Hay una cosa en la que todo el mundo está de acuerdo: el papa Francisco rompió moldes en el Vaticano. O, al menos, intentó romperlos, porque muchas de esas rupturas se quedaron en simples titulares. Y muchas de sus declaraciones fueron para desdecirse de otras, polémicas, que había dicho sobre temas como las personas LGTBIQ+.
Desde su muerte, el pasado lunes de Pascua, el mundo entero ha puesto sus ojos en Roma, ahora empiezan las encuestas sobre posibles sucesores, los cardenales considerados como papables, como el cardenal congoleño Fridolin Ambongo.
Francisco fue el primer Papa que habló abiertamente sobre la inclusión del las personas LGTBIQ+ en la Iglesia católica. Tuvo una especial cercanía con el colectivo trans, la letra del colectivo LGTBIQ+ que más sufrimiento ha tenido a la largo de la historia. Su frase «¿quien soy soy para juzgar a un gay» abrió los informativos de todas las televisiones del mundo. Para ser exactos, sus declaraciones fueron: «Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El catecismo de la Iglesia católica explica y dice que no se debe marginar a esas personas y que deben ser integradas en la sociedad».
El papa Francisco fue más allá y también habló de bendecir la unión de personas LGTBIQ+ en la encíclica Fiducia supplicans, en la que abordó las bendiciones a parejas homosexuales. Esto fue algo que despertó recelos dentro del mismo seno de la Iglesia. Ahora, recuperamos las declaraciones del cardenal del Congo Fridolin Ambongo que recogió en enero de 2024 la revista Vida Nueva. El purpurado declaró que “si bendecimos a un homosexual es para decirle que su orientación sexual no está de acuerdo con la voluntad de Dios y que esperamos que la bendición pueda ayudarle a cambiar”.
Según recogió en su momento Vida Nueva, el cardenal está convencido de que “Naciones Unidas está tratando de promover la ideología LGTBI” a través de órganos como “UNICEF y la OMS”, que “nos impone su cultura mediante la financiación. Y si no aceptamos, cortan la financiación”.
Para el citado cardenal –quizá ese posible ‘Papa negro’ que muchos están deseando–, con esa encíclica “hubo un revuelo en África. No entendíamos lo que estaba sucediendo en la Iglesia (…) En África no hay lugar para bendecir a parejas homosexuales. Debemos respetar a las personas homosexuales porque son seres humanos. No debemos mirarlos ni tratarlos con desprecio porque son criaturas de Dios (…) Si individualmente un homosexual pide una bendición, bendecimos a la persona, porque incluso cuando voy a la prisión de Makala, hay criminales allí y los bendigo. Personas que han masacrado, que han matado. Pero cuando piden la bendición, se la damos (…) Bendecimos con la esperanza de que la gracia de la bendición pueda ayudarlo a convertirse. Y si bendecimos a un homosexual, también es para decirle que su orientación sexual no está de acuerdo con la voluntad de Dios, y esperamos que la bendición pueda ayudarle a cambiar”.