Imposible no recordar a Jonathan Bennett como el adorable Aaron Samuels de ese clásico del cine teen que es Chicas malas, en donde cautivó a Lindsay Lohan –bueno a su personaje, Candy– y a un importante número de espectadores que consideran esta película como de culto, y de obligada revisión cada cierto tiempo –Mariah Carey incluida–.
Jonathan Bennett es abiertamente homosexual. Salió del armario en 2014, cuando hizo pública una carta que, teóricamente, escribía a su personaje en la popular película. Hace unos días, coincidiendo con el Día Mundial del Teatro, Bennett hizo pública una nueva carta, esta vez dirigida a su yo de 16 años.
Dicha publicación en redes, que se ha hecho viral, no deja de provocar reacciones de apoyo hacia el actor estadounidense de 39 años, que ahora mismo vive feliz en pareja, comprometido con Jaymes Vaughan. Y es que Bennett quiso recordar lo difícil que fue para él crecer siendo gay, y no ha dudado en contarlo, con la esperanza de que su historia inspire a otras personas LGTBI que puedan estar pasando por momentos tan duros como los que él vivió.
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De hecho, Jonathan Bennett cierra su post diciendo: «A cualquiera que se identifique con mi historia, que sepa que no está solo, y que eres una estrella y mereces brillar. Nunca dejes de cantar y bailar; da igual lo bueno que seas porque no se trata de ser perfecto, sino de brillar por ti mismo. Y el mundo necesita tu luz».
Bennett confesó que cuando era adolescente el teatro era su único refugio; el lugar donde podía ser feliz y olvidarse del bullying y la homofobia que sufría continuamente. «Os comparto un vídeo de un chico gay de 16 años en Ohio», comienza. «Es raro, sus dientes son demasiado grandes para su cara, y vive atemorizado a diario porque no encaja con el resto de los chicos de su clase. Un subnormal llamado Justin le empuja contra un casillero, y cuando camina por los pasillos le llama maricón».
Un acoso continuado que relata con detalles escalofriantes, hasta que comienza a hablar de lo que suponía el teatro para él. Lo consideraba su refugio, «un lugar donde por primera vez en su vida se siente seguro, donde no se le ridiculiza por ser diferente, sino que se le celebra. Ya no es un perdedor, sino que le hacen una estrella«. Asegura que se convirtió en un hogar.
Por eso Jonathan Bennett agradece en su texto a todas las personas que han tenido que ver con esas experiencias, las mejores de su adolescencia. «Fueras actor, director de escena, de iluminación, de sonido, de vestuario, incluso si solo compraste una entrada y apoyaste el teatro. Hiciste mucho más que eso. Hiciste un lugar seguro para tantos pequeños Jonathans que existen».
Un duro, pero precioso e inspirador testimonio, que nos recuerda la fortaleza de Jonathan Bennett, y de tantes adolescentes que habían vivido, desgraciadamente, experiencias similares.