La era Donald Trump ha llegado a su fin. Por suerte se abren cuatro años en los que –esperamos– las cosas irán a mejor en Estados Unidos. Y es que lo que se cuece en esta gran potencia suele afectar al resto del mundo.
De momento, los cambios a nivel social son positivos. Por primera vez una mujer ocupa la vicepresidencia del país. Hablamos de la feminista Kamala Harris, que ya se ha convertido en representante del empoderamiento de las mujeres de todo el mundo.
Respecto a las medidas LGTBI, el Gobierno de Biden ya ha movido fichas para conformar un tablero que, comparado con la gestión de Trump, supone un soplo del aire fresco para el colectivo.
Empezamos por la elección de Rachel Levine como subsecretaria de salud, puesto que la convierte en la primera mujer trans que ocupa un cargo federal. Además, Biden ha vuelto a permitir a todas las embajadas estadounidenses izar la bandera arcoíris tras la prohibición de su predecesor.
También ha prohibido la discriminación por identidad de género y orientación sexual. Sí, aunque suene increíble, Trump fomentó este tipo de odio con leyes que permitían a los médicos negarse a tratar a pacientes trans, o que algunas agencias de adopción se negaran a atender a parejas del mismo sexo.
El líder demócrata es pionero también en incluir, en el formulario para contactar con la web de la Casa Blanca, la opción de género no binario.
Al Ejército de los Estados Unidos podrán volver a inscribirse las personas trans que quieran acceder y estén cualificadas. Y, para terminar, cabe recordar los niños y adolescentes trans podrán escoger el baño al que ir según su identidad de género y no su sexo biológico, algo que estaba prohibido, e incluso castigado, en los últimos años.