Hay dos motivos con nombre (voz) y apellido propios para no perderse el Rigoletto que acaba de estrenarse en el Teatro Real. Estos dos motivos son Julie Fuchs y Xabier Anduaga. El pasado 2 de diciembre ambos debutaron en como Gilda y como duque de Mantua, dos de los papeles más bellos y exigentes del repertorio operístico. Y ambos eligieron Madrid para ello, en uno de los tres repartos que hay en las veintidós funciones previstas hasta el 2 de enero.
Cualquier teatro del mundo hubiera deseado tenerlos. Pero ha sido el coliseo de la plaza de Oriente donde tanto el tenor donostiarra como la soprano francesa han querido debutar en estos exigentes roles verdianos, protagonistas de una obra que marcó un punto de inflexión en la ópera tras su estreno en La Fenice de Venecia en 1851.
Ambos son voces muy conocidas en este teatro, pero nunca habían coincido en un escenario. Y han sido también las tablas del Teatro Real donde se ha producido este encuentro de altísimo voltaje canoro. Bajo la batuta del maestro Nicola Luisotti, director principal invitado de la casa, saltan las chispas de una de esas parejas de ópera que nos recuerdan a otros tiempos de leyenda, pero con los pies bien puestos en el siglo XXI.
La producción de Miguel del Arco con la que Rigoletto regresa al Real nos propone un mundo sórdido, en el que los bufones siguen existiendo sin necesidad de remontarnos a las cortes ducales de una Italia que aún no existía como tal. Es en ese mundo de perversos personajes sin escrúpulos –en el que los poderosos siguen haciendo un uso desmedido de su poder para destrozar la vida de los débiles– donde Anduaga y Fuchs sacan toda su artillería pesada desde el primer acto.
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En el mismo momento en el que el donostiarra ataca magistralmente la arieta Questo o quella del primer acto, ya vemos que este Rigoletto será de antología. Palabras mayores que se confirman en el dúo que preludia el exquisto Gualtier Maldè, de la Fuchs. Sublime ese caro nome que hace que Gilda caiga rendida a los pies de un sátrapa al que Verdi ha regalado algunas de las páginas más bellas de la historia de la ópera.
Fuchs y Anduaga; Anduaga y Fuchs. Dos de las nuevas voces de la ópera que conquistan el mundo. La soprano es una apasionada de la ópera francesa que ahora demuestra que se mueve como pez en al agua en roles verdianos tras especializarse en papeles mozartianos. Guarda en su casa tres premios Victoires de la Musique (por decirlo de otra manera, los Oscar de la música clásica en Francia), y fue segundo premio en el prestigioso concurso Operalia. Se ha convertido en una especie de ‘Marianne cultural’ en el país galo. Tras el confinamiento, fue la elegida para reabrir la maravillosa Opera Garnier, junto al prestigioso director suizo Philippe Jordan al frente de la Orquesta de la Ópera de París.
A sus veintiocho años, Xabier Anduaga ha pisado las mejores casas de ópera mundiales. Galardonado en 2021 por los International Opera Awards como Mejor Tenor Joven del Mundo, dedicó poco después su premio Opera XXI a la comunidad LGTBI a través de nuestra revista. Tras sus sonados y recientes debuts en el Covent Garden londinense o el Metropolitan de Nueva York, su carrera está, literalmente, disparada. Cuando escuchamos su Parmi veder le lagrime del segundo acto de este Rigoletto se entiende el porqué: fuimos muchos los que sentimos las lágrimas derramándose por nuestros ojos…
Hasta el 29 de diciembre quedan varias funciones de estos dos jóvenes monstruos de la ópera sobre el imponente escenario del Teatro Real. Los Reyes se nos han adelantado esta Navidad, una de esas cosas que pasan pocas veces en la vida.