Gregorio Marañón: "Mis memorias no son un ajuste de cuentas, pero tampoco busco complacencias"

Ha vivido en primera persona la historia de los últimos cincuenta años de España: desde participar en la fundación del colegio en donde estudió en rey hasta la fundación de 'El País'.

Gregorio Marañón: "Mis memorias no son un ajuste de cuentas, pero tampoco busco complacencias"
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

29 enero, 2021
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Hoy es el presidente de la Fundación del Teatro Real. Pero en los largos años en los que ha vivido los hechos que han cambiado por completo España ha sido testigo privilegiado de muchos de esos cambios, pues los ha vivido en primera persona. En primera línea de fuego. Ahora acaba de publicar Memorias de luz y niebla. En ellas, Gregorio Marañón y Bertrán de Lis –nieto del ilustre médico, científico y humanista que tuvo que exiliarse tras la Segunda República por la dictadura franquista– repasa sus vivencias.

Ha contribuido decisivamente a mantener vivo el legado de su abuelo, su principal referente, tal y como cuenta en sus memorias. Un hombre extremadamente sensible y cultivado, que convirtió su cigarral en Toledo –de una España mísera y pobre– en uno de los focos culturales europeos de principios del siglo XX. Cuando se cumplió en centenario de su nacimiento, en 1987, el rey Juan Carlos otorgó a su hijo, Gregorio Marañón Moya, el marquesado de Marañón.

«Médico, científico y humanista, que hizo inseparables esas tres condiciones en su persona y en su obra, don Gregorio Marañón y Posadillo fue un auténtico intelectual cuya figura marcó la época de la historia de España que le tocó vivir. Por lo que, queriendo demostrar mi real aprecio a su memoria al cumplirse el centenario de su nacimiento, vengo en otorgar a su hijo, don Gregorio Marañón y Moya, el título de Marqués de Marañón con grandeza de España, para él y sus sucesores, de acuerdo con la legislación nobiliaria española», rezaba la carta de otorgamiento. Hoy es Gregorio Marañón y Bertrán de Lis quien ostenta el título.

«No preveo escribir un segundo tomo de memorias, pero tampoco dos años antes había previsto escribir este libro»

Este nuevo Gregorio Marañón repite el patrón del recordado médico e intelectual: intentar conciliar todas las formas de entender la vida, la política, la cultura en todas sus manifestaciones y, también, la religión o el periodismo. Buscar ese consenso que hoy parece tan difícil. No solo lo intenta en el cigarral de su abuelo, que compró a su familia, hipotecándose durante muchos años, como también refleja en el libro, sino en los distintos puestos que ha desempeñado en sus 78 años de vida.

Gregorio Marañón: "Mis memorias no son un ajuste de cuentas, pero tampoco busco complacencias"

Gregorio Marañón en su despacho del Teatro Real de Madrid [Fotos: Javier del Real]

Licenciado en Derecho por la Complutense de Madrid, pertenece a una generación que vivió el tardofranquismo y vio cómo comenzaban a llegar las libertades. También para el mundo LGTBI. Participó en la creación de medios de comunicación, como El País, de cuyo consejo ha formado parte hasta hace muy poco. Vivió de primera mano las negociaciones de la entrada de España en la Unión Europea, yo conoce los secretos de la banca o de los ministerios más influyentes. Es académico de tres de las grandes Reales Academias de nuestro país: la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y la Real Academia de la Historia.

Su pudiéramos hacer un símil con un personaje televisivo, podríamos decir de él que es una especie de Antonio Alcántara del mundo de la cultura, las finanzas y la política desde la Transición. Pero al contrario que el personaje al que da vida Imanol Arias en Cuéntame, Gregorio Marañón no conoce de pasada los hechos que han marcado los últimos cincuenta años de España, sino que ha participado en ellos. Incluso tiene hasta un más que especial protagonismo en muchos de ellos.

Desde la participación activa en la fundación del colegio que podríamos considerar ‘el Eton español’ [el Rosales, en donde estudiaron el rey Felipe VI y las infantas, así como parte de la élite económica, y hoy Leonor, la heredera al trono, y su hermana, Sofía] a la génesis del Teatro de la Abadía, junto a su amigo José Luis Gómez, uno de los faros de la vanguardia cultural de la Comunidad de Madrid.

Hablar con Gregorio Marañón es quedarse con mil preguntas en el tintero. Sobre todo, después de haber leído sus memorias, un libro que se devora casi de un tirón. Cuenta mucho, pero da la sensación que se calla mucho más. Aunque algunas cosas sí que se pueden deducir entre líneas. De sus encontronazos con Esperanza Aguirre a su amistad con Carmen Calvo.

«Desde 2008, el Teatro Real ha salido de la irrelevancia y ha recuperado la significación internacional que tuvo en el siglo XIX»

De su agradecimiento público a Manuela Carmena y a Marta Rivera de la Cruz, consejera de Cultura y Turismo de la Comunidad de Madrid, deducimos que sus lealtades no tienen que ver con los colores políticos. Habitual lector de Shangay, no hemos querido dejar la ocasión de la publicación de estas memorias para charlar largo y tendido con él.

SHANGAY ⇒ Ahora, una vez publicadas, y ya asentados todos esos recuerdos, ¿son memorias de más ‘luz’ o de más ‘niebla’?
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ La luz y la niebla de los recuerdos se reflejan en la niebla y la luz de cuanto vivimos. En el libro lo describo como un espejismo de ayer y de hoy. Según las horas, hay más niebla o más luz en el que escribe o en el que lee.

SHANGAY ⇒ ¿Por qué ahora unas memorias cuando queda tanto por vivir y por contar?
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ Precisamente porque las realizaciones y los proyectos de hoy ocupan todas mis horas, he hecho este esfuerzo de recuperar un pasado del que siempre se aprende.

SHANGAY ⇒ En el libro se relatan muchas vivencias, y algunas de ellas son verdaderamente decisivas en la vida de España de los últimos cincuenta años… Al menos, ahora se ven así. Cuándo uno está dentro de ellas, ¿es consciente de la trascendencia que van a tener?
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ De esa trascendencia solo nos apercibimos excepcionalmente. Fue el caso de la Transición, que constituyó ese gran proyecto con el que mi generación había soñado.

SHANGAY ⇒ Desde la dictadura franquista al nacimiento de Podemos, todo ello pasando por la instauración de la monarquía o el nacimiento de El País… Todo vivido en primera persona. ¿Se cumplieron las predicciones de Alfonso Guerra de que “a España no la va a conocer ni la madre que la parió”?
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ Pues así fue. La España de la dictadura y el subdesarrollo, de la pobreza y el analfabetismo, en la que yo crecí, en nada se asemeja a un país democrático, plenamente integrado en Europa y que constituye la decimotercera economía del mundo.

Gregorio Marañón: "Mis memorias no son un ajuste de cuentas, pero tampoco busco complacencias"

SHANGAY ⇒ Las memorias son un auténtico índice onomástico de personas que han jugado el partido en la primera división, casi todas muy conocidas. Parece increíble la lista de nombres que salen, es lo que los anglosajones llamarían un ‘who is who’ del mundo empresarial, político, social y cultural de España…
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ Son muchos los nombres que no aparecen, entre los que están muchos de mis mejores amigos. Sin ellos y sin los que figuran en la lista corta del libro, no habría podido realizar casi nada de lo que he hecho.

«Sin conocer la historia no se puede construir el futuro. Es cierto que son muchos los que desprecian cuanto ignoran. Debemos protegernos de ellos»

SHANGAY ⇒ La forma de narrar tu relación actual con muchos de los protagonistas es directa y muy clara. En algunos casos, incluso dura y con cierta carga de reproche. ¿No existe el miedo a una respuesta? ¿Es un particular ‘ajuste de cuentas’?
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ No he querido hacer ningún ajuste de cuentas, pero sí escribir un relato veraz, por lo que tampoco he buscado ninguna complacencia injustificada.

SHANGAY ⇒ Las memorias se leen casi de un tirón para los que tenemos una edad, pero, en general, las generaciones millennial y centennial tienen cero interés por lo que pasó esos años de la Transición y los comienzos de la democracia. Sin embargo, estas generaciones sí que son muy activas políticamente y, además, toman posturas muy radicales…
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ Sin conocer la historia no se puede construir el futuro. Es cierto que son muchos los que, como diría el poeta, desprecian cuanto ignoran. Debemos protegernos de ellos.

SHANGAY ⇒ ¿Se pueden tomar esas posturas tan radicales desconociendo lo que somos y de dónde venimos? ¿No pecamos hoy de opinar –y de posicionarnos– sin tener ese bagaje tan necesario para poder tener posiciones fundadas?
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ Por supuesto, cada persona es libre de opinar como quiera, pero tenemos que ser conscientes de que nada de lo que sea relevante, cívica o personalmente, debe encomendarse a quienes ignoran de dónde venimos. Como dice ese gran filósofo que es Emilio Lledó, “no hay futuro sin memoria”.

SHANGAY ⇒ Me da la sensación de que en todos esos ‘primeros frentes’ vividos, la creación del patronato del Teatro Real te produce un ‘cariño especial’. ¿Es así o es solo porque es lo que está narrado en ‘tiempo real’, y eso se termina notando a la hora de plasmarlo?
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ Así es. El proyecto del Teatro Real ha sido una de mis principales ocupaciones y una de las más ilusionantes.

SHANGAY ⇒ El caso de España –y en concreto el de Madrid– está siendo analizado con lupa por los gestores culturales de todo el mundo, y el Teatro Real es la punta del iceberg de esas miradas. ¿A qué se debe?
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ El Teatro Real, como escribió Anson, salió de la irrelevancia a partir de 2008, y desde entonces, se ha convertido en la primera institución española de las artes escénicas y musicales, según el Barómetro de la Cultura de la Fundación Contemporánea. En los últimos años, había recuperado la significación internacional que tuvo en el siglo XIX, y se estudiaba su modelo de financiación, que cuenta solamente con un 25% de aportaciones públicas. Finalmente, en 2020, en plena tormenta pandémica, cuando los teatros de ópera europeos cerraron sus puertas, el Teatro Real decidió abrir las suyas, y así, el pasado 1 de julio, estrenó una inolvidable Traviata.

«Nada de lo que sea relevante, cívica o personalmente, debe encomendarse a quienes ignoran de dónde venimos»

SHANGAY ⇒ En las memorias queda muy claro que la trayectoria del nuevo Real tiene mucho que ver con que los políticos catalanes de los años ochenta no querían que el Liceo perdiese su ‘catalanidad’. El Gobierno central tenía pensado apostar por ese coliseo en vez de por el madrileño, y tenían miedo a que se perdiera ese ‘sello catalán’. Finalmente, por estos motivos políticos, se reconstruyó casi por completo el Real. Visto desde la óptica de 2021, ¿acierto o error?
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ Para Madrid y para el Teatro Real, fue, sin duda, un acierto recuperar en 1995 la condición operística que había perdido en 1925. Pienso que para el Liceu no tanto.

SHANGAY ⇒ ¿Cómo puede quitarse la ópera el sambenito de ser un feudo elitista? Es una eterna contradicción que teóricamente se considere como punta de lanza de la cultura, con los precios de las entradas (jóvenes aparte, porque no solo los jóvenes son los que no tienen poder adquisitivo) o con la poca comunión que hay entre los nuevos títulos y el gran público…
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ En el Teatro Real intentamos dar respuesta a esta cuestión sacando la ópera a la calle, retransmitiendo gratuitamente las representaciones en las plazas y espacios públicos, escuelas, hospitales y centros culturales… Es un propósito tan significativo que ha sido declarado de “excepcional interés público”. Nuestra experiencia en este ámbito es excelente, y las manifestaciones de quienes así descubren el género operístico son conmovedoras. Las nuevas tecnologías son, en gran medida, el mejor modo de que la ópera pueda considerarse como un bien cultural de todos.

«La vocación de excelencia de el Teatro Real nos llevará a asumir nuevas metas cuando pase la pandemia, que creo que será en septiembre»

SHANGAY ⇒ ¿Cuál es el camino para que la nueva creación cautive al público como Monteverdi, Mozart, Verdi, Puccini o Wagner lo hacían en sus respectivas épocas?
GREGORIO MARAÑÓN
⇒ Hay dos formas de actualizar el género lírico: con nuevas puestas en escena y con nuevos compositores. Con Mortier, la ópera recuperó su sentido dramatúrgico, su carácter de espectáculo teatral, y Joan Matabosch está logrando con gran talento, además, que este planteamiento llegue a todos. En cuanto a las composiciones, una parte muy significativa de las obras del siglo XX forma parte ya del gran repertorio, llamémosle clásico, sin haber perdido su modernidad. Y, ciertamente, hay que continuar estrenando óperas de nueva composición… y los compositores también deberán hacer un esfuerzo por llegar al público.

SHANGAY ⇒ ¿Ha alcanzado el Real su velocidad de crucero?
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ Estamos aún en plena pandemia, pero estoy convencido de que, cuando la superemos –creo que será en septiembre de este año–, recuperaremos la velocidad de crucero que teníamos. Pero la vocación de excelencia nos llevará a ser cada día mejores, asumiendo nuevas metas.

SHANGAY ⇒ Volviendo a las memorias, tal y como está la situación política y social en España, cualquier escenario es posible para el desenlace del drama… ¿Habrá un anexo que las complemente?
GREGORIO MARAÑÓN ⇒ Sinceramente, hoy no preveo escribir un segundo tomo de memorias, pero tampoco dos años antes había previsto escribir este libro…

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