Crítica. Con 'LUX', Rosalía, así en el cielo como en la tierra, nos lleva al éxtasis

Diseccionamos 'LUX', el cuarto álbum de Rosalía, prueba definitiva de que ahora mismo no hay artista pop que le haga sombra.

Menudo volantazo hacia su interior da Rosalía en 'LUX'.
Menudo volantazo hacia su interior da Rosalía en 'LUX'.
Agustín Gómez Cascales

Agustín Gómez Cascales

He viajado en limusina con Mariah, he tomado el té con Beyoncé, he salido de fiesta con J.Lo y he pinchado con RuPaul. ¿Qué será lo próximo?

6 noviembre, 2025
Se lee en 7 minutos

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Menudo desmarque el de Rosalía. Si Motomami supuso una explosión de color, su esperadísimo cuarto álbum, LUX, es un evangelio en blanco y negro –dicho sin doble intención, que conste–. Una celebración de la búsqueda incensante de la pureza redentora envuelta primordialmente en un barroquismo sonoro que hace que el viaje epifánico resulte embriagador.

Rosalía Lux Shangay

Rosalía es única a la hora de convertir sus proyectos en eventos colectivos. Con LUX (Sony Music) ha llevado su intención a otro nivel. Desde que empezó a dar pistas sobre él, se ha apoyado en experiencias en que ha invitado al público a formar parte activa de las mismas. Aboga en esta ocasión por la búsqueda y celebración de la espiritualidad alejándose de los convencionalismos de las religiones organizadas. Para ella, como para Ariana Grande, Dios es mujer. O, al menos, tiene una potencia femenina irresistible.

«Nada puede darse por sentado en este disco en ningún momento»

‘Diosalía’ ha querido que LUX se descubra, y comience a disfrutarse, a través de escuchas colectivas en que lo ceremonial tiene una enorme importancia. En las principales capitales del mundo pudo escucharse en primicia en eventos con estructura de misa. Hasta la escucha previa para prensa, aunque con menos ornamento que el resto, fue así. Y no es tan habitual ver, como en los pases previos de cine, a un grupo de periodistas sentados ante una pantalla de vídeo dispuestos a introducirse en su nuevo universo. Pues hasta dos escuchas consecutivas fueron necesarias para satisfacer la curiosidad de los elegidos, que no cupieron en una.

Luz tenue, bolígrafo en mano y las letras de sus dieciocho canciones –las que incluye el vinilo, porque a plataformas, de momento, solo llegan quince– proyectadas ante nosotres. Para poder apreciar mejor tanto las frases evidentes que ahora formarán parte de mil y una stories inspiracionales como los elementos de hasta trece idiomas distintos que ha incorporado a sus nuevas creaciones. Rosalía es ciudadana del mundo, y lo demuestra con creces.

Rosalía Lux Shangay

No es extraña a las obras conceptuales, como bien claro quedó ya en el seminal, y triunfal, El mal querer. Aunque en esta ocasión ha ido mucho más allá a nivel de ambición y expresividad. En su tránsito por los vaivenes emocionales de su espiritualidad, se ha encomendado, en lo lírico, a numerosas santas de todo el mundo que le han inspirado. Y en lo musical, claramente en dos creadoras también santificadas, Björk y Kate Bush, a las que cita regularmente en sus entrevistas. Siempre ha sido de rendir tributo a sus maestros y maestras sin esconderse, lo cual le honra.

«Si te atrapa ‘LUX’, te invitará a volver a él una y otra vez»

Ese encuentro vibrante entre lo acústico y lo electrónico que Björk llevó a niveles expresivos celestiales en obras magnas como Homogenic y Vespertine también está aquí. Y el modo en que incorpora la heterogeneidad de estilos a una obra con narrativa acentuada puede recordar a experimentos geniales de Kate Bush como The Ninth Wave (la segunda parte de su álbum Hounds of Love [1985]) y Aerial [2005]. Solo que Rosalía ha querido plantear LUX como una sinfonía en cuatro movimientos: el primero, sobre la pureza y su pérdida; el segundo, sobre su relación con el mundo; el tercero, sobre la gracia y su relación con Dios, y el cuarto, sobre las pérdidas, las despedidas y la ascensión a otro plano superior.

Rezar/meditar/elige tú con LUX no significa más que reconfortarse gracias a la palabra y la música de Rosalía; no tiene por qué verse como un acto religioso, sino más bien de renovación de la fe en esta gran artista. Ella sí dice en el tema que lo abre, Sexo, violencia y llantas: “Primero amaré el mundo y después amaré a Dios”. Una declaración de intenciones en un tema que abre con un piano relajante que igual te puede traer a la cabeza una composición de George Winston o de Michael Nyman, y que nos prepara para una constante en varias de sus composiciones: la paz inicial puede romperse en cualquier momento de la canción por un arranque tecno-orquestal de una intensidad que te golpea el pecho. Porque nada puede darse por sentado en este disco en ningún momento.

«Rosalía logra que lo performático no ahogue la emoción, sino lo contrario»

“No soy una santa pero estoy blessed”, afirma en Reliquia, y es que lo tiene muy claro. Una sola escucha no me dio para asimilar todo el barroquismo que encierra LUX, y he preferido escribir estas líneas en dicha experiencia tal cual. Por suerte, este es un disco que, si te atrapa, te invitará a volver a él una y otra vez, y es probable que lo que recibas en cada escucha varíe. Su riqueza invita a seguir descubriéndolo, como sucede con Lovesexy (1987), aquel clásico de Prince, también conceptual que, como este, habla del choque entre lo carnal y lo espiritual, y del tránsito tan enriquecedor, desde su vulnerabilidad, hacia un estado superior que ilumina e inspira. Te exige atención, sin duda, y se agradece.

En ese viaje de aprendizaje y asimilación de lo vivido le permite lucirse extraordinariamente a todos los niveles, en una demostración de poderío como artista total. En el centro, su voz y la palabra. Qué voz poliédrica, qué versatilidad. De hecho, el disco también podría haberse titulado VOX si no fuese por lo que implica –esa desgracia política sobre la que ella tuitéo en su día “Fuck vox”–. Igual que Björk en su día grabó todo un álbum centrado en experimentar con la suya [Médulla (2004)], aquí Rosalía hace lo propio, muy bien arropada por la London Symphony Orchestra, el coro infantil de la Escolanía de Montserrat y voces como las de Björk, Estrella Morente, Silvia Pérez Cruz, Yves Tumor, Yarihtza y Carminho, ahí es nada.

Imagen promocional del single 'Berghain'.

Just like a prayer –como diría su gran fan Madonna–, Rosalía logra que lo performático no ahogue la emoción, sino todo lo contrario. Y celebra la otredad a través de su sutil disección de la santidad femenina, que reconduce a través de un diálogo con su Dios que deviene monólogo cuando procede. Apostando por una diversidad musical y sentimental mayor de que lo cabía esperar de primeras. En ocasiones, vehiculando sus intenciones a través de canciones que en ocasiones se antojan oraciones (Divinize, Mio Cristo Piangi Diamanti, Jeanne); otras, saetas (Un mundo nuevo).

Las incorporaciones –convenientemente actualizadas– de inspiración flamenca que provienen de la era El mal querer (De madrugá, La rumba del perdón) confirman que está en un momento más avanzado y atrevido, igual que cuando aparecen apuestas de corte más contemporáneo (Porcelana, Novia robot), evita convencionalismos de estructuras y temáticas tradicionales del pop –en un álbum que, sí, como ella dice, es claramente pop–.

Lo suyo es dejarse llevar, así se disfrutan más interludios como el que cruza Focu ‘ranni o inmersiones en música propia de banda sonora como la que embellece La yugular (me vinieron a la memoria soundtracks como la de Ryuichi Sakamoto para El cielo protector). Y qué bien sientan cortes como ese irónico vals que es La perla, o la dramática Berghain, para romper en cierto modo la narrativa y apelar a sentimientos más primitivos. El cierre del álbum es de una belleza superlativa, con la evocadora Memória, un exquisito fado –made in Rosalía– y Magnolias, en donde demuestra que su manera de entender lo fúnebre no asfixia, libera.

Portada de 'LUX'. Foto: Noah Dillon

Portada de LUX. Foto: Noah Dillon

En definitiva, en tiempos en que la palabra ‘experiencia’ está tan sobreutilizada y devaluada, LUX realmente es una experiencia que va más allá del hype. Rosalía ha utilizado la suya propia para dar forma a un disco fascinante que supone todo un viaje, y que demuestra que no hay que elegir entre Dios y el pop. Provengan ambos de donde provengan, se entiendan como se entiendan.

⭐⭐⭐⭐⭐

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