Alaska: "Me gusta creer que somos individuos, no un gran colectivo en el que todos somos iguales y pensamos igual"

Alaska es protagonista de la bandera LGTBI del Anuario 2021 de Shangay cuando se cumplen 25 años de su primera portada en Shangay.

Alaska: "Me gusta creer que somos individuos, no un gran colectivo en el que todos somos iguales y pensamos igual"
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

29 diciembre, 2021
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Un cuarto de siglo en el que han cambiado muchas cosas y, a la vez, nada. Lo que ha cambiado, a la vista de todos está. Lo que se ha mantenido lo tiene este plumilla –el mismo que la entrevistó entonces– enfrente [puedes leer esa entrevista con Alaska pinchando aquí] . Sigue ante la misma persona, que continúa con los mismos modos, las formas y su coherencia en este cuarto de siglo.

Esta es la historia real: en 1996, cuando fui a entrevistarla para otro conocido medio, le pregunté si podía hacerle también otra entrevista para “una revista gay que se llama Shangay”. ¿Su respuesta? Muy directa: “¡Uy claro que la conozco! Vuelve a encender la grabadora…”, que entonces era de casete. Desde aquel momento, Alaska es de la casa. Por este aniversario tan redondo la hemos llamado para ser Bandera LGTBIQ+ de nuestro anuario 2021.

“Me habéis elegido por cariño familiar. Me conocéis desde pequeña, y os conozco desde que erais pequeñas también [risas]. Shangay creció en Stella [nota para millennials y centennials: un club que ella regentaba, y que era el sitio en el que todas queríamos estar], cuando en la manifestación éramos cuatro gatos de pie… Mi primera vez en una carroza, fue en la de Shangay. Estoy ahí, pionera, en esa portada, cuando era en blanco y negro. Y con la bandera y mis amigas en otras, ya en color. Ahora me habéis vuelto a elegir por relación familiar, porque estamos en lo mismo. Lo he sido [bandera] desde la portada; desde la carroza, y ahora lo soy como un ‘título de honor’ [risas]. ¡Gracias!”, nos dice.

Ella mantiene su mismo discurso, pero la realidad es que nuestro país ha cambiado mucho en estos 25 años: “Cuando vives en un sitio te parece que lo que ha cambiado es tu país, pero lo que ha cambiado es el mundo. Los grandes cambios, tanto los que son positivos como los que son negativos, no son por nuestra cosa estructural especial: ha cambiado el mundo. Hay unas líneas, seguramente de pensamiento, unas más libres, otras más únicas, que no eran posibles hace 25 años. Como todo lo que es pequeño, una lucha casi underground, ha tenido otras directrices. Cuando las cosas llegan a tener un cierto grado de poder, bueno, pues se analizan de otra forma. Pero no es un caso español. Es del mundo occidental, tal y como lo entendemos, que es el que conocemos y del que nos nutrimos”.

Sin embargo, Alaska es de las que aseguran que las cosas conseguidas no tienen garantía de por vida. Por eso, no deja ni terminar la pregunta de si considera que hay que seguir haciendo bandera: “¡Siempre! A ver, ‘hacer bandera’, dicho así suena hasta fútil, no sé… Creo que hay que pelearse por las cosas, porque nada se consigue eternamente. Siempre pongo el mismo ejemplo: en España hubo divorcio con los liberales, y luego volvió la monarquía y dejamos de tenerlo. Ni siquiera las leyes son una garantía; van y vienen. Hay que afianzarlas. Y no solo hay que afianzar la ley, sino su uso en la ‘realidad’. En el colegio, en tu casa, en el trabajo. Y eso es una lucha, un trabajo, diario. Es como la pareja: todos los días hay que trabajársela”.

“Yo no soy quién para decir cuáles son los pasos que hay que dar; de la misma forma que no me gustaría que nadie me dijera cuáles son los que tengo que dar yo»

Hay que seguir avanzando, pero también es muy clara en ese aspecto: “Yo no soy quién para decir cuáles son los pasos que hay que dar; de la misma forma que no me gustaría que nadie me dijera cuáles son los que tengo que dar yo… Creo más en la individualidad, en la lucha individual de cada uno por ser realmente quien quiere ser. Obviamente, gracias al colectivo y a las leyes colectivas, todos tenemos una serie de garantías que no se tienen cuando se está de forma individual. Pero me gusta pensar que somos individuos, no un gran colectivo en el que todos pensamos igual y todos somos iguales”.

Esta entrevista se hace justo el día que salta la polémica por el anuncio de la ‘huelga de juguetes’. “Hay cosas que no considero polémicas, y creo que hacerlas polémicas… Mira, cuando yo era pequeña se quemaban sujetadores. Yo no me sentía identificada con la quema del sujetador, sino que me sentía identificada con Dolly Parton. Después ya llegó Madonna, y en vez de quemar el sujetador, se lo puso por fuera. Pues yo soy más de ponérmelo por fuera que de quemarlo. Pero ningún problema: si usted considera que tiene que quemar el sujetador, ¡quémelo! Mientras no me obligue a mí, yo no le voy a obligar a que se lo ponga”.

Alaska: "Me gusta creer que somos individuos, no un gran colectivo en el que todos somos iguales y pensamos igual"

Como ella nos recuerda, fue la primera persona conocida en una carroza, y lo hizo en la nuestra, que fue, también, la primera en salir en un Orgullo de Madrid (y en España) [puedes recordar esa carroza pinchando aquí] . Cuando le damos a elegir una de las banderas LGTBIQ+ que llevamos, no lo duda: “La trans y la bisexual, ¡eso es lo que yo soy”.

«Hay que pelearse por las cosas; nada se consigue eternamente; Ni siquiera las leyes son una garantía; van y vienen»

Luego la retamos a que nos diga dónde la pondría hoy: “En aquel vestido que me hice para la carroza de Shangay, que ha heredado Valeria [Vegas]. Siempre es un lugar estupendo: llevarla uno encima”, asegura sin pensárselo un segundo. Es una de las herederas de la legendaria (y manida) movida madrileña, pero ella siempre estuvo más escorada al sector marica, que hoy llamaríamos queer o LGTBI. Sus integrantes han evolucionado cada uno por su camino. Pero los que están activos siguen siendo auténticos referentes en sus campos. “De la gente que yo conocí en aquel momento, de los que era amiga, creo que los únicos que siguen vivos son Pedro [Almodóvar] y Fabio [McNamara]. A Fabio lo veo mucho; a Pedro, menos. Más como una cosa social, cuando hay un estreno, o porque tenemos mucha gente en común y coincidimos. A Fabio es al que más trato de todos”.

Ni una palabra de su íntima Bibiana Fernández, cosa que puede sorprender. “Yo a Bibiana no la trataba entonces tanto. Nos conocimos de una época para acá. Por eso no pienso en ella cuando hablamos de esos años. Tú si lo haces, porque ves como un global de personajes. Pero si pienso en las personas con las que estaba entonces, no era con Bibiana. Coincidías en una fiesta, en una discoteca, en casa de alguien… Pero no era del círculo que yo me trabajaba. Eran las Costus, que no están, Fabio. En su momento, Los Pegamoides; en el suyo, Dinarama… Poco más”. Le recordamos que Bibiana también fue personaje de bandera en uno nuestros anuario de 2018: “Ella es el triunfo del individuo, que es a lo que yo voy. Es decir, tener muy claro tu pensamiento individual y mantenerlo hasta la muerte. Esté o no en sintonía con el discurso oficial”.

Durante unos años, Alaska fue la auténtica diosa de la noche de Madrid. Ella misma lo recuerda cuando repasa su historia con Shangay. “Esto es una cosa que no sabe mucha gente, salvo que tengas una edad y hayas vivido ese Madrid. No se sabe lo que fue Morocco [nuestra primera entrevista de la que antes hablamos, fue en su camerino de ese club], lo que fue Stella, lo que se hizo en esos sitios. Quién era David Delfín o Dani Pannullo allí…, o el Shangay cuando hacía el Tea Dance. Es una parte de la historia que no es conocida”.

Ella era como Bianca Jagger, y el Stella era su Studio 54… “Pues no lo sé [risas], creo que es mucho decir. Pero sí que es verdad que aquella idea de que cada noche fuera un club diferente era algo nuevo, que en España no se había hecho. Lo empezamos a hacer allí, y duró como cinco o seis años”. En lo de ser la reina de la noche es algo en lo que sí que ha cambiado: “Es verdad [risas]. A mí me cambió el biorritmo. Ahora me puedes pedir que te escriba un artículo a las seis de la mañana, levantándome, y antes me lo podías pedir a esa hora, pero antes de acostarme… Contra la biología no se puede luchar, ¡no hay más! Salgo poco, pero esto no tiene que ver con la edad. En la época de Dinarama, cuando iba a México y teníamos cien conciertos, pues no podía salir. Estaba haciendo un concierto en algún lugar del mundo mientras mis amigos iban a los sitios. Normalmente, los fines de semana estoy trabajando, y es difícil coincidir”.

Sin embargo, se niega a ser de las que dicen que la noche ya no es lo que era. “Es lo mismo, con otros escenarios, otras edades, personas… Eso es como cuando un taxista me dice: ‘Uy, usted ya no canta’, será que él no escucha nuestra música. Odio que la gente mayor diga ‘la noche, las discotecas, ya no son como antes’… Pues no es verdad, sí que son i-gua-les [remarca cada sílaba]. Lo que pasa es que, obvio, ahora los que queman la noche son los que tienen menos de 30 años”. Lo dicho, no cambia.

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