Nuestra portada del mes de junio es una entrevista con Damiano Michieletto, que trae al Teatro Real de Madrid su desgarradora visión de Madama Butterfly. Hablamos también con Joan Matabosch, director artístico del coliseo, sobre esta obra de Puccini que cierra la temporada. El estreno es el 30 de junio, justo la semana antes del MADO 2024, el Orgullo de Madrid, y serán cuatro sopranos las que encarnen a Cio Cio San en las diecinueve funciones previstas hasta el 16 de julio: Saioa Hernández, Ailyn Pérez, Lianna Haroutounian y Aleksandra Kurzak.
Esta Butterfly llega con una apuesta arriesgada y dura, perfecta para abordar «la brutalidad del tema». Y que, según Joan Matabosch, «consigue que una historia que suele contarse de manera previsible sorprenda por su modernidad y por su descarnada crueldad». Una producción que viene avalada por el éxito que ha tenido en Turín, donde se estrenó en el Teatro Regio. Una apuesta no exenta también de polémica. De todos estos temas hablamos con el director del Teatro Real unas semanas antes del estreno.
SHANGAY ⇒ Los dos grandes títulos de repertorio de esta temporada que termina, Rigoletto y Madama Butterfly, están servidos en propuestas escénicas en las que se hace hincapié en el abuso sexual de los papeles masculinos protagonistas sobre los roles femeninos, también protagonistas, de ambas óperas. ¿Se ha pecado quizás de ‘romantizar’ esos papeles (o esas situaciones) en la historia de la ópera?
JOAN MATABOSCH ⇒ Se ha pecado, a veces, de dulcificar lo que plantean estas obras, aunque muchas veces esta no haya sido la intención. La reiteración de un estímulo provoca, siempre, que acabe perdiendo su capacidad expresiva. Eso sucede en el mundo del arte y en el mundo de la publicidad. Muchas de estas imágenes que actualmente nos parecen inocuas –o ‘romantizadas’– fueron fuertemente expresivas en su momento, pero su reiteración ha favorecido que ya no nos digan nada. Por eso hace falta que un artista interprete la obra y vuelva a poner el acento en lo que la obra expresa.
«No hay nada inventado; nos hemos habituado a que [el drama] quede discretamente oculto entre kimonos y biombos»
Lo que hace Damiano Michieletto en su puesta en escena es, simplemente, depurar la trama de la coraza tranquilizadora de la habitual ambientación exótica decorativa y de ese sentimentalismo vulgar que hace que apenas se vislumbren las aristas más incómodas de la obra: revela la desgarradora historia de Madama Butterfly con su puesta en escena. Logra que no haya refugio para quien quiera permanecer indiferente ante la brutalidad del tema que se aborda y, finalmente, consigue que una historia que suele contarse de manera previsible sorprenda por su modernidad y por su descarnada crueldad. Y eso pese a que todo lo que subraya la dramaturgia se encuentra en la misma obra. No hay nada inventado ni forzado, solo que nos hemos habituado a que quede discretamente oculto entre kimonos, biombos y gestos artificiosos de gran guiñol, hasta lograr reducir esta despiadada historia a lo epidérmico, lo decorativo y lo banal, traicionando las intenciones del compositor. Seguro que ese mismo impacto se lograba, en otros tiempos, por medios que actualmente nos parecerían inofensivos pero que en la época no lo eran. De hecho, el estreno de Madama Butterfly en el Teatro Real, el 20 de noviembre de 1907, fue celebrado en gran parte por lo teatral. Aunque el acontecimiento fue, sin duda, que interpretó el rol titular la misma soprano que se había encargado del estreno en la Scala, la gran Rosina Storchio.
SHANGAY ⇒ Imagino que esta coherencia a la hora de presentar ambos títulos es algo más que intencionado en estos años post ‘Me Too’…JOAN MATABOSCH ⇒ Es posible que en la era post ‘Me Too’ sea particularmente inaceptable esconder esas aristas de la obra, pero no es el director de escena quien se las ha inventado: es Puccini quien las ha puesto ahí. La idea de que todo puede ser comprado, de que todo tiene un precio, se encuentra en la misma obra. Y, a partir de ahí, puede explicarse Madama Butterfly como lo que es: una historia de explotación sexual y, finalmente, de tráfico de niños, protagonizada por una muchacha soñadora, desprevenida, incapaz de darse cuenta de que está rodeada de depredadores que la quieren utilizar para satisfacer su líbido o sus intereses comerciales. No quiere rendirse ante la evidencia, encerrada en su sueño obstinado, hasta que la verdad le acaba estallando en la cara. La ópera de Puccini pone de manifiesto el choque entre las culturas oriental y occidental, y la tensión se sostiene por el rechazo de las implicaciones de ese choque. Dietrich Krusche decía que no se ha intentado comprender la cultura japonesa “sino simplemente incluir el Japón dentro de las provincias occidentales. El eurocentrismo impide el más mínimo respeto y comprensión hacia las culturas ajenas”. Y es ese exotismo, que transmite la idea de lejanía, lo que ha hecho presentable, para algunos, una historia de una tremenda crueldad.
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SHANGAY ⇒ Cio Cio San es uno de los roles icónicos de la historia de la ópera, un personaje idolatrado por los mitómanos. ¿Cómo nos la vamos a encontrar en esa propuesta de Damiano Michieletto?
JOAN MATABOSCH ⇒ No hay ningún cambio en la esencia del personaje, ni en su centralidad en la trama. Tanto el texto como, muy especialmente, la música de Puccini centran toda la atención del espectador en la experiencia emocional de la víctima, y de hecho todo el impacto de la ópera de Puccini se basa en el desarrollo dramático del personaje de Butterfly. En contraste con las demás figuras, que apenas evolucionan a lo largo de la ópera, ella va cambiando totalmente a medida que se acumulan los acontecimientos que llevarán al desenlace. En el primer acto es una niña ingenua, idealista, frívola, susceptible y romántica, infantil e insegura. En el segundo, ya no es una niña, sino que se ha convertido en una mujer ennoblecida por el sufrimiento y la desilusión, ya casi madura y con un mayor sentido de la realidad. En el tercer acto, Butterfly demuestra su gran fuerza de carácter, y abandona definitivamente el papel de víctima pasiva. Ahora es ella quien domina la situación y toma las riendas de su destino: opta, por honor, por quitarse la vida con sus propias manos.
«En la era post ‘Me Too’ es particularmente inaceptable esconder las aristas de esta obra, pero no es Michielietto quien se las ha inventado: fue Puccini quien las puso ahí»
SHANGAY ⇒ ¿Cómo definirías esta producción en pocas palabras?
JOAN MATABOSCH ⇒ El espacio escénico de Paolo Fantin remite a la periferia degradada anónima de una metrópolis asiática, probablemente japonesa, una de las tantas mecas del turismo sexual occidental. Un suburbio presidido por luces de neón, centros comerciales y enormes carteles publicitarios de colores artificiales entre los que aparecen niñas que dirigen a los espectadores miradas de calculada ingenuidad, que se alternan con anuncios de fast food y con hamburguesas tentadoras a punto de ser mordidas. Es el extrarradio de una megalópolis poblado de vendedores ambulantes, pequeños traficantes, aventureros, turistas, carteles publicitarios al estilo manga y chicas de compañía que se hacen fotografiar, seguramente para el álbum de Goro, ante telones postizos de jardines japoneses de postal turística. La ‘casa a soffietto’ de paredes transparentes es, antes de tornarse en el apartamento de Butterfly, una vitrina, un cubo de plexiglas donde una legión de lolitas asiáticas, en minifalda y tacones altos se ofrecen al comprador occidental, entre los cuales está Pinkerton, que entra en escena con un vistoso coche blanco. El canto de Pinkerton sobre el yanqui vagabundo se comenta con imágenes de propaganda americana, y cuando Butterfly asegura que prefiere morir antes de volver a «divertire la gente» desfilan en las pantallas publicitarias geishas maquillándose y vistiéndose para hacer su trabajo con gestos mecánicos, rituales y neutros que, en este contexto, denotan una trágica predestinación. Todo transmite la sensación de cruda miseria, pero eso no impide que Michieletto narre la historia con una enorme delicadeza.
SHANGAY ⇒ Vamos a tener cuatro grandes Cio Cio San, cuatro grandes Butterfly, en estas funciones…
JOAN MATABOSCH ⇒ Desde luego, vamos a tener a cuatro intérpretes magistrales del rol de Cio-Cio-San: Saioa Hernández, Ailyn Pérez, Lianna Haroutounian y Aleksandra Kurzak. Y resulta especialmente emotivo que dediquemos estas funciones a una de las más excelsas intérpretes del personaje de toda la historia, Victoria de los Ángeles, de quien se cumple el centenario de su nacimiento. Cantó el rol titular de la ópera en muchas ocasiones y, además, lo grabó en disco dos veces: en 1954 bajo la dirección musical de Gianandrea Gavazzeni, junto a Giuseppe di Stefano y Tito Gobbi; y en 1959 bajo la dirección musical de Gabriele Santini, junto a Jussi Björling y Mario Sereni. Dos referencias absolutas de la historia discográfica de la ópera.
«No veo ningún motivo para el escándalo. No es una nueva producción, sino el mayor éxito del Teatro Regio de Turín de las últimas décadas»
SHANGAY ⇒ Como director artístico del coliseo, ¿tienes miedo a un posible escándalo por parte del público?
JOAN MATABOSCH ⇒ No veo ningún motivo para el escándalo. Esta no es una nueva producción, sino el mayor éxito del Teatro Regio de Turín de las últimas décadas, donde se ha repuesto varias veces. No parece lógico que un espectáculo idolatrado en Turín sea visto como escandaloso en una ciudad como Madrid. Desde luego que hay puestas en escena que modifican las obras, y las fuerzan en una dirección con la que no tienen mucho que ver. Ahí sí puede haber potencialmente un escándalo, y a veces incluso con bastante razón. Pero Michieletto no hace nada de eso. Su puesta en escena es de una literalidad absoluta, y no hay nada que no se encuentre en la misma obra. Eso sí, logra lo que tantas veces se aborta a base de biombos y kimonos: que se entienda la obra.
SHANGAY ⇒ ¿Es compatible esta forma de afrontar estos títulos con las versiones más edulcoradas, tradicionales hasta ahora? Es decir, una vez que ‘desenmascaramos’ en escena la maldad del protagonista, ¿nos lo podremos seguir creyendo en las apuestas más clásicas?
JOAN MATABOSCH ⇒ Desde luego que es compatible. Cualquier puesta en escena no hace más que una propuesta de explicar el sentido de la obra para el público de su época. Y siempre es compatible con otras aproximaciones, radicalmente distintas muchas veces. La obra no queda dañada ni siquiera si la dramaturgia es un error completo, que no es el caso. Basta con aparcarla, no volverla a proponer. Un clásico tiene un valor universal, pero la dramaturgia, sea cual sea, jamás accederá a un estatus tan elevado. No tiene ningún interés debatir sobre si una dramaturgia es moderna o clásica, porque ambas opciones pueden ser válidas o letales. Una dramaturgia literal puede expresar el sentido de la obra o traicionarlo a base de elementos ornamentales que impidan plantearse lo que la obra expresa. Y una dramaturgia rompedora puede enterrar bajo su ingenio ese sentido, o revelarlo si los cambios que propone son pertinentes.
«No hay ningún cambio en la esencia del personaje. Tanto el texto como la música de Puccini centran toda la atención en la experiencia emocional de la víctima»
De lo que se trata es de servir el sentido de la obra para hacer evidente que habla de nosotros mismos: nos expresa. Expresa lo que somos y lo que sentimos, y por eso nos podemos reconocer en ella. Y además expresa esa experiencia con una complejidad nueva. Aquí se trata de transmitir la piedad que inspira la frágil joven engañada. “¡Qué papel! –escribe Ernst Krause en su biografía de Puccini– De novia feliz, ingenuamente humilde en la primera escena, de la ternura de la ceremonia de la boda y la gran declaración de amor, a la trágica irrupción ascendente de una escalada de sentimientos profundos, de un modo que Puccini no había condensado antes en un solo papel. Sin embargo, aquí están también las dificultades psicológicas de la formación del carácter y la separación, que van de la dulzura de la joven a lo dramático de la mujer madura”.
SHANGAY ⇒ A nivel musical, este plato viene servido por los mejores chefs en las diecinueve funciones que cierran el curso lírico. Un lujo absoluto. ¿Algo especial que destacar?
JOAN MATABOSCH ⇒ La presencia de Nicola Luisotti, director principal invitado del Teatro Real, que en este repertorio es la máxima garantía de calidad suprema. Alternará con Luis Miguel Méndez, solista de clarinete de la Orquesta Titular del Teatro Real que está desarrollando paralelamente una brillante carrera como director de orquesta. Y también los intérpretes de Pinkerton son sobresalientes: Matthew Polenzani, Charles Castronovo, Michael Fabiano y Leonardo Capalbo. A su lado, cantantes españoles tan relevantes como Gemma Coma-Alabert, Gerardo Bullón, Luis Cansino, Mikeldi Atxalandabaso, Moisés Marín, Tomeu Bibiloni y Toni Marsol, entre otros.