Con proyectos de lo más variados que han visto la luz en 2022, y a punto de estrenar en enero su segundo largometraje, La Piedad, Eduardo Casanova cierra el año contento y a la vez expectante.
Es un buen momento para echar la vista atrás y recordar todo lo vivido en los últimos doce meses, tanto a nivel profesional como personal.
Llega a la cita atacado, como es habitual en él. Eduardo Casanova es puro nervio, y es hora de repasar un año frenético para él, que remata ultimando todos los detalles del estreno en España el 13 de enero de su segundo largometraje, La Piedad. Así que mantiene su móvil muy cerca, y va apagando fuegos todo el rato. Solo se da un respiro durante el tiempo que dura la entrevista, en la que se concentra del todo.
Es un gran conversador, trepidante, apasionado. Y está feliz de echar la vista atrás y repasar todo lo que ha vivido en 2022. “Ha sido un año muy increíble”, afirma con rotundidad. “A partir de rodar La Piedad y de terminarla, me he convertido en una persona superdiferente. Aunque ahora, a punto de estrenarla, esté reviviendo en parte ese estrés que me supuso hacerla, porque es una película catártica; me estoy teniendo que enfrentar de nuevo a preguntas y emociones que hablan mucho de mí, y me revuelven”.
Lo importante es que desde hace año y medio se siente distinto. “Todo ha cambiado para mí, y también a mi alrededor. A mi lado están las personas justas, y contadas, mis relaciones han cambiado, y también mi manera de enfrentarme a los conflictos y a la vida. Lo hago desde un lugar bastante más relajado, aunque no lo parezca. Y soy mucho más feliz”. No son pocos los directores que han aprovechado su cine a lo largo de la historia para exorcizar demonios propios, y Casanova se une a esa lista. “Cuando te enfrentas a un proyecto que habla tanto de ti, y en el que vuelcas cosas que necesitas superar, eso te hace evolucionar».
Una vez más, Eduardo ha utilizado su arte para liberarse, esta vez con La Piedad, la historia –por supuesto, nada convencional– de la relación entre una madre (Ángela Molina) y su hijo enfermo de cáncer (Manel Llunell). “Costó mucho levantar la película, lo pasé muy mal”, recuerda. “Fue un momento de crisis y depresión, fue horrible. Pero son etapas que te hacen avanzar cuando las superas…”.
«La única forma de cambiar las cosas en el sistema es hacerlo desde dentro»
Mientras preparaba el lanzamiento internacional de su segundo largo, Casanova se embarcó en una aventura totalmente diferente: la serie Nacho, basada en la biografía del actor porno Nacho Vidal, de la que ha dirigido varios capítulos. “Para mí ha sido importante este trabajo, porque quería demostrarme (y a la gente también) que no solo soy capaz de hacer cosas muy personales, que puedo dirigir proyectos mainstream. Me ha venido muy bien comprobar que no tengo limitaciones”.
Asegura que no sintió ningún miedo cuando aceptó participar en esta aventura, a priori tan comercial, producida por Bambú. “Tengo muy claro que sé dirigir, que me gusta hacerlo y que es mi forma de vida. Lo que pasa es que hasta ahora solo he mostrado mi faceta más de autor. Bueno, también he hecho mucha publicidad, que ha podido ser personal a un nivel estético pero que no lo es en el fondo porque no tiene un discurso”.
De ahí que también disfrute cuando se embarca en proyectos dirigidos al gran público, porque siempre hay en él una voluntad oculta. “Siempre digo que la única forma de cambiar las cosas en el sistema es hacerlo desde dentro. Yo procuro aportar mi granito de arena para que se hagan trabajos más inclusivos, más artísticos y con puntos de vista autorales, aunque con la capacidad de que lleguen a la mayor gente posible. No solo es un reto, también un deber; y he descubierto que es algo que se me da muy bien”.
Otra aventura gratificante para él ha sido el documental Sexilio, que ha dirigido como parte de la campaña Hay ganas de Orgullo de pueblo, que desarrolló durante este 2022 J&B. “Me vino en un momento complicado, cuando estaba posproduciendo La Piedad y rodando Nacho”, recuerda. “En otras circunstancias habría dicho que no, pero me interesaba tanto el proyecto que decidí hacerlo”. Y es que Eduardo ha desarrollado una importante obsesión con el género documental. “De hecho, en 2023 estrenaré mi primer largo documental, Al margen, que he producido yo mismo”, avanza. “Tengo muchas ganas de investigar a través de este formato, porque cuando ruedas un documental no hay duda de que lo que se cuenta es real. Aunque mis películas nazcan de la realidad, en muchos momentos las historias parecen irreales”.
«La terrible situación que estamos viviendo me empodera para luchar más»
Su primera incursión en el género no ha podido ser más satisfactoria. “Poder mostrar las realidades de personas disidentes de género y con distintas orientaciones sexuales me parecía necesario. Me hacía mucha ilusión formar parte de una campaña tan grande, tanto por poder aportar mi esencia al documental como por reivindicar la figura de Fernando Estrella”. Sexilio le hizo aprender algo muy importante de lo que intenta acordarse a diario: “Que soy una persona muy privilegiada, aunque haya sufrido LGTBIQfobia, como tantas otras. Y quienes tenemos privilegios dentro del colectivo tenemos que luchar por las que no los tienen”.
En un año en el que, desgraciadamente, han seguido creciendo los delitos de odio, Eduardo Casanova se muestra más combativo que nunca. “Por intentar buscar una cara positiva a esta situación, veo que cada vez nos defendemos de una forma más rebelde, punk y subversiva. Y creo que es una buena manera de hacerlo… Me encanta la manera de actuar de Eduardo Rubiño o de Carla Antonelli, a los que adoro y admiro, o incluso de Killer Queen, cuando se presentó en el Congreso travestida, la primera drag en hacerlo. Pero también reivindico ser incendiario; así es como han empezado todas las revoluciones, y eso lo hemos recuperado, porque nos vemos muy atacades. La terrible situación que estamos viviendo me empodera para luchar más”.
«Reivindico ser incendiario; así es como han empezado todas las revoluciones»
Asegura que la etiqueta de cineasta queer no le molesta, “porque soy una persona LGTBIQ+ y soy director de cine”. No puede estar más agradecido del recibimiento que La Piedad ha tenido en festivales internacionales (con reconocimientos como el de mejor película en el Fantastic Fest de Austin o el Premio Especial del Jurado en Karlovy Vary), porque eso demuestra que su personal lenguaje interesa, y llega, a nivel global. “Aunque en mi cine no trate problemáticas LGTBIQ+, al dirigirlo yo, de alguna forma el discurso y la manera de contar las historias son inclusivos”. Al final, la reflexión es clara: “Lo más queer de mis películas soy yo”, dice sonriendo. “Y entiendo que a maricones, lesbianas, personas trans, intersexuales, travestis, etcétera les interese mi cine, aunque no hable de nosotres específicamente”.
Además, la utilización del rosa como elemento central de su estética sigue teniendo algo de combativo, “refleja rebeldía”. Aunque dice que seguramente el rosa vuelva a aparecer en otros proyectos suyos en el futuro, tiene una primicia que darnos: “La Piedad supone una despedida de muchas cosas. Como ha dado pie a separaciones, de alguna forma supone también el momento de decir adiós al rosa”.
No parece un mal momento para hacerlo tras haber trabajado en ella con una de las mayores actrices que tenemos, Ángela Molina. “Trabajar con una leyenda como ella ha supuesto un reto”, explica. “Porque es alguien que sabe más de cine que yo. Incluso sabe manejar la cámara mejor que yo. Para mí ha supuesto todo un máster, y ha sido muy fácil rodar con ella, porque se entregó en cuerpo y alma”. Y le ha traído importantes beneficios a nivel personal, confiesa. “Me ha subido la autoestima, a pesar de que ahora mismo ande de ella regular. Ángela Molina no acepta cualquier proyecto, y eso para mí lo dice todo”.
Cuanto más se acerca el estreno de su segunda película en nuestro país, en enero de 2023, mayor es su excitación. “Estoy deseando que la vea el público español”, afirma. “Puede sonar patriótico, pero no creo que haya nada malo en serlo y en reivindicar La Piedad como película española, porque lo es”.
Al preguntarle por su favorita de este año, dice que lleva tiempo sin ver apenas cine. “Cuando estoy trabajando procuro evitarlo, siento que me lleva a escribir cosas que ya están hechas”. Pero sí destaca una. “Me quedo con la única que he visto, Mantícora, de Carlos Vermut, para mí el director más importante en España”. Siente adoración por él, y asegura que no dice esto porque sean amigos, sino porque lo siente así. “Creo que es la mejor película del año…, después de La Piedad, ¿no?”, bromea entre risas.
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