Lo que nunca me dijeron en el colegio sobre Lorca: que era maricón

Comienza un nuevo curso, y Carlos Barea confía en que se rompa el tabú de la educación en la diversidad y se garanticen espacios seguros para todes. Y que se enseñe, por ejemplo, que Lorca era de los nuestros.

Lo que nunca me dijeron en el colegio sobre Lorca: que era maricón
14 septiembre, 2021
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A mí nunca me dijeron en el colegio que Federico García Lorca era maricón. Y eso que nací y crecí en un pequeño pueblo de Granada que, prácticamente, lindaba con su lugar de nacimiento. Por este mismo motivo, era más que habitual, en mi más tierna infancia, que el profesorado recurriera a su figura a la hora de educarnos.

Por ejemplo, todos los años, en la función de fin de curso, representábamos El maleficio de la mariposa. También nos sabíamos de memoria aquello de “Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas” y, ya un poco más mayores, La casa de Bernarda Alba era de lectura obligatoria. A todos y a cada uno de los maestros se les llenaba la boca hablando de la obra del ilustre escritor, poeta y dramaturgo que nació entre las verdes tierras de nuestra vega granadina.

Lo que nunca me dijeron en el colegio sobre Lorca: que era maricón

Ilustración: Iván Soldo

No fue hasta años más tarde, quizá ya viviendo en Madrid, que descubrí que Federico era uno de los nuestros. Nadie me había contado nada acerca de su huida de Madrid a Granada, temiendo un fusilamiento que finalmente llegó, ni que permaneció en España más tiempo del debido porque estaba esperando la autorización de los padres de su amante, aquel “rubio de Albacete”, para exiliarse con él a México.

La maquinaria del cisheteropatriarcado, una vez más, había extendido sus alas sobre mi educación y, cuando me enteré de todo aquello, me sentí engañado. Me había pasado la infancia creyéndome solo en el mundo cuando nuestro poeta más universal, aquel que había sido alumbrado por las mismas tierras que yo pisaba, me hubiera podido acompañar en el camino.

Años más tarde también vino el descubrimiento de la sexualidad de otros autores que había estudiado a lo largo de mi vida –Gloria Fuertes, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre o Jacinto Benavente, entre otros muchos– y el sentimiento de engaño fue en aumento. Ahora comienza un nuevo curso, ya muy alejado de aquellos tiempos en los que el camino que recorríamos era un páramo en cuestión a referentes LGTBIQ+.

«Ya han sido demasiadas las orlas en las que el rarito, el mariquita o la marimacho sonreíamos a cámara con la mirada triste»

Actualmente, por fortuna, la educación en diversidad comienza a abrirse paso poco a poco, aunque aún con demasiadas dificultades. El pin parental, los partidos de ultraderecha y la desinformación soplan con fuerza para intentar ahogar el derecho básico al desarrollo libre y pleno de nuestra propia subjetividad.

Pero no podemos ceder ni un paso porque ya han sido demasiadas las orlas en las que algunos niños –el rarito, el mariquita, la marimacho– sonreíamos a cámara con la mirada triste, esa mirada perdida por no reconocerse en su entorno, y hartos de escuchar cuentos de caballeros andantes que salvan a damas en apuros o de princesas que besan ranas para convertirlos en príncipes. Miradas de soslayo que se preguntaban, en silencio y con muchas reservas, qué tenía de malo que dos príncipes se cogieran de la mano o que dos princesas vivieran felices en su castillo medieval.

Si a mí nunca me dijeron que Lorca era maricón, ahora, gracias al trabajo de los que nos precedieron, yo sí puedo decírselo a los que vienen detrás. Tenemos ante nosotros la maravillosa oportunidad de enseñar a las nuevas generaciones que no solo existe una única forma de relacionarse con el mundo, y que esas grandes figuras ilustres, que tanto hemos idolatrado, no siempre han comulgado con la heterosexualidad obligatoria.

«Los profesores deben ser los diques de contención de los discursos de odio»

Por tanto, son ahora los profesores, aquellos héroes que habitan la primera línea de batalla –disculpadme el tono bélico–, los que deben estar vigilantes y ser los diques de contención de los discursos de odio, esos que consideran que reclamar nuestra parcela de realidad es una cuestión ideológica. Pero para conseguir contenerlos se necesita un apoyo institucional que nunca termina de fraguarse.

Es hora de que los partidos progresistas se unan para romper el tabú de la educación en diversidad y garanticen unos espacios educativos seguros para todos, todas y todes. Solo de esta manera conseguiremos enriquecer nuestra sociedad, al mismo tiempo que lograremos evitar el sufrimiento de muchas, muchísimas personas.

CARLOS BAREA ES ACTIVISTA CULTURAL, ESCRITOR E INVESTIGADOR INDEPENDIENTE. SU ÚLTIMA OBRA PUBLICADA ES BENDITA TÚ ERES (EGALES)

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