Desde hace ya muchos años, el teatro se ha convertido en una especie de ‘nuevo Bernabéu’ en lo referente a concentración de poderes en su patio de butacas: desde el ejecutivo al legislativo, pasando por el judicial. De lo que antes se llamaba autoridades civiles y religiosas, las que menos lo frecuentan son las segundas, aunque como las meigas…
Todo ello, por supuesto, con la mayor parte del aforo ocupado por los abonados y aficionados que se reparten el los cinco pisos del templo operístico. En los descansos, al contrario de lo que ocurre en el campo del Real Madrid o antiguamente –cuando no estaba mal visto ver y dejarse ver en Las Ventas–, el abonado de tribuna de paraíso (la zona más barata) se codea con el ministro de turno o, incluso, con el presidente del Gobierno, mientras salpimenta su paseo con la socialité del momento. Era la mezcla perfecta.
O supuestamente perfecta, porque faltaba un ingrediente clave para el cóctel: que no solo fueran todos los estamentos sociales de este país los que quisieran estar en los estrenos del Real, sino que la élite mundial de los cantantes líricos también lo soñase. Y ese momento ha llegado.
Esto lleva años gestándose. Pero ha sido en este 2021 cuando se ha hecho ‘oficial’. No solo por el ya citado galardón de los International Opera Awards –que realmente premia la programación de hace dos temporadas, pero debido a la pandemia no se pudo entregar en su momento– sino porque en los peores momentos de la crisis sanitaria que paró al mundo –no solo al cultural, sino al mundo de manera literal–, el Teatro Real levantó el telón para hacer una histórica Traviata que fue el prólogo de la única temporada completa que se mantuvo en todo el planeta.
Ya no solo acuden puntualmente a la cita Amigos del Teatro o Miembros del Patronato. Ahora en el escenario está la crème de la crème de las voces, y en el patio de butacas nombres como la maravillosa Blanca Suelves; Elena Ochoa (Lady Foster, en ocasiones con su marido, el prestigioso arquitecto Norman Foster); Iñaki Gabilondo y su esposa, la periodista Lola Carretero; Enrique Loewe; Pilar Solís Martínez Campos; Pedro J. Ramírez y su mujer, la súper abogada y activista de los derechos humanos Cruz Sánchez de Lara; Paloma O’Shea; Alicia Koplowitz; José Manuel Durão Barroso, expresidente de la Comisión Europea; David Rockefeller Junior y Susan Rockefeller; Núria Espert; nuestro querido amigo Stefano Saninno, cuando era embajador de Italia en España; Mario Vargas Llosa, que suele acudir con Isabel Preysler… Solo por citar unos pocos.
Michael Fabiano (que además de uno de los tenores más cotizados del mundo es un gran activista LGTBI en el mundo de la ópera) y Xavier Anduaga (joven tenor donostiarra recientemente premiado como Mejor Cantante Joven de Ópera del Mundo en los International Opera Awards) posan para Shangay con Joan Matabosch, en el centro, director artístico del Teatro Real.
Ahora, tras unos olvidables años de sequía, desde hace ya unas cinco temporadas pisan con fuerza el escenario, nombres como Michael Fabiano, Xabier Anduaga (ambos fueron portada de Shangay el pasado mes de agosto), Anna Netrebko, Juan Diego Florez, Ainhoa Arteta, Javier Camarena, Joyce DiDonato, Ekaterina Bakanova, María Agresta, Erwin Schrott, Yolanda Auyanet, Celso Albelo, Ermonela Jaho, Ismael Jordi, Sonya Yoncheva, Philippe Jaroussky, Franco Fagioli… La lista es interminable e imposible de nombrar. Y, además, una auténtica pesadilla para cuadrar agendas y repartos, porque no todos los principales están en el de estreno, y conseguir ver a todos los que interesan es una auténtica gincana para los aficionados.
Michael Fabiano y Xavier Anduaga fueron portada en el número de Shangay del pasado mes de agosto.
Este logro ha sido posible gracia a Joan Matabosch y su gente, como él mismo nos dijo el pasado agosto: «Afortunadamente, mi equipo es insuperable, y junto a él se puede llegar donde nos propongamos. Me refiero a Konstantin Petrowsky, Justin Way, Nuria Moreno, Dani López, Natalia Camacho, Carlos Abolafia y todos sus departamentos técnicos, además de un Coro y una Orquesta que están afianzando su calidad y su prestigio gracias al trabajo de Ivor Bolton, Nicola Luisotti, Pablo Heras-Casado y Andrés Máspero. Y desde luego, es un privilegio tener a Gregorio Marañón como presidente; y a Ignacio García-Belenguer como director general. Sin su apoyo decidido, este año espectacular habría sido tan irrelevante como lo ha sido para tantos otros teatros internacionales».
Joan Matabosch, director artístico; Gregorio Marañón, presidente de la Fundación Teatro Real; e Ignacio García-Belenguer, director general de la institución. Un trío que acaba de renovar para seguir liderando el principal coliseo operístico de España.
En paralelo, la Fundación de Amigos del Teatro Real, capitaneada por Borja Ezcurra (director general adjunto y director de patrocinio), continúa con su ambicioso Proyecto Crescendo para que el Real se convierta, además, en una cantera de futuro y en un altavoz para las nuevas generaciones, como vimos el pasado mes de noviembre con una magnífica La Cenicienta.
Borja Ezcurra, director general adjunto del Teatro Real y director de patrocinio, es el responsable también del Proyecto Crescendo.
El Real es ya, y por eso hay que ponerlo en inglés, the place to be. Y seguimos con anglicismos, porque si se ha convertido en el sitio en el que hay que estar, es porque el who is who de la ópera mundial quiere estar aquí, no solo en un foro de concentración de poder.
Por ello este es un salto, y muy importante, con respecto a lo que en el pasado significaban recintos sagrados de la vida social como el Bernabéu. No es solo un lugar para el name dropping, para ver, dejarse ver y codearse con ‘lo más granado’ de la política, la empresa o la vida social del papel couché: el Real ha puesto a Madrid en lo más alto de la ópera mundial. Y eso, hace tan solo unos pocos años, era algo directamente impensable. Ahora, a los que no somos nadie, nos toca disfrutarlo.