‘Manon’, en Les Arts de Valencia: Lisette Oropesa arrasa en su viaje del convento a los cabarés de Josephine Baker

La obra de Massent dio el pistoletazo de salida a la temporada de ópera del coliseo valenciano, con una imponente producción que nos regala una grandísima noche de ópera tanto en lo musical como en lo escénico.

La soprano estadounidense debutó el rol en Europa con esta función de Les Arts de Valencia.
La soprano estadounidense debutó el rol en Europa con esta función de Les Arts de Valencia.
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

4 octubre, 2024
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Recién aterrizada de Viena, donde volvió a dar vida a Violetta en La traviata, uno de sus personajes fetiche, llegó al Palau de les Arts de Valencia para su debut europeo en Manon, la ópera de Massenet. Justo el día del estreno se supo que había sido galardonada como Mejor Intérprete Femenina en los International Opera Awards. Jugábamos con cartas de primerísima división.

No es Manon una ópera fácil, como tampoco lo es el personaje titular, “la Isolda francesa” en palabras de la soprano Beverly Sills. Para Lisette, “es uno de los mejores papeles que existen para soprano”. Y no está falta de razón, porque los cinco actos de la obra son un tour de force en los que viaja del recogimiento de una prenovicia a la vida disoluta del París de la corte de Luis XV de la mano del Chevallier des Grieux, en este caso trasladada la acción al los cabarés de la Belle Époque, en los que reinaba como nadie Josephine Baker.

Triunfó la diva estadounidense en este debut europeo en el personaje. Está viviendo un momento dorado, y eso se notó en la evolución del rol. Delicada, frágil, de voz suave y exquisita en sus pianissimo para proyectar, sobre cada esquina del imponente Palau de Les Arts, el drama de que está “aturdida, sorprendida” en el primer acto, antes de descubrir que hay otra vida muy diferente a la que el destino, y sobre todo su primo Lescaut, ha programado para ella.

'Manon' en el Palau de les Arts de Valencia.

‘Manon’ llegó al Palau de les Arts de Valencia en una imponente producción procedente de la Ópera de París.

Desde ese momento, no deja de crecer, pasando de ese recogimiento del primer y segundo acto (sublime en su Adeu, notre petite table) a la coloratura (brillante, chispeante, fresco y descarado su Je marche sur tous chemins) del tercero. Y así durante las más de tres horas de música que tiene que afrontar en este viaje del recato a las florituras musicales, en una obra tan complicada como imposible.

Porque, efectivamente, e insistimos, no es Manon una ópera fácil. Estrenada en la Opéra-Comique de París en 1884, está en las antípodas de la Manon Lescaut de Puccini, estrenada en Turín solo once años más tarde. La primera podría estar catalogada como un híbrido entre la grand opéra francesa y la más ligera ópera cómica de esos mismos años (es decir, una mezcla entre el concepto cinco actos, ballet, pomposidad con los diálogos hablados y frivolidad parisina). La segunda, en el marco del verismo italiano, tanto que Puccini definió a la obra de Massenet como una ópera de «peluca empolvada». En la primera, Manon es una mujer que podría ser tildada de frívola y materialista; en la segunda, está “sola, perduta, abbandonata. In landa desolata!”

Por otro lado, podrían tener ciertas similitudes los personajes de Violetta de Traviata (que tantas alegrías ha dado a Lisette Oropesa, como su primer bis en el papel, que fue en el Teatro Real) y de Manón. Pero hay notables diferencias. La traviata, estrenada en Venecia, treinta años antes, cuenta la vida de una mujer de vida ‘fuera de lo convencional’ que se enamora perdidamente de un hombre rico, pero que sigue enamorada cuando su padre lo deshereda al conocer este romance. Manon, sin embargo, solo piensa en el lado materialista y eso hace que, en palabras de la soprano, sea “un personaje complejo, porque no logra esa empatía ni con la soprano que la canta ni con el público”. Sin embargo, a la cantante estadounidense se la ve muy cómoda en el papel, y en el estilo de grand opéra francesa, en el que quiere seguir evolucionando.

A nivel musical es una obra complicada que aquí llevó con maestría James Gaffigan al frente de la estupenda Orquesta de Comunitat Valenciana. Junto a Oropesa, un magnifico Charles Castronovo creó a un Caballero des Greux de grandísima altura tanto vocal como escénica. No se entiende que no hubiera sido ovacionado al final de En fermant les yeux, su aria del segundo acto.

Muy compacto el resto del reparto con Carles Pachon (Lescaut) y James Creswell (El conde des Grieux), y estupendo el Guillot de Morfontaine de Jorge Rodríguez- Norton, recién llegado de triunfar, por quinto año consecutivo, en la wagneriana colina sagrada de Bayreuth. Es un bombón de papel y el estupendo tenor asturiano disfrutó (y bordó) desde el principio. Todo el reparto, así como el Cor de la Generalitat Valenciana, nos brindó una gran velada musical.

A nivel escénico, la propuesta de Vincent Huguet, procedente de la Opéra National de Paris, hizo que el Palau de Les Arts pareciera el Metropolitan del Nueva York. La imponente escenografía de Aurélie Maestre nos hizo viajar durante los cinco actos de escenarios majestuosos para los ‘momentos de coloratura’ a los más recogidos –y muy bien resueltos a nivel teatral– del convento de Saint-Sulpice o el arrepentimiento y muerte de Manon. Decorados perfectos para una obra que va de la música ‘más ligera’ (¿de peluca empolvada?) de los periodos de frivolidad (en la producción se incluyen dos momentos fragmentos musicales de esos años en los en París reinó y brilló como nadie la Baker) a las notas de música religiosa de esta obra tan fascinante como compleja e imposible.

La propuesta pecó, quizás, de un exceso de color en el tercer acto, durante los días felices en los que Manon quiso sacar todo el jugo a vivir a tope en París la vida loca de los veinte años, y en querer meter siempre algún personaje en danza durante todos los actos, no solo en el conocido ballet del tercero.

Es un lujo que una ciudad como Valencia comience su temporada de ópera con una función tan ambiciosa como imponente. Y es un lujo que una estrella mundial como Lisette Oropesa haya elegido la ciudad del Turia para su debut europeo en el papel, uno de los más icónicos de la ópera francesa.

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