Real Coliseo del Buen Retiro, en Madrid, año 1744. La ópera Aquiles en Esciros, de Francesco Corselli, subía a escena apadrinada nada más y nada menos que por Farinelli, mano derecha de la reina Isabel de Farnesio. 279 años después llega al escenario de la Plaza de Oriente la obra que, para muchos, es uno de los mejores ejemplos de ópera queer: «En los siglos XVII y XVIII, el travestismo estaba en todos los compositores, desde Monteverdi a Cavalli«, nos dijo entonces Mariame Clément, directora de escena de esta nueva producción del Teatro Real de Madrid.
La recuperación de esta partitura –ahora ya por fin una realidad– es uno de los acontecimientos culturales del año. Francesco Corselli era músico de la corte, y recordemos que estamos en una de las épocas más ricas a nivel cultural de nuestro país. La reina Isabel de Farnesio, esposa de Fernando VI, tenía a Farinelli como uno de sus más fieles amigos y consejeros. El mítico castrato era, posiblemente, la persona más influyente del momento en Europa. Había venido a España para ‘curar’ la melancolía de Felipe V, el primer rey Borbón, años antes, y se había quedado aquí.
Corselli, italiano de nacimiento, pasó prácticamente toda su vida profesional en Madrid. Por eso, para Joan Matabosch, director artístico del Real, «estamos ante la recuperación de una de las grandes obras del barroco español», con independencia de que su compositor haya nacido en Piacenza. «El libreto es una joya, y musicalmente es de una enorme calidad», apostilla Álvaro Torrente, del Instituto Complutense de Ciencias Musicales, organismo responsable de esta recuperación.
El contratenor Franco Fagioli, una de las estrellas mundiales de la ópera, en un momento de los ensayos del montaje que se iba a estrenar en el Teatro Real justo antes del confinamiento. [Fotos: Javier del Real]
«El Madrid de esos años es sumamente atractivo a nivel musical. Pero hay una gran laguna sobre lo que ocurrió entre 1730 y 1770. Por eso es tan importante recuperar esta obra de 1744. En aquellos años, lo mejor del mundo de la ópera a nivel mundial estaba aquí. La vida operística del XVIII era muy interesante», nos aseguró entonces Ivor Bolton, que estará ahora en el foso de esta producción al igual del resto del equipo artístico original. El director musical del Teatro Real es, además, una de las mejores batutas en este repertorio del barroco.
La obra es una ‘ópera dramática en tres actos’ [en esta producción se representa en dos partes, con un descanso en la mitad del segundo acto] y el libreto narra la historia de Aquiles, que para evitar la muerte decide ocultarse en la corte del rey Licomedes, en la isla griega de Esciros. Pero para ello tiene que ir travestido y se hace pasar por una mujer llamada Pirra. Allí se enamora de Deidamía, hija del rey de la isla. Pero resulta que, travestido como Pirra, resulta tan tremendamente atractivo que el novio de su amada se enamora de él… El enredo está servido. Y todo esto en 1744, fecha en la que se estrenó la obra con motivo de la boda de la hija de Felipe V (la infanta María Teresa Rafaela) con el delfín Luis de Francia (hijo de Luis XV).
«Eso de que el héroe más viril de la guerra de Troya aparezca disfrazado de mujer no podía ser más que un sarcasmo hilarante. Y encima, otro hombre está atraído sexualmente por este héroe, un hombre que está interpretado por una mujer. Después de esto, que nos digan si la ópera merece tantas etiquetas de antigua, elitista y rancia, o si resulta que tendremos que reconocer que la ópera es realmente la que ha inventado lo queer«, asegura Clément en el programa de mano.
«De hecho, en su estreno en el teatro de corte del Palacio del Buen Retiro, todos los papeles principales fueron interpretados por mujeres salvo el del rey, que era un bajo. Era normal en la época que se distribuyeran los papeles en función de los cantantes disponibles, independientemente del género de los personajes. Esto supone un nivel de libertad y de abstracción que en el siglo XIX pasará a ser inconcebible y que, incluso en la actualidad, todavía nos cuesta aceptar. No solo en la ópera, sino también en el cine y en el teatro. Estamos volviendo muy lentamente a recuperar algo de esta libertad. No hay más que ver la polémica reciente sobre el hecho de que una mujer interprete a James Bond, sobre las mujeres que han interpretado a los reyes shakesperianos en algunos montajes teatrales o, recientemente, sobre la osadía de que un hombre haya interpretado a Lucrèce Borgia en la Comedie Française. Todas estas polémicas habrían sido incomprensibles en el siglo XVII. Insisto en lo de antes: la ópera ha inventado lo queer«, continúa la directora de escena.
En el caso de la producción que ahora se estrena en el Real, «un hombre interpretado por una mujer se siente sexualmente atraído por una mujer que, en realidad, es un hombre que va vestido de mujer. Y encima es un papel interpretado por un contratenor, que es un timbre de mujer interpretado por un hombre. ¿Alguien da más?», bromea Matabosch, el gran impulsor de este proyecto que ha puesto a Madrid en el punto de mira de los melómanos de medio mundo.
Y ese contratenor no es otro que Franco Fagioli, el argentino que se ha convertido en la superestrella mundial en su tesitura. Porque esa es otra, el repartazo que canta las ocho funciones de Aquiles en Esciros es de antología. Sabina Puértolas (que interpreta travestida al príncipe Teagene) puede vivir otras noches memorables en el coliseo madrileño. El morbo está servido.