Cuando uno comienza a ver La canción, la miniserie que recrea el triunfo de Massiel en el Festival de Eurovisión de 1968, lo primero que uno piensa es: ¿por qué a nadie se le había ocurrido contar esto antes? Cuando uno termina de verla tiene la respuesta: porque hacía falta que se juntara un equipo como este, una cabeza en la dirección como la de Alejandro Marín, que, tras la sensibilidad –y credibilidad, este detalle es muy importante– demostrada en Te estoy amando locamente, tenía que ser quien llevara adelante este maravilloso proyecto.
Hay muchos motivos para ver esta miniserie: desde el interés nostálgico por la trastienda de nuestra, hasta ahora, primera posición en Eurovisión con el mítico La, la la (primera posición porque tanto Salomé como Chanel son ganadoras in pectore), hasta por lo bien rodada y ambientada que está. Pero también por descubrir la revolución LGTBI (en esos años, especialmente gay) encubierta en unos personajes ambiguos en una sociedad hipócrita.
La serie engancha desde el minuto cero, tanto si se es eurofán como si no se es, además, por su cuidada estética desde los títulos de crédito. Combina lo retro con el ritmo que hoy día requiere el consumo audiovisual (y el que no es audiovisual), y cuenta la historia de una manera breve y concisa, pero nada precipitada. Que la precipitación es muy mala compañera.
Es en este último punto donde esta serie de Movistar Plus+ gana enteros. En momentos tan absurdos como los que vivimos, en los que hasta los audios de whatsapp se escuchan a doble velocidad para ganar tiempo, disfrutar y saborear La canción –cocinada y contada a fuego lento, pero recubierta de un lenguaje actual, por lo que nadie se da cuenta de ello– es un verdadero placer que va más allá de la nostalgia, y llega a emocionar tocándonos todas las fibras.

La canción, de Movistar Plus+, recrea el triunfo de Massiel en Eurovisión en 1968.
Días antes de la actuación de Melody en Basilea, los haters de ‘la inXisición extuittera’ ya la pusieron en la diana. La amaremos u odiaremos, dependiendo de dónde venga el viento; opinaremos esto o lo otro, y seremos todos José Luis Uribarri y ‘euroexpertos’… Mañana, a otra cosa.
Es ese modo tan actual de contar algo de hace casi sesenta años donde La canción engancha de principio a fin. Ello no sería posible sin un reparto como el que tiene, encabezado por Carolina Yuste, Massiel, y Patrick Criado, Esteban, el ambicioso ejecutivo de RTVE encargado de que todo fuera a buen puerto, pues Franco, el caudillo, el Generalísimo de las Españas, había dado la orden de ganar el festival.
No recurre la serie solo a la estética retro para ello, sino, sobre todo, a la inteligencia emocional en plenos años de inteligencia artificial y estupidez natural. La ambientación es tan perfecta que uno parece que lo está viviendo en directo, que estamos en 1968. Y ese es el truco. Tras el La, la, la de Massiel hay un retrato de la España y la Europa de aquellos años en los que queríamos decir al mundo que éramos modernos sin serlo. Y la serie nos logra trasladar a ese año.
Se cuentan, en La canción, muchas historias paralelas sin distraernos un ápice de la historia principal. Tanto que cuando Carolina Yuste/Massiel se sube al escenario del Royal Albert Hall londinense en la serie, uno cree, de verdad, que lo está viendo en directo, y sufre con las votaciones, sabiendo, como se sabe, que fuimos ganadores.
Para disfrutar del triunfo de Melody –porque ocurra lo que ocurra en Eurovisión, Melody ya es una absoluta triunfadora– hay que ver, sin falta, La canción antes del festival. Massiel fue al certamen por una carambola que la obligó a subirse al barco a última hora. Fue algo precipitado, sobre la marcha. Pero, pese a las prisas o necesidad inmediata de apagar un fuego, ese fuego fue, también, cocinado a fuego lento. Como esta serie. Ese triunfo, vivido como se vive en esta ficción, como si fuera en directo, es el que nos permitirá ver la evolución del un certamen que antes era un festival cuasi artesanal y que hoy es uno de los mayores espectáculos televisivos del año.
Un festival que si no fuera por el público LGTBIQ+, en especial el gay, hoy estaría olvidado. Por eso se disfruta tanto viendo La canción. Y por ello hay que hacerlo antes de ver Eurovisión para disfrutar al máximo de Melody. Y fuera eurodramas: luego, tras el festival, hay que volverla a ver.
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