener, aunque fuera de forma solapada, la homosexualidad del personaje original en la obra final. “Sin duda, tuvo que pasar muchas censuras. Eso es parte de la historia de esta ópera. Pero lo que yo tomo de ella es, primero, el liderazgo y la empatía con la sociedad. Luego, como segunda cosa, el morir por su país. Y en tercer lugar, es capaz de perdonar a aquellos que cometen atrocidades. Riccardo, al final de la ópera, canta “Tutti assolve il mío perdono”. Es decir, mi perdón absuelve a todo el mundo. Incluso a Renato que lo mata de un disparo, y a aquellos que me odiaban [vuelve a hablar como Riccardo] por querer cambiar la sociedad.
Debuta en Madrid en este papel: «Es uno de los más reales de todo el repertorio verdiano; todo lo que ocurre en esta ópera pasa en el mundo actual”
Está tan entregado que le pedimos que les diga a los lectores de Shangay, en pocas palabras, por qué tienen que ir a ver este Ballo al Real: “Es una pregunta complicada, porque vuestros lectores son muy específicos y concretos. Tengo que pensarlo bien… [se toma un tiempo]. No hay mejor expresión de arte que venir a la ópera. En Un ballo in maschera está Broadway, El Prado. Hay ballet, una música increíble… Todo sobre el escenario. Una maravillosa orquesta y coro. Un gran diseño. ¡Por tener, tenemos hasta el Ballet de El Rey León! Con unos bailarines increíbles. Y guapísimos. Si alguien quiere la más completa experiencia, no hay otro sitio en España para conseguirla”.
El cantante debuta en Madrid en este papel, que no es uno de los más ‘cotizados’ del repertorio. “Es terrible que no sea considerado uno de los principales papeles de Verdi porque, si lo pensamos bien, es uno de los más reales. Hay un líder elegido, que es odiado por el establishment y amado por la gente. Que tiene una relación privada de amistad, digámoslo así, con una mujer… Con un secretario de Estado que desea su puesto y que odia que tenga esa relación ‘de amistad’ con su esposa. Tenemos a una bruja, en la segunda escena… No es algo irrelevante: conozco a personas que son médiums. Y algunas de ellas tienen meridianamente claro lo que está pasando en el mundo. En la comunidad gay, por ejemplo, puedes ver a una pareja que lleva veinte años, pero son como compañeros, sin atracción física. Eso pasa, sabemos que eso pasa. ¡Punto! [dice en español, por primera vez en esta charla, que se desarrolla en inglés]. Para muchas personas está bien, y para otras no. Pues eso es lo que pasa en esta ópera. La muerte es algo que ocurre; la obsesión y la ambición, también. Todo lo que ocurre en esta ópera pasa en el mundo actual”.
Una persona que es abiertamente gay, como es su caso, completamente fuera del armario, puede ser señalada de pensar así sobre su personaje precisamente por ello. No hay que recordar que el mundo de la ópera (y de la música clásica) pese a lo que pueda parecer hay, como en todas partes, ciertos sectores homófobos. “No estoy diciendo que Riccardo sea gay porque yo lo sea. Esta es mi repuesta, si tienes esa duda. Estoy diciéndolo por el libreto. Uso el texto como definición. No se me ocurre pensar que Don Carlo y Rodrigo [que cantan un maravilloso dueto en Don Carlo en el que muchos ven una relación más allá de la amistad] estén enamorados porque yo sea gay. He cantado en una ocasión Don Carlo, en una producción de Emilio Sagi, en la que él sí pensaba que tenían esa ‘relación especial’ más allá de la fraternidad. Pero no pienso que sea así. Insisto: no porque yo sea gay pienso que Riccardo lo sea. Solo veo el libreto, que para mí es mi Biblia, y me lo dice todo. En él no hay ni una sola palabra de atracción física hacia Amelia. Además, el Gustavo en el que se basa la obra originalmente, lo es. Por otro lado, en 1860 hubiera sido imposible tener un gobernador gay en Estados Unidos, no como ahora que tenemos uno en Colorado. Creo que en América eso hoy no es un problema”.
Ya que estamos con el tema, le preguntamos por esa innegable comunión que hay entre el público gay y la ópera. ¿Qué ocurre para que ese maridaje lleve años produciéndose? “¿Quieres decir que por qué hay más amantes de la ópera per cápita entre el público gay que en el hetero? Creo que no hay una única respuesta. Depende de muchas cosas, y no quiero simplificar en algo tipo ‘a todos los gais nos gusta la ópera’. Me gustaría dejar algunos puntos claros», dice contundente.
«La ópera es el mejor de los eventos que existen; no hay espectáculo más completo»
Y comienza a enumerarlos: «Ciertos gais, de forma individual, aman la ópera porque están interesados en la cultura en general. Es más natural para ellos, la cultura es una manera de expresarse. Van a la ópera, pero también van a los museos. Les gusta formar parte de un mundo en color. Pienso que la bandera del arcoíris representa a la comunidad LGTBI porque engloba un mundo de diferentes culturas y tipos de personas y géneros que entienden cosas, arte, luz, teatro, danza… todo. Entonces, hay un cierto público gay que va a la ópera seguramente porque la cultura es algo extremadamente importante para ellos como una manera de ver la diversidad de un mundo abierto. También hay un grupo de gente que disfruta yendo por lo que podríamos decir ‘la histeria’ de la ópera: apasionados por una soprano y cosas tan locas como escucharlas cantar notas altas seguidas durante diez horas, la Caballé cantando el final de Don Carlo antes de que caiga el telón. ¿Sabes a qué me refiero? Ir a ver, en particular a las sopranos, porque aman la moda, el diseño… Eso es maravilloso. Luego está la gente que va buscando historias, las que hay en los textos. Escritores, periodistas, antropólogos que no solo van por la música. Y también van por las tres cosas a la vez, por ver a las sopranos con tiaras maravillosas y por todo lo demás. Estos tres tipos pueden explicar por qué a los gais, en general, nos puede gustar más la ópera que a los heteros”.
Y añade: “El drama, el color, el diseño de estos shows… Hay un gran porcentaje de gais que no somos aficionados a la noche, a los clubes. La ópera es el mejor de los eventos que existen. Lo siento –insiste en lo mismo que dijo antes–, no hay nada más completo que la ópera. Puedo decir lo mismo de muchas mujeres lesbianas y bisexuales que aman la ópera”.
Lleva muchos meses en Madrid, pues tras La Traviata de julio no se ha vuelto a Estados Unidos. Se ha quedado por miedo a un confinamiento y no poder regresar para este Ballo. Ya que estamos hablando del mundo gay, le preguntamos si ha salido mucho por Chueca. Bromea sobre la situación para quitar hierro al asunto tan terrible que estamos viviendo en el mundo del ocio y de la noche: “Ahora que Chueca tiene muchos de sus sitios cerrados, que vengan al Real, no hay mejor espectáculo que la ópera. Vístanse como quieran, disfruten del público que hay como quieran disfrutar de él, beban lo que quieran beber en los descansos, diviértanse, queden con nosotros tras el show”.
Aquí tocamos un tema diferente, la relación de los artistas con su público. “Me encanta quedar con la gente después de una función. Lo disfruto mucho. Soy un artista extraño. Creo que tenemos la obligación de conocer a nuestra audiencia, y que hay un error histórico de establecer una distancia entra los artistas y la sociedad. Ahora que estamos en un mundo tan diferente, en el que se consume el entretenimiento de forma tan rápida, en el que ves Netflix, HBO o cualquier plataforma, una cosa que no puedes hacer es hablar con sus creadores. A mí me encanta encontrarme con mi público. Compartir mi voz”.
Artur Ruciński (Renato) y Michael Fabiano (Riccardo) en un momento de la función.
Hablamos con una de las estrellas mundiales de la ópera en estos momentos. ¿Cómo ve él a los divos? Los tiempos han cambiado y las cosas no son como en los años dorados. ¿Qué opina del tema? “La ópera es un deporte. Yo tengo que entrenar como un deportista, hacer los ejercicios correctos, comer lo que debo comer… No creo que sea un divo. No me siento como tal, y no me gusta la idea de que existan. Quiero pensar que ya no hay”.
Pero haberlos, haylos. Como las meigas. La cuestión es, ¿no se ha encontrado con ellos en cualquiera de los escenarios en los que ha cantado… o no quiere hablar mal de sus colegas? “No sé cómo explicarlo, creo que hemos cambiado como comunidad –afirma–. Pienso que pertenecemos ahora a un mundo mucho más abierto, en el que ya no hay esos muros entre el público y los artistas. Y tenemos las redes sociales. Hablo con mi público en Instagram o Facebook, y mis compañeros, o colegas, hacen lo mismo. Hace veinte años eso no existía para [Montserrat] Caballé o [Renata] Scotto… La naturaleza de la diva, o del divo, es muy diferente ahora. Somos personas humanas, estoy feliz de serlo, de poder cantar a Verdi. Creo en la idea de que Dios me ha dado el maravilloso privilegio de tener este talento, y es mi responsabilidad enseñárselo a la sociedad, al público. Nada más. Tengo que cuidar y proteger ese don para que le gente lo disfrute al máximo hasta que ese talento deje de existir”.
Michael Fabiano, como Riccardo, y Anna Pirozzi, en el papel de Amelia.
Volvemos a Madrid, al mundo gay y, como no podía se de otra manera, a Chueca. “Claro que lo conozco. Adoro todo lo que tenga que ver con Madrid. Para mí, sin duda, es la mejor ciudad europea. La número uno. Aunque es cierto que se ha vuelto un poco cara con respecto a lo que era. Me siento afortunado de estar aquí. Adoro a Joan Matabosch [director artístico del Teatro Real]. Creo que es grande; es uno de los mejores, si no el mejor, administradores artísticos en este negocio a nivel mundial. Creo que es inteligente, pero además tiene mucho ojo para ver quien tiene talento y quien no. Pero hay algo más importante: tiene cojones [es la segunda palabra que dice en español durante la charla]. Es fuerte, y atreverse a abrir este gran teatro en julio, cuando el resto del mundo estaba muerto de miedo, es algo muy grande. Otros lugares en Europa fueron mucho más despacio, y Joan fue muy valiente, e inteligente. Si yo fuera el intendente del Teatro Real haría noches temáticas. Una con estolas, con trajes del siglo XX, dependiendo… Así haría una experiencia de entretenimiento cada noche”.
«Me gustaría formar una familia y tener niños; adoro los niños»
Michael Fabiano se acaba de divorciar de su marido. Y según él mismo ha desvelado, han sido unos meses horribles. Tanto que ha llegado a decir que ha sido peor que el confinamiento. Para quitarle hierro al asunto, y puesto que le gusta tanto Madrid, le preguntamos si no se ha planteado buscarse un novio español. “No quiero ni pensar en ello”, bromea. Y cambia de tono para ponerse serio: “Estoy libre, es cierto. Pero he pasado un año muy duro… [se lo piensa y se pone triste] Me voy a tomar un tiempo antes de ponerme ‘en el mercado’. Creo que la vida de un hombre gay es complicada, en el sentido de que es más duro encontrar el amor, en el sentido de que la comunidad gay es abierta, muy abierta, y a la vez, muy limitada pues nos etiquetamos por cosas como la imagen o el físico. Somos muy abiertos, pero…».
Y continúa: “Yo soy un tío normal. No estoy gordo ni muy delgado. ¡Soy normal! No pierdo seis días a la semana en el gym para tener unos pectorales o piernas increíbles. Solo lo hago para cuidar mi voz. Hay un arquetipo en la comunidad gay por el que tienes que estar muy bueno. Espero que eso cambie. En general, los gais tendemos a ser más abiertos de mentes, pero eso es un conflicto. Cuando se trata de encontrar el amor o a una persona… Pero sobre esta pregunta…, pues ahora mismo no estoy en ello. Quizás en un año o dos”.
Asegura que es un hombre muy familiar y que tiene un sueño: “Me gustaría tener un familia. Niños. Adoro a los niños. Pero en este momento estoy centrado en mi voz; en Art Small, mi fundación [creada en 2016 para potenciar el talento de jóvenes músicos]; en la tecnología, que es un mundo que me gusta mucho. Y me encanta la política, no descarto dedicarme a ello… Creo que sería maravilloso que una persona del mundo de la cultura se dedicara a ello en algún momento. Ya veremos.
Un político que sepa de ópera, sea culto, sensato y gay… No estaría mal. Podría quedarse en España.
Michael Fabiano en una imagen que habla por sí sola.