Pablo González Domínguez tuvo clara su pasión desde bien pequeño, y todo el esfuerzo y sacrificio que ha hecho desde que empezó a bailar empieza a dar frutos bien visibles.
Este año terminará la carrera de contemporáneo en el conservatorio, bien preparado para los retos profesionales que vayan llegando. Mientras tanto, Pablex comparte su historia, la que le ha llevado hasta este punto de enorme visibilidad, dentro de nuestra sección Generación selfi.
Maricón, ¿y qué?
«En el colegio ya empecé a irme con el grupo de las chicas, me gustaban otras cosas más que el fútbol o irme a correr. Era un poco rebelde, tirando a malote. En el instituto fue cuando empezó el bullying, ya sabes, cuando te empiezan a llamar ‘maricón’ y esas cosas. Pero no fue heavy; me intentaban hacer sentir mal pero no lo lograban, porque tenía muy claro que era gay y que no era nada malo. Me aceptaba como era y estaba guay conmigo mismo. Y con mi familia la relación siempre ha sido genial, mis padres me han apoyado en todo momento».
A bailar, aunque cueste
«Mi madre es médico, y mi padre, periodista, y todo tenía que estar superestructurado. Esperaban que estudiara una carrera tradicional, y les dije que no, que quería ser artista. Se lo tomaron muy bien, solo me dijeron que si quería bailar, adelante, pero que tenía que ser el mejor. La pasión por el baile la he tenido desde pequeño; era hiperactivo y no dejaba de moverme. Cuando vi el primer Fama, ¡a bailar!, siendo un niño de ocho años, vi claro que era lo que quería hacer.
A los 13 empecé en el conservatorio, y este año me gradúo en contemporáneo. Ha sido duro, bailando mañana y tarde, y no siempre he llevado bien el sacrificio que conlleva. Porque cuando un viernes por la tarde miraba el móvil y tenía un montón de mensajes de amigos con planes para salir había que evitar la tentación, y en ocasiones me venía abajo al ver que no me podía permitir vida social. Si tienes la cabeza bien amueblada y te marcas objetivos, lograr superar esos bajones».
Ver para aprender... y enseñar
«Me he pasado la vida viendo vídeos por Instagram y YouTube de bailarines y coreógrafos a los que amo. Para un bailarín es muy nutritivo hacerlo, porque aprendes mucho y te inspiran. También me han inspirado siempre los shows de artistas como Lady Gaga, Rihanna y Christina Aguilera, que para mí siempre ha sido dios.
A los 16 me empiezan a ofrecer que dé mis primeras clases, y descubrí que también me encanta enseñar y transmitir lo que sé a otras personas. Mis coreografías me nacen porque me sale así, es otro modo de expresión. Bailar también ha sido siempre una terapia para mí, desde chiquitito. Cuando me enrabieto o me agobio, me pongo bailar y escucho música para evadirme de la realidad».
Gente (LGTBI), fiesta y clichés
«Cuando salgo de fiesta se juntan tres cosas que me encantan: la gente, el baile y la fiesta. A veces me tira para atrás cuando la gente me hace comentarios al verme bailando, porque yo estoy a mi rollo, no lo hago para mostrarme o presumir de nada. Y busco los sitios para el colectivo donde sé que la música me va a molar, como Bling! en Boite o Tanga.
A día de hoy, mis mejores amigos son bailarines… y gais [risas]. Cuando encuentras tu sitio, lo sabes, porque sabes qué personas te valoran y te quieren como eres. Para mí ha sido un alivio encontrar a personas con la misma mentalidad que yo y las mismas aspiraciones».
El lado femenino
«Hay que acabar con ciertos clichés, como el de dar por hecho que por ser bailarín eres gay. Porque no por el hecho de bailar afeminado lo eres. Ni por ser una chica que baila hip-hop con un rollo muy masculino se puede dar por hecho que eres lesbiana. Open your mind! [risas].
Yo siempre me he movido en ese fifty/fifty, puedo ser muy masculino y muy femenino, según cómo me sienta y lo que quiera expresar. Igual que si un día me apetece, me pongo un top, peluca y tacones y otro voy en chándal, con bambas y gorra. Las apariencias engañan«.
Y llegó Rosalía
«Estoy en una formación de tacones, The Heels Program. Mi profesora, Natalia Palomares, fue bailarina en la gira de El mal querer. Cuando me confirmó que estaba dentro de un nuevo proyecto y me dijo para quién era…, imagínate el chillido que pegué [risas].
La grabación fue una locura máxima. Que haya sido uno de mis primeros trabajos profesionales, imagínate… Tuvimos la suerte además de que todos los bailarines nos conocíamos, y eso te da seguridad. Rosalía es lo más: baila genial (encima, con las plataformas que lleva en el vídeo), se lo curra un montón, siempre quiere hacerlo todo lo mejor posible y es muy cercana, que se agradece. Menudo temazo, además».
El sabor de la viralidad
«Grabando el vídeo no fuimos nada conscientes de lo viral que se iba a hacer la córeo. Me lo tomé con la mayor profesionalidad posible, y en ese momento realmente no me paré a pensar lo que estábamos haciendo. Fueron pasando los meses, se filtraron cosillas que viralizaban inmediatamente, y entonces me di cuenta de la dimensión que podría tener. Me enteré de la salida del vídeo un día antes, y no me dio tiempo a digerirlo. De la noche a la mañana, ¡boom!
Quedamos todos los bailarines para verlo en riguroso directo, y, claro, flipé. Porque yo no sabía si iba a salir poco o mucho, guapo o feo. Claro, ya a los dos segundos de videoclip me veo espatarrado en el suelo, y me dio algo. A los diez minutos mis redes sociales explotaron. Durante unos días se me subió un poco a la cabeza, en el sentido de darme cuenta de que era parte de algo muy heavy, no me lo terminaba de creer. Y es que somos los primeros cuatro hombres que salen en un vídeo de Rosalía bailando, y en tacones además. Ha sido muy guay eso. A lo que no me acostumbro es a que, cuando estoy de fiesta y me reconocen, me hagan desde lejos la córeo [risas]».
A medio plazo
«Como bailarín soy muy versátil, hago de todo. A nivel de contemporáneo, que es lo que estoy estudiando, me gustaría trabajar un par de años en alguna compañía fuera de España y conocer mucha danza.
A nivel de urbano, me gustaría seguir aprendiendo y construir mi propia formación para dar clases. Ya a largo plazo me gustaría coreografiar a algún artista, irme de gira con él y todo eso… Por eso me gustaría irme a trabajar fuera una temporada, para que se me conozca como bailarín. Pero bueno, poco a poco iremos viendo».
Es evidente que el esfuerzo y la perseverancia dan sus frutos, y a día de hoy, con solo 20 años, Pablex ya puede presumir de haber participado en un vídeo de Rosalía, y encima en uno tan icónico como Chicken Teriyaki.
Así es como Pablex entra a formar parte de nuestra cada vez más nutrida Generación selfi, toda una cantera de creadores diversos como mucho por decir y compartir.
MIRA EL VÍDEO QUE NOS HA DEJADO PABLEX BAILANDO EN TIKTOK AQUÍ