Es uno de los directores de escena más solicitados del momento a nivel mundial. Francisco Negrín no conoce fronteras. Pero de ningún tipo. Ni las físicas, ni la artísticas. Ha trabajado con Zubin Mehta y Juan Diego Flórez, pero también con Mika, Pharrell Williams o Ellie Goulding. Con Anastacia y con Anne Sofie von Otter.
Nació en México en 1963 –hijo de españoles y bisnieto de Juan Negrín, presidente del Gobierno durante la Segunda República–, pero tiene cuatro nacionalidades. Y monta óperas o espectáculos multitudinarios en todo el mundo. Desde un Trovatore de Verdi hasta el macroespectáculo de inauguración de los Juegos Panamericanos. Y también desde la ópera barroca –época que le apasiona– hasta el estreno más contemporáneo porque, para él, ahora estamos viviendo “los años dorados de la ópera”.
Estos días regresa a España porque estrena en Bilbao –dentro de la temporada de la ABAO– un Verdi desconocido: Jérusalem. La ópera de Bilbao –una de las temporadas más antiguas de España después de la del Liceo y la de Oviedo– lleva años con el interesantísimo ciclo ‘Tutto Verdi’. Un proyecto –posiblemente único en el mundo– que consiste en poner en escena todas las obras del compositor italiano. Negrín opina que esta obra vive hoy una actualidad plena: “Tiene la música y el texto adecuados para recordarnos los peligros del abuso de poder y de la falta de verdad y compasión. Algo que nos viene bien ahora mismo”.
SHANGAY ⇒ Eres una especie de crossover de la ópera, pues lo mismo estrenas una obra contemporánea que montas un espectáculo de masas… ¿En qué terreno te encuentras más cómodo como creador?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Me encuentro igual de cómodo en cualquier proyecto en el que pueda trabajar con un buen equipo y con tiempo y recursos suficientes. Lo importante es poder tener la calidad del espectáculo como único enfoque.
“La libertad del creador es algo ilusorio, salvo que seas un escritor sin ningún ánimo de lucro”
SHANGAY ⇒ ¿En los macroespectáculos en los que hay tantos intereses cruzados –desde comerciales hasta los condicionantes de horarios de emisión o las complicaciones de hacerlos con mucha gente ‘en la escena’–, el creador sigue teniendo espacio para la libertad?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Macroespectáculo o no, siempre hay muchos intereses cruzados. La libertad del creador es algo ilusorio, salvo que seas un escritor sin ningún ánimo de lucro que trabaja solo y sin fecha límite de entrega. El grado de libertad creativa depende de la relación que uno logre tener con todo el equipo, del presupuesto, del tiempo disponible, de las características del espacio en sí, etc. Comparando casos en los cuales la calidad de la relación con el ‘cliente’ sea la misma, siento más libertad en otros medios que en la ópera, porque escribo yo el espectáculo, participo en la composición de la música, elijo reparto y equipo, y no me preocupo por una preconcepción o tradición ni por lo que otros piensen que hubiera deseado el compositor. En ópera uno crea, sí, pero lo que uno crea es un microcosmos en el cual poder interpretar una partitura y texto ya existentes. Por supuesto, en la ópera me puedo a veces permitir un grado de sofisticación intelectual y experimentación artística que no es necesariamente es bienvenida en otros ámbitos. Pero tampoco es tan sencillo: la ópera puede ser un mundo tan profundamente comercial y superficial como el mundo comercial inteligente y progresista.
El director de escena Francisco Negrín [Foto: Jonathan Hernández Kube Studio]
SHANGAY ⇒ ¿Se puede ‘controlar’ un espectáculo del tipo inauguración de los Juegos Panamericanos?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Depende de la relación con el comité. En el caso de los Panamericanos, el comité fue un grupo fantástico de productores de espectáculos que, una vez que vieron que yo ‘entendía’ la cultura y que ‘sentía’ lo que importaba mostrar del país, me dieron total libertad y me apoyaron en todo momento para hacer una creación controlada y personal. En otros casos de ceremonias de ese tipo, el gobierno puede fácilmente meterse en todo y esterilizarlo todo…. Pero eso pasa en todo tipo de evento: un cantante o un director de orquesta pueden apoyarte y colaborar maravillosamente igual de la misma forma que pueden ser un obstáculo absoluto. La falta de tiempo de ensayo puede ser también el más terrible enemigo de todos.
SHANGAY ⇒ Aseguras que el barroco es un terreno en el que te encuentras muy cómodo, pero la ópera contemporánea es otro de tus fuertes. Pregunto como espectador a otra persona que, además de creador, es espectador: ¿Por qué la ópera contemporánea no cuaja? ¿Por qué no hay una comunión entre la escena y el patio de butacas? Con las obras que hoy tenemos como repertorio no pasaba, pues solían conectar con el público…
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ ¡El fracaso sí que era lo habitual en otros tiempos! Igual que ahora. Pero había más intentos, y por eso también había más éxitos. Solo han llegado a nosotros los trabajos de los grandes… Todo lo demás ha desaparecido, y por eso nos parece que todo era maravilloso. Como ahora hacemos pocas óperas nuevas, estadísticamente es normal que salgan pocas buenas. Lo que hace que no cuaje la ópera contemporánea es la falta de costumbre y de educación. Si la música y el teatro formaran parte de la educación y de la vida cultural de la sociedad y si, además, las compañías de ópera no fueran museos repetitivos y programaran un 80% de obras nuevas (como ocurría en otros siglos o como sucede hoy en día en teatros, galerías, cines, espacios de danza, editoriales, discográficas…), el gusto del público evolucionaría junto con el de los creadores, igual que sucede en los otros medios. Dile a un joven que solo podrá ver películas en blanco y negro en la cinemateca y muy de vez en cuando una película nueva… y a ver qué te dice.
SHANGAY ⇒ ¿Crees entonces que el origen del problema está en la creación?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ De hecho, si se les pidiese más obras nuevas, los compositores también podrían aprender y evolucionar. Ni Mozart ni Verdi ni Wagner escribieron obras maestras en su primer intento. En cambio, a los compositores contemporáneos se los condena al olvido si no crean una obra maestra a la primera. Por cierto, acabo de estrenar La reina de las nieves,de Abrahamsen, y el público lloró de emoción y se puso en pie por el compositor al final. Y con el marketing adecuado estoy seguro de que atraería a un público nuevo que ni se imagina que esto pueda existir, porque solo piensan en el mundo de la ópera como algo más estereotípico y no les atrae para nada.
SHANGAY ⇒ Tienes cuatro nacionalidades… ¿Cómo ves desde fuera el panorama de la ópera en España?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Pues no muy integrado en la vida cultural del país, como puede estarlo en Alemania, Italia o Inglaterra. Pero es normal. No forma parte de la tradición musical del país. En la escuela en Inglaterra los niños cantan obras corales complejas de Britten… En España hay otras tradiciones musicales maravillosas. Nunca he entendido por qué la ópera tiene que ser para todos, y por qué la música clásica occidental y, en particular la ópera, cobra tanta importancia en relación con otras formas artísticas. Es como el fútbol…. No tiene por qué ser para todos. Hay culturas que prefieren ver hockey sobre hielo, gracias a Dios. ¡Viva la diversidad!
SHANGAY ⇒ Tu próximo estreno en nuestro país es un Verdi desconocido, Jérusalem. La apuesta de la ABAO del ‘Tutto Verdi’ es una de las más ambiciosas que se han realizado quizá a nivel mundial, y ha sido por una temporada como la de Bilbao. ¿Por qué hay que recuperar una obra como Jérusalem?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Hay que montarla (no digo recuperarla, pues es un estreno en España) para que, como dije antes, ¡viva la diversidad! Ya basta de tanta Aída, digo yo. Y hay que montarla porque es la versión mejorada por Verdi de I Lombardi, y me parece más interesante producirla que encallarse siempre en la versión más habitual. Solo se ha montado más veces I Lombardi porque se compuso en italiano, y a los intérpretes de bel canto de antes les daba ‘flojera’ cantar en francés. Además, es una obra muy distinta de otras de Verdi a nivel temático, con un elemento místico que resalto mucho en esta puesta en escena. Y son la música y el texto adecuados para recordarnos los peligros del abuso de poder y de la falta de verdad y compasión. Algo que nos viene bien ahora mismo.
Una escena del Jerusalem que se verá en Bilbao [Foto: Thilo Beu]
SHANGAY ⇒ Hemos pasado de que la llama lírica en España estuviera en Bilbao y Oviedo como temporadas pioneras, con el Liceo en Barcelona como buque insignia internacional, y Madrid con La Zarzuela como sede, pues el Real estaba cerrado, al panorama actual, con una oferta amplia y variada en todos los campos…
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ ¡Viva la diversidad, otra vez! Que haya descentralización y más teatros haciendo trabajo de calidad y atreviéndose con un repertorio distinto es la vía hacia un futuro más rico.
SHANGAY ⇒ Con Il Trovatore tuyo que vimos en el Real demostraste que es posible adaptar un libreto de esos de los catalogados como ‘imposibles’ sin necesidad de caer en la provocación vacía de hace unos años… ¿Hemos pasado ya la página del ‘todo vale’ para que los directores de escena hagan lo que quieran con el repertorio?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Nunca he pensado que ‘todo vale’. Siempre he buscado que haya una gran integración entre texto, partitura y puesta en escena. Todo tiene que estar justificado y tener sentido para comunicarle una historia y un mensaje al público. Eso no significa hacer lo que pone en el libreto al pie de la letra, pues el público actual no tiene las mismas referencias que el de otros siglos, ni un autor de esos tiempos sabía cómo podía funcionar el teatro y la mente del espectador del siglo XXI. A veces se puede ser más fiel a lo que realmente importa al pasar por caminos menos directos para contar la ‘verdad’ de una obra que siguiendo falsas tradiciones. Siempre busco respetar la esencia y la poética propias de la obra. Para mí, si los personajes cantan música del siglo XVIII, no entiendo que estén en un diner de los años 50 en California, porque entonces cantarían otro tipo de música y tendrían relaciones bien distintas entre ellos a las que se describen en la obra. Pero por la misma razón tampoco pienso que el Idomeneo de Mozart tenga que ser representado como un rey cretense que lleva puesta una toga. Representa algo más metafórico basado en la filosofía y la estética del siglo XVIII, no de la Creta antigua. Ni Mozart lo vestía en toga… La ópera no es un medio documentalista ni un libro de historia. Pienso que, si quieres montar un espectáculo sobre la situación actual en Oriente Medio, es más pertinente crear una ópera contemporánea que entre profundamente en ese tema, y no ponerle ese peso al Julio Cesar de Händel, que no tiene nada que ver y se queda bien corto si le obligas a significar eso, pues su belleza reside en otro lugar.
“En España la ópera no está muy integrada en la vida cultural del país, como puede estarlo en Alemania, Italia o Inglaterra”
SHANGAY ⇒ ¿Es fácil el matrimonio director musical/director de escena?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Depende del director musical y del director de escena en cuestión… No todos los matrimonios funcionan: algunos son arreglados externamente a la pareja, algunos son estériles y otros son maravillas de comunicación y de fertilidad. Algunos se llevan bien entre ellos, pero son malos padres, otros son buenos padres, pero no se pueden hablar. Hay de todo. Lo que sí es verdad es que muy pocos directores artísticos de compañías se plantean realmente cómo puede funcionar el matrimonio en el momento de hacer de celestina… Suele ser el fruto del azar. Igual con la relación director/reparto. Una pena.
SHANGAY ⇒ ¿Te atreves con todo tipo de repertorio o hay algo en que directamente ‘no entras’
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Atreverme, me atrevo con todo. Pero me da poco placer el bel canto más convencional tipo Donizzetti que me parece igual de formulaico que el reguetón. Lo que ocurre es que como saben que me gusta resolver dramaturgias problemáticas, me piden montar mucho bel canto. Es la ironía de la vida… Me cuesta más aún el verismo italiano tipo Cavalleria rusticana, porque ese repertorio sufre del mismo sentimentalismo voyerista que un culebrón televisivo. Al menos, por ahora, no he tenido que enfrentarme a ese género.
SHANGAY ⇒ ¿Te apasionan los shows de Broadway?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Los shows de Broadway no me apasionan ni más ni menos que cualquier otro tipo de espectáculo bien pensado y bien interpretado. Pero sí me fascina el hecho de que en muchos el baile sea un instrumento narrativo equivalente al canto. Por cierto, no sé cuál es la diferencia entre una ópera y un musical, aparte de la amplificación que existe desde hace unos años en los musicales y del hecho que es más caro ir a un musical de Broadway que a una ópera (pero, misteriosamente, no se les tacha de elitistas a los musicales). Para mí, ambos géneros funcionan exactamente de la misma manera, y hay miles de estilos musicales distintos tanto en el mundo de los musicales como en el de las óperas. No sé dónde está la frontera. Dudo de que alguien me argumente bien si West Side Story, Porgy and Bess, L’Orfeo, A Little Night Music, Candide o Carmen son musicales u óperas.
Otro momento de esta desconocida ópera de Verdi [Foto: Thilo Beu]
SHANGAY ⇒ ¿Por qué no son los musicales la ópera de hoy día? Los teatros de musicales funcionan como lo hacían en los años dorados los de ópera, lo que no funciona, se cae de cartel…
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Me parece que los años dorados de la ópera son ahora. O, al menos, hace apenas quince años, cuando aún había un poco más de dinero para la cultura. En todo caso, a nivel de funciones, nunca en la historia ha habido tanta oferta y variedad por todo el mundo, ni se ha visto nunca tanto público de tantas clases sociales y nacionalidades yendo a óperas como ahora. Y, desde luego, nunca antes ha habido tanto interés en el aspecto teatral de las obras, lo cual hace que ahora sea realmente un medio ultracompleto. Quizás no haya tantos grandes cantantes para el repertorio romántico italiano como a mediados del siglo XX, pero los hay maravillosos en otros repertorios. En cambio, no se componen tantas óperas nuevas como en los siglos del XVII al XIX. Pero, en comparación, tampoco es que ahora mismo se compongan muchos musicales realmente originales… Suelen ser adaptaciones de películas o de la discografía de algún grupo. Y se replican los mismos en las mismas producciones en el mundo entero. Desde luego, esta no es la época de oro de los musicales. En cuanto a lo de la caída de cartel… Una producción de ópera no puede caer de cartel porque suele solo tener entre dos y ocho funciones. O mejor dicho, caen de cartel por definición. Y si hablamos de obras, no de producciones, las que no han tenido éxito caen en el olvido más profundo, igual que los musicales…
SHANGAY ⇒ En ese crossover en el que te mueves, pasas de Juan Diego Flórez o Anne Sofie von Otter a Pharrell Williams o Ellie Goulding… ¿Los divos de hoy en día son igual en el terreno del pop que en el de la lírica? En las puertas de 2020, ¿sigue existiendo ‘el divo’?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Hay médicos divos, periodistas divos, directores divos, futbolistas divos, y hasta conozco a un fontanero divo, sin hablar de los políticos. Todos son iguales… y en todas las épocas. Se hacen los difíciles e importantes por falta de seguridad y, muy a menudo también, por falta de talento. La gente profesional con talento real no suele ser diva.
SHANGAY ⇒ ¿Manda más el divo o el director?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Manda más el más famoso en ese momento. Es decir, el que hace que la gente compre los billetes. El que más le importe a la compañía si se va o no. Pero también hay que decir que en la ópera hay una regla no escrita que hemos heredado del final de siglo XIX y del XX: quien manda realmente es el director de orquesta. A veces con razón, y otras veces solo por costumbre y mística.
SHANGAY ⇒ La ópera es un campo muy ligado al mundo LGTBI y, en especial, al mundo gay, siempre ha habido una gran conexión. ¿Por qué, salvo casos como el de Britten, no hay muchos referentes o creadores fuera del armario?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Creo que en el mundo de la ópera casi nadie está en el armario. Si no se habla de la sexualidad de la gente que trabaja en las artes no comerciales, no es porque los artistas o administradores lo escondan, sino porque no es pertinente. A nadie a quien le interesan de verdad las artes no comerciales le importa poco la sexualidad de quien las crea. Creo que referentes hay por doquier, pero quizás no sepas que son gais simplemente porque se habla de su arte, no de su sexualidad. Evidentemente, si hablamos de compositores muertos famosos, no salieron del armario en su día por razones evidentes, y tampoco cambia gran cosa saberlo ahora… No creo que ningún niño inquieto al descubrir su sexualidad se sienta mejor porque Tchaikovsky era gay.
Un momento del montaje de Snowqueen, con regia de Negrín, que se estrenó en la ópera de Copenhague.
SHANGAY ⇒ ¿Qué tiene la ópera para gustar tanto, y desde siempre, en el mundo gay?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Es cierto que hay muchos gais trabajando en las administraciones de instituciones culturales. Muchos más que en puestos artísticos, la verdad. Y donde menos gais hay es en los ballets. Siempre me sorprende porque va tanto contra los estereotipos… ¿Y en el público? No sé. Creo que quizás sea principalmente un efecto de tribu. “A mi amigo le gusta, entonces me gusta a mí”. Pero también hay otra cuestión que no sé explicar… A mí, por ejemplo, de niño me gustaba ABBA. Y no porque tuviera amigos gays que escuchaban a ABBA. Y no por su manera de vestir, que no me interesaba en absoluto. No conocía a nadie que yo supiera que fuera gay ni a nadie que escuchara ABBA. Los descubrí solito. ¿Qué tiene ABBA que le gusta a un niño gay por naturaleza, no por copiar a su entorno? ¿Y qué tienen en común ABBA y la ópera?
SHANGAY ⇒ Joyce DiDonato me dijo sobre esta cuestión que la conexión podía deberse a que la ópera siempre ha sido un “espacio de libertad”…
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ Puede ser. Imagino que Joyce se refiere a libertad de expresión artística. Y mirando también desde un punto de vista más sociológico, la verdad es que es un espacio históricamente poblado por gente con más tiempo y dinero para poder interesarse en cosas sofisticadas, y provenientes de entornos con más ‘mundo’, lo cual implica menos prejuicios a nivel sexual (al menos en privado). Pero no olvidemos que también es un espacio a veces ultraconservador y con tradiciones algo rancias. Entonces entiendo más lo de “espacio de libertad” para el mundo de la moda que para la ópera. Y creo que a lo mejor va más por ahí la explicación, aunque sea menos bonita.
SHANGAY ⇒ Crees que el público LGTBI millennial conecta igual con el mundo de la ópera como ocurría en la segunda mitad del XX?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ No creo que el público millennial (LGTBI o no) conecte mucho con eventos ‘físicos, son más de pantallas. ¡La generación Z, en cambio, creo que lo hará mucho más que los millennials, gracias a Dios! Y tampoco se van a definir tanto como LGTBI o no LGTBI. Esa sigla impronunciable ya es cosa del pasado. El futuro será más fluido.
[Foto: Jonathan Hernández Kube Studio]
SHANGAY ⇒ ¿Cuál es tu teatro fetiche?
FRANCISCO NEGRÍN ⇒ El teatro barroco del palacio de Drottningholm en Estocolmo. Se me puso la piel de gallina al entrar la primera vez. Es como viajar en el tiempo, pues está intacto. Ni restaurado. Ahí entiendes el porqué de muchas de las convenciones operísticas que aún nos rigen hoy en día. Y aquí en España, el Teatro Real, pues para mí es donde mejor se trabaja de todas las casas de ópera que yo haya podido conocer a lo largo de mis 80 producciones.