El emperador Adriano es todo un icono queer. Obras como Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, son la mejor prueba de ello. O Hadrian, la ópera de Rufus Wainwright que ahora llega al Teatro Real con Ainhoa Arteta, en el que es su regreso al coliseo de la plaza de Oriente tras todos sus problemas de salud, felizmente superados. Si ya lo era, con esta obra se consagra como diva LGTBI de la lírica.
«Es una obra maestra, y su partitura tiene los duetos más bellos jamás escritos del amor entre dos hombres. Son tan maravillosos que te enamoras de su amor», nos dice la soprano donostiarra mientras está inmersa en el estudio de su personaje, Plotina. El rol titular, el de Adriano, recae en el barítono Thomas Hampson, que ya estrenó este papel en Canadá, en la première mundial de esta ópera del compositor y cantautor estadounidense-canadiense, en octubre de 2019.
«Su partitura tiene los duetos más bellos jamás escritos del amor entre dos hombres»
La obra llega al Real en una única función el día 27 de julio, y en versión semiescenificada. Las impactantes fotografías de Robert Mapplethorpe que protagonizaron la escena en la Ópera de Toronto van a estar muy presentes en el escenario del Real, donde se presenta una narrativa construida a partir 300 imágenes de este icónico fotógrafo estadounidense, todo un revolucionario de la cultura queer del siglo XX. A través de ellas, el espectador percibirá las tensiones y los tormentos de los diferentes personajes, a la vez que irá descubriendo la historia de un emperador abatido que lo tuvo todo, salvo lo único que deseaba de verdad.
Adriano fue elegido emperador de Roma tras Trajano. Fue un gobernante atípico. Después de su ascenso al trono imperial no olvidó su sensibilidad artística, que compaginó con su inteligencia política, algo que en ese momento parecía incompatible. Pero sobre todas las cosas aparece, lo cubre todo, el amor que el emperador sentía por Antinoo, un bello jovencito del que se enamoró locamente. Incluso ese amor sobrevivió a su muerte, cuando Antinoo se ahogó de forma misteriosa en el Nilo. En su memoria, Adriano construyó y le dio su nombre a una ciudad, le deificó y le dedicó la mayor cantidad de estatuas que se dedicaron a un persona en el Imperio Romano.
La ópera Hadrian (Adriano), que ahora llega al Teatro Real, está basada en su vida. Reúne los ingredientes perfectos para una trama de ópera clásica que narra la historia de amor entre Adriano y su joven amante. Pero hay diferencias respecto a las óperas convencionales en las que, como en las películas de Hollywood, la trama se centra en chico conoce chica, chico se enamora de chica y, normalmente, aparece otra chica u otro chico en medio de la relación.
En el mundo de la ópera tradicional se podría reducir a esto: el tenor y la soprano se aman, pero el barítono se interpone para evitarlo. En este caso, la historia es el barítono y el tenor se aman, pero la soprano se interpone. Es por eso por lo que, para muchos, Hadrian es claro ejemplo de ópera gay, como también lo fueron Brokeback Mountain, de Charles Wuorinen, cuyo estreno mundial fue precisamente en el Teatro Real en enero de 2014, o Billy Budd, de Benjamin Britten, un clásico de la ópera del siglo XX –y todo un referente de la cultura gay antes que se impusieran los términos queer o LGTBI–, y cuya última puesta en escena en Madrid, producción propia del Teatro Real, fue mundialmente premiada.
Adriano, emperador de Roma, envejecido y enfermo del corazón, pasó los últimos días de su vida retirado del bullicio de la vida cortesana. Repasando su pasado en una extensa carta dirigida a su amigo Marco, se nos muestra como un hombre ilustrado y sabio, protagonista de una vida en equilibrio entre los deberes políticos y sus sentimientos hacia sus semejantes. Inmerso en esa profunda soledad que proporciona el ser el hombre más poderoso del mundo, se cuestiona si ha merecido la pena abandonar la posibilidad de ser feliz para mantener el poder absoluto.
Cartel promocional de Hadrian, que se estrena en el Teatro Real el 27 de julio.
Su vida llega ahora al Teatro Real bajo la mirada de Rufus Wainwright, en una ópera con libreto de Daniel Mcivor. La obra cuenta con el beneplácito de la Mapplethorpe Foundation. Es la segunda incursión en la ópera del cantautor tras Primma donna. Pero no es la primera vez que el emperador romano protagoniza una ópera. Compositores como Pergolesi, Caldara o Johann Christian Bach ya llevaron su vida a la ópera en siglos anteriores. Pero, sin duda, esta es la obra más LGTBI de todas. Los ingredientes, por todo lo que hemos contado, así nos lo garantizan.
La obra de Robert Mapplethorpe está muy presente en el montaje, con trescientas fotografías de este artista que revolucionó la cultura queer del siglo XX.
Esta nueva obra intenta revivir y reconectar a las nuevas generaciones con el género lírico. Una composición contemporánea que ofrece una nueva perspectiva sobre la ópera actual, utilizando la melodía, la armonía, las emociones profundas, las arias y las escenas de conjunto siguiendo el mismo enfoque que sigue la gran ópera tradicional. Una historia de amor homosexual en la Roma imperial, compuesta en el siglo XXI, pero con la pasión y la estructura de la gran ópera del XIX.
La propia Ainhoa Arteta, que se enfrenta al rol por vez primera nos dice: «Musicalmente hablando es una maravilla. Desde que comencé a estudiarla me ha cautivado. Solo deseo ahora que venga su autor, Rufus Wainwright, para que me cuente varias cosas sobre la partitura».
Pronto podrá hacerlo, porque en breve Wainwright estará en Madrid. El cierre de temporada del Teatro Real es, que duda cabe, el colofón perfecto tras el Orgullo.
Más info y venta de entradas en la web del teatro real, aquí