Acudí sorprendentemente virgen a ver el Gran Hotel de las Reinas en Torremolinos. El espectáculo nacido de la triunfal primera edición de Drag Race España está despertando una enorme expectación, y no es de extrañar. Por suerte, iba a verlo en su tercera actuación, y logré evitar la mayoría de spoilers que me tropezaba en las redes. Me parecía básico y lo agradecí –aquí los evitaré, por cierto, para quien prefiera no conocer detalles concretos antes de verlo–.
El Auditorio Príncipe de Asturias acoge el show durante todos los sábados de agosto, y nada más llegar, una hora antes del inicio, ya notabas lo especial que es la cita. Enorme diversidad entre el público asistente –de abuelas con nietos a señoras bien hipermaqueadas–, un buen número de personas travestidas y colorido a tutiplén en los looks. A ver a las reinas de Drag Race España apetece ir con las mejores galas y apostando por la fantasía que ellas representan.
Me resultó llamativo desde el primer momento, y para bien, la escasez de referencias –por no decir ausencia, directamente– al programa madre. El Gran Hotel de las Reinas está concebido como espectáculo independiente de Drag Race España. Si no has visto el concurso, ni te interesa hacerlo, no pasa nada, no necesitas conocer nada sobre el germen del fenómeno para disfrutarlo.
El Gran Hotel de las Reinas es un show a caballo entre el musical, el vodevil y el cabaret, con puntos incluso que remiten a las Matrimoniadas de José Luis Moreno, pero en bien. Al frente del hotel, cómo no, la presentadora del programa, una Supremme de Luxe que está en un momento glorioso. Como conductora hace años que demostró que no tiene precio, y aquí se vuelve a ver. Elegante, ingeniosa y cañera cuando debe, Supremme provoca a la vez risas y paz.
Desde el principio, la travesti anuncia que el público viajará a otros mundos sin moverse de este hotel que es una pura fantasía. Y al final recordará que el espacio que comparten artistas y visitantes es un espacio absolutamente seguro en que se celebra la diversidad. Parece mentira, pero hoy más que nunca necesitamos espectáculos como este para recordárnoslo.
Qué gran acierto que Paca la Piraña sea el soporte cómico de Supremme de Luxe, que cuando se sale del guion resulta hilarante. Y que demuestra sus tablas como artista en un número musical que nos permite verla chispeante y sofisticada. Bravo por permitirle mostrar un registro que a muches les sorprenderá. Y bravo también por darle un espacio extra a Pupi Poisson para hacernos reír. Sin ella Drag Race España no habría resultado tan divertido, y aquí se le premia por ello con minutos extra para presumir de ingenio cómico.
El espectáculo está muy bien concebido y medido. Sus casi tres horas –con intermedio incluido– pasan como un suspiro, y está francamente bien estructurado. No es, ni mucho menos, una sucesión de actuaciones de las reinas de Drag Race España. Ni se sigue el orden de expulsión de las participantes a rajatabla ni se discrimina por el puesto obtenido en el programa. Y, de hecho, alguno de los números más impactantes los protagonizan drags que no tuvieron la mayor de las visibilidades en el show. Hablo de The Macarena –qué gran apertura–, Inti, Hugáceo Crujiente y Drag Vulcano, concretamente.
Qué grande resulta la diversidad de arte drag que se despliega en el escenario. Qué bien están concebidos todos los números, con una ambiciosa puesta de escena que en ocasiones resulta casi inesperada. Y qué bien resueltas todas las actuaciones. El show va constantemente in crescendo, y las reinas a las que todavía se nota que les faltan tablas están muy bien apoyadas por bailarines y proyecciones que disimulan sus carencias y refuerzan su potencial.
El conjunto supone además todo un viaje por la cultura pop de las últimas cuatro décadas, y ese es otro plus. Menudo festín de referencias, guiños y homenajes a todo tipo de artistas que han marcado e inspirado a la comunidad LGTBI, con cierre apoteósico de la ganadora, Carmen Farala. Este hotel te hace sentirte realmente en casa y no querer abandonarlo nunca.
Se nota que le falta cierto rodaje, y quedan por pulir detalles de sonido –para entender con claridad todos los diálogos– e iluminación para que todas la artistas brillen por igual –sufrí especialmente con Sagittaria, inmensa a pesar de que no siempre la viéramos durante todo su actuación lo bien que merecía–.
Nada que no tenga arreglo, ni que empañe la brillantez de una propuesta que engancha y emociona. Y, sobre todo, con entidad y personalidad propia. Ni una vez se nombra a RuPaul en el Gran Hotel de las Reinas. Ni falta que hace.