Se cumple un nuevo aniversario de la muerte de unos de nuestros más grandes directores de cine, Agustí Villaronga, que falleció a los 69 años el 22 de enero de 2023. El mallorquín, con un estilo rabiosamente único, creó un universo muy personal, que incluye películas tan especiales y celebradas como Tras el cristal (1987), El niño de la luna (1989), El mar (2000), Pa negre (2010) y El vientre del mar (2021).
Entrevisté a Agustí Villaronga para Shangay en dos ocasiones, cuando estrenó El mar y cuando presentó El rey de La Habana (2015). Mi admiración por él fue intensa desde que me voló la cabeza con uno de los debuts más impresionantes de la historia reciente de nuestro cine con Tras el cristal. Mi primer encuentro con él fue a raíz de otra de sus películas que más me gustan, El mar [aquí recuperamos dicha entrevista]. A raíz de ese encuentro, desarrollamos una bonita amistad, y poco a poco pude distinguir al genio de la persona, profundamente dulce y educada. Y tímida, algo que quizá costaba imaginar dada la potencia de su cine.
En el aniversario de su muerte, nos gusta recordar aquella primera entrevista concedida a Shangay, con motivo del estreno de una de sus películas más explícitamente LGTBIQ+, El mar. Hace poco, en una charla con Susi Sánchez, nos habló de la que fue su última película, Loli Tormenta (2023), que ella protagonizó y él rodó ya muy enfermo de cáncer. Cómo no, hablaba maravillas de Agustí Villaronga, igual que todo quien le conoció.
Un director a reivindicar constantemente. De igual manera que El mar, un título imprescindible que siempre merece la pena revisar. Así nos habló de ella en el año 2000. Reproducimos a continuación la entrevista íntegra que nos concedió.
AGUSTÍ VILLARONGA
LA MIRADA DEL VISIONARIO
Si una cualidad distingue a sus películas es la imposibilidad de olvidarlas. Las imágenes de Agustí Villaronga tienen un magnetismo especial, fruto de una mirada muy personal. Cuando estrenó en 1987 la turbadora Tras el cristal, supimos que había nacido un director radicalmente único, capaz de seducir al espectador con elementos muy poco comunes.
Reflejando el morbo del mal, utilizando un erostismo enfermizo hasta la extenuación, aterrorizando con su relato de los oscuro. Por desgracia, un creador así no siempre encuentra su hueco en el mercado comercial, y Villaronga ha tenido una carrera muy irregular, plagada de baches. El estreno de El mar y su estupenda acogida permite confiar en que su regreso a la dirección sea definitivo.
Esta historia de amor, religión y muerte, protagonizada por dos veinteañeros enfermos de tuberculosis, es una prueba más de que su enorme talento no merece ser malgastado ni maltratado.
SHANGAY ⇒ El mar supone un claro regreso al universo que empezaste a investigar en Tras el cristal hace trece años…
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ Ha sido una vuelta a mi espíritu, la posibilidad de continuar algo que durante un tiempo quedó apartado. Tanto Tras el cristal como El niño de la luna formaban parte de un cine muy propio que reflejaba lo que me interesaba hacer. Por un montón de circunstancias no he podido contar las historias que me apetecía hasta El mar. Cuando leí la novela hace muchísimo me impresionó: la encontré muy poética y llena de amor hacia unos personajes en unas situaciones muy desagradables.
SHANGAY ⇒ ¿Es básicamente una historia de amor y de muerte?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ Refleja una serie de posturas ante la vida de personas que tienen la muerte muy presente, con lo cual todo es el triple de intenso. Los personajes principales son unos veinteañeros con unas enormes ganas de vivir condenados a morir por culpa de la tuberculosis, que en la posguerra era incurable. Un poco lo que ocurría hace quince años con el sida, algo que he vivido de cerca porque muchos amigos míos han muerto a consecuencia del virus. Tener la muerte tan cerca siendo tan joven es difícil, te hace entender la vida de otra manera.
SHANGAY ⇒ Es la primera vez que muestras de una manera tan explícita una relación homoerótica…
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ Hombre, Tras el cristal era muy clara, pero también mucho más enferma. En los dos casos se vive la homosexualidad de una manera enfermiza, pero en El mar hay un componente de ternura. El conflicto se crea cuando uno de los personajes no acepta sus sentimientos; aunque lo que ambos sienten es hermoso, es una relación de amor normal.
SHANGAY ⇒ ¿Sigue teniendo un aura de tabú el amor gay en el cine?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ Cada vez menos; pero si planteas una relación de amor homosexual en una película para hablar de otra cosa siempre acaba llamando más la atención que el tema principal. Eso quiere decir que todavía hay algo que no funciona. Me gustaría ver películas en las que la homosexualidad se viviese de una manera tan natural que no hubiese ni que justificarla ni que explicarla. A veces, afortunadamente, pasa.
SHANGAY ⇒ ¿Temías que el contenido gay de tu película eclipsase el resto de la historia?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ No, y me alegra notar que no ha pasado. La homosexualidad está ahí y es un elemento muy importante, pero veo que no se ha colocado por delante de los demás. Yo siempre he sido muy contrario al gueto; me gustaría que cada cual pudiera vivir su orientación sexual con normalidad, y que solo tengamos que ponernos en armas cuando sea necesario.
«Recuerdo una crítica alemana que decía que El mar era ‘una orgía de sangre y semen’; me parece una opinión muy superficial»
SHANGAY ⇒ ¿No te sentías algo irreverente al unir el fervor religioso con el amor por otro hombre que siente uno de los jóvenes protagonistas de El mar?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ Corría ese peligro, pero es que la mezcla de homosexualidad y religión en la posguerra es la bomba. De hecho, Blai Bonet fue excomulgado cuando se publicó la novela. Todavía no me han tachado de irreverente, pero pienso que quien se siente agredido por la película es por todo, le impacta tanto que no separa unos elementos de otros. A mí la religión me interesa muchísimo; no como institución, sino como postura de vida de las personas ante un más allá. Yo no sabría vivir sin esa visión espiritual frente al mundo, y siento que a todos nos vendría muy bien adoptar esa actitud.
SHANGAY ⇒ ¿Piensas que te mereces la etiqueta de «retorcido” que siempre se utiliza al hablar de ti?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ Me da igual, pero la verdad es que debo serlo. Me gusta el cine de terror y todo lo escabroso, y disfruto indagando en ello. Por eso acabas haciendo cosas algo retorcidas, porque necesitas darle una vuelta más a todo. Pero no quisiera que se mezclase esa idea con El mar, que es una película diáfana y muy humana. Ni es escabrosa, ni pretende escandalizar ni hay en ella ningún tipo de fascinación por el mal, todo lo contrario.
«La mezcla de homosexualidad y religión en la posguerra es la bomba»
SHANGAY ⇒ ¿Por qué te interesa explorar los recovecos oscuros del alma humana?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ Porque ya hay demasiadas personas escarbando en el lado más superficial y luminoso de la gente [risas].
SHANGAY ⇒ Siempre has intentado plasmar el horror de la manera más bella. ¿No hay una cierta contradicción en esa actitud?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ Es que formalmente siempre me ha gustado hacer las cosas de una manera realmente cuidada, ya sea para tratar una cara bonita o un mendigo, una situación agradable o una muy desagradable.
SHANGAY ⇒ En el Festival de Berlín se acusó a tu película de regocijarse en la violencia. ¿Te molestó que se te tratase como a un Tarantino cualquiera?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ [Risas] Me supo mal que hubiera quien se quedó en la fachada. Recuerdo una crítica alemana que decía que El mar era «una orgía de sangre y semen»; me parece una opinión muy superficial y que ni siquiera es verdad. He hecho la película con mucho cariño y con la intención de que se entendiera a los personajes. Si quisiera escandalizar y hacer pasar miedo sabría cómo hacerlo, y este no es el caso.
SHANGAY ⇒ ¿Te costó mucho dar con los dos protagonistas?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ [Rotundo] No. Vimos a muchísima gente, pero Bruno [Bergonzini] y Roger [Casamajor] salieron del primer casting.
SHANGAY ⇒ ¿Se creó alguna tensión añadida al rodar las escenas más delicadas entre ellos?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ No. La temática gay se abordó con total normalidad, y eso que secuencias como la del polvo fueron largas y complicadas. Ellos dos se cayeron muy bien desde el principio, y tanto uno como otro tenían novia, con lo cual no se tenían ningún miedo. Creo que vivieron el rodaje con mayor naturalidad que si realmente hubiesen tenido otro tipo de relación. No hubo incomodidades; se entregaron sin reservas a la película, a sus personajes y el uno al otro.
SHANGAY ⇒ ¿Preferías no recurrir a caras conocidas?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ Al principio me planteé que hubiese caras conocidas, y pensé en Carlos Fuentes, Fele Martínez o en Juan Diego Botto. Pero poco a poco fuimos haciendo la película más nuestra: decidimos rodar en Mallorca, con lo cual la versión original la hicimos en mallorquín, todos los niños eran de pueblos de por allí…, intentamos que tuviese una verdad muy nuestra. Así gana, porque al no conocer a los actores haces una identificación más rápida con los personajes, que además están a la altura de cualquier actor conocido.
SHANGAY ⇒ Ángela Molina tiene una breve pero lucida aparición…
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ Cuando leí la novela hace muchos años, ya pensaba en ella, y fíjate que era un papel que no le correspondía por edad. Angela me gusta mucho como actriz y como persona; tenía muchas ganas de trabajar con ella, y esta era la ocasión perfecta. En el estreno me dijo que tenemos que volver a hacerlo, porque se ha quedado con la miel en los labios. A mí me ha pasado lo mismo, fueron pocos días de trabajo. Angela está en un momento muy bueno, y además posee algo que no tienen muchas actrices, una cualidad muy humana; es hermosísima desde dentro hacia fuera, no está manipulada, tiene la cara muy de verdad.
SHANGAY ⇒ ¿Es tu cine más de imágenes que de palabras?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ Pienso que sí. Cuando escribo, veo antes las imágenes que las palabras, o el propio sentido de lo que estoy creando. Hay directores muy literarios trabajando, como Almodóvar. Yo puedo llegar a imaginar toda la película acabada, lo veo todo, como en un marco. A veces no necesito más que abandonarme a esas visiones y tomar nota.
«Cuando escribo, veo antes las imágenes que las palabras»
SHANGAY ⇒ ¿Eres un cineasta de trayectoria discontinua por causas ajenas a ti?
AGUSTÍ VILLARONGA ⇒ A uno le gustaría poder elegir cada día lo que quiere hacer, con quién y cómo hacerlo, y en lo profesional ocurre igual. A mí ya me costó mucho empezar, y después de mi segunda película tuve un bache de siete años. Pensé que había dejado el cine definitivamente, e hice lo que pude para salir adelante, hasta pasteles. Volví con una obra de encargo que no me apetecía mucho, una adaptación de Simenon para la televisión francesa [El pasajero clandestino], y la verdad es que me salvó. Después de tanto tiempo sin trabajar me había encerrado en mí mismo y me había alejado del mundo con la intención de no sufrir más. Ahora estoy en un momento maravilloso: con la alegría de hacer lo que quiero, viendo que hay personas interesadas en lo que hago, reconocido en la medida que a mí me gusta y con futuro. Es algo fantástico.