Regresa la mítica ópera de Mozart al Teatro Real. Desde su reapertura, es la tercera vez que Don Giovanni se sube al escenario en las temporadas oficiales del coliseo de la plaza de Oriente. Las dos anteriores estuvieron marcadas por la polémica (e incluso por el desastre), pero esta vez ‘la maldición’ de Don Juan dejó paso a una grandísima noche de ópera en vez de hacernos bajar a los infiernos. A la tercera vino la vencida.
Tras una (aburrida) producción invitada con la Staatskapelle de Berlín –y Barenboim en el foso, en junio de 2000, en los desparecidos Festivales de Verano que se inventó Ruiz-Gallardón–, llegaron los dos ‘dongiovannis’ de las temporadas del teatro. En el fallido de Lluís Pasqual de 2005 brillaron con voz propia Carlos Álvarez, que debutaba en el rol titular, María Bayo como donna Anna y José Bros como Don Ottavio. Eso fue en la ‘era Antonio del Moral’, y la producción, para qué engañarnos, no gustó nada.
Ya en la ‘era Mortier’, la espantosa y absurda versión de Tcherniakov traspasó todos los límites del sinsentido, y aún resuenan los ecos de los abucheos. Una protesta que solo sirvió para aumentar la soberbia del fallecido agitador cultural belga, que arremetió contra los abonados tachándolos de incultos, y ya de paso, contra todos los españoles. Lo único que tenía bueno esa función era una vibrante y brillante Ainhoa Arteta en el papel de Donna Elvira.
La maldición del mito de Don Juan parecía instalada en el Real. Hasta ahora, que han llegado Claus Guth al escenario e Ivor Bolton al foso. Y ha sido en plena temporada de pandemia (recordemos que el Real es posiblemente el único teatro de ópera del mundo que funciona con regularidad) y en plena ‘era Matabosch‘. Una función de antología con un espléndido y compacto reparto en el que vuelve a brillar –y sobre todo a sonar– con voz propia Erwin Schrott, un bajo-barítono que sabe lo que es triunfar en el escenario de este coliseo.
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Anett Fritsch, como Donna Elvira y Erwin Schrott como Leporello, el gran triunfador de la noche. [Fotos: Javier del Real]
La apuesta de Claus Guth llega a Madrid consagrada tras su estreno en el Festival de Salzburgo de 2008. Un único escenario (giratorio por supuesto: marca de la casa Guth) de un bosque sirve para los dos actos. Pero el uso soberbio que hace el regista alemán de la escenografía de Christian Smith, junto a una asombrosa y mágica luz de Olaf Winter, lo convierte en el perfecto (y sórdido) escenario para la historia del mito que inmortalizó Tirso de Molina.
Todo cuadra como un reloj (quizá solo falla en la escena de la estatua del comendador) con el libreto de Da Ponte, y el personaje principal –Don Giovanni, un magnífico Christopher Maltman que también protagonizó este montaje en el estreno de Salzburgo, y nos deslumbró hace unos años en un recital con Anna Netrebko en este mismo escenario– se mueve como pez en el agua entre los siniestros pinos.
Pese al oscurantismo –perfecto para un personaje tan terrible como Don Giovanni– hay momentos delicados y sublimes, algunos con una comunión perfecta entre escena y foso que no conviene destripar por no hacer spoiler. Una función redonda que se mueve entre la estética de cuento tenebroso, con los toques de humor que tiene la ópera, y el mundo sórdido propio de un ser tan despreciable como Don Juan.
El único escenario no para de cambiar en sus giros y, lejos de hacerse monótono, el montaje tiene un ritmo y una delicadeza que hace que, por fin, la ópera de Mozart pueda volver por la puerta grande. Como se merece esta joya que el compositor salzburgués creó para el mayor lucimiento de la tesitura de barítono.
Christopher Maltman –que estrenó esta producción en Salzburgo en 2008– vuelve a dar vida a Don Giovanni.
Con la que está cayendo en el mundo, con París, Berlín, Londres o Nueva York cancelados o semicerrados, poder disfrutar en Madrid de un montaje de este calibre nos posiciona en el top de la ópera mundial. Sobre todo después de la magnífica Rusalka que vimos el pasado mes.
La Orquesta Sinfónica de Madrid, titular del Teatro Real, se llevó una de las grandes ovaciones de la noche. Con su director titular, Ivor Bolton, al frente demostró que ya no tenemos que traer invitados a los de Berlín para tener al mejor Mozart como pasaba hace veinte años.
En el plano canoro, destacar de nuevo que el uruguayo Schrott –que conoce bien la producción porque también la estrenó en Salzburgo– se lleva de calle la función. Leporello es un bombón de papel y él lo borda, tanto por voz como por presencia escénica. Un grande. Brenda Rae (Donna Anna) y Anett Fritsch (Donna Elvira) cantan de forma sublime las que son, sin duda, algunas de las arias más hermosas de la historia de la ópera. Louise Alder hace lo propio con su deliciosa Zerlina. Estupendos también el Don Ottavio de Mauro Peter y el Masetto de Krzysztof Baczyk. En su papel de comendador, Tobias Kehler protagoniza con Maltman y Schrott el rotundo final con el que cae el telón.
Sin duda, Don Giovanni llega, por fin, al Real como tiene que llegar: a lo grande. A la tercera fue la vencida que acabó con la maldición. Y además, gustó al público de estreno pese a la maledizione de Mortier. Igual es que los españoles ya no somos tan incultos. Quién sabe, cosas de la ópera…
Un momento del primer acto del Don Giovanni de Claus Guth.