La Caballé (y España)

Hoy día 6 de noviembre hace un mes que nos dejó. Aunque la Caballé formaba parte ya desde mucho antes de ese exclusivo grupo de poquísimos inmortales.

La Caballé (y España)
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

6 noviembre, 2018
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Hoy día 6 de noviembre hace un mes que nos dejó. Aunque eso no es del todo cierto, porque la Caballé formaba parte ya –desde mucho antes– de ese exclusivísimo grupo al que pertenecen unos poquísimos inmortales. No es una afirmación exagerada.

Es cierto que hay determinadas personas que tienen un don que se escapa de lo humano. Montserrat Caballé era (es) una de ellas. Era (es) muy grande. Y lo sabía. En todos los sentidos. Por eso bromeaba con ello. En una entrevista logró acorralarme cuando me preguntó, a bocajarro: “Usted me ve gorda, ¿verdad?” Ante mi silencio, su característica risotada y esta respuesta: “Usted me ve gorda; me tiene que ver gorda, porque… ¡estoy gorda!”. Nueva risotada.

Los días posteriores a su fallecimiento terrenal todos los medios alababan su voz, con sus delicados pianissimo que la hicieron única. También se hablaba de sus problemas con el Liceo, que fue su casa durante muchos años. Y hasta de sus enfrentamientos con el nacionalismo, que hicieron que se levantara de una cena con los Pujol, y que la propia Marta Ferrusola fuera tras ella para pedirle disculpas.

Sí, todo eso se contó en esos días. Pero lo que casi no se contó es lo generosa que fue siempre con nuestro país. Era una reina. Desde el mismo momento en que sustituyó in extremis –como ocurre con todas las leyendas– a la mismísima Marilyn Horne en el Carnegie Hall de Nueva York en una Lucrezia Borgia. De ese escenario, a Glyndebourne, uno de los festivales más sofisticados e interesantes del mundo, que se celebra muy cerca de Londres, y que tiene la ‘virtud’ de contratar casi siempre a esas personas que, seguro, van a dar que hablar. En su caso, sí que dio que mucho que hablar. Y más que cantar, porque escándalos que dieran que hablar, pocos. Vamos, sí que se habló de ella en los siguientes años. Hasta hoy.

El Met de Nueva York, la Scala de Milán, el Covent Garden de Londres… y la legendaria Norma del Festival de Orange. En esa misma entrevista me dejó caer que tomaba café con Maria Callas y Renata Tebaldi (supuestamente enfrentadas) en Manhattan, como quien cuenta que coge el metro para ir de Sol a Cuatro Caminos.

Sí, los teatros de mundo entero a sus pies, pero ella nunca faltó a nuestro país. Nunca falló. En aquellos años nuestro teatro de ópera de referencia era el Liceo, que hasta los años 80 era privado. No había un gran teatro público de ópera, como son ahora. Ella, que pisaba la Ópera de Viena con pie firme, nunca falló. Ella, que era la reina de La Scala, volvía a casa. Es más, agradecía que la contrataran en Navidad en Barcelona para poder pasar esos días en familia.

En Madrid fue el Teatro de la Zarzuela (si esas paredes hablasen, con lo que han vivido) donde podía cantar en óperas escenificadas, pues su antológica Norma del Teatro Real de 1970 fue en versión concierto, porque en esos años no se representaba ópera allí. Muchos recuerdos hay en ese mítico escenario.

Pero tampoco faltó nunca al entonces Festival de Ópera de Oviedo: en 1968 se marcó –¡en la misma semana de septiembre!– una Tosca y un Roberto Devereux; en el 70, una Lucrezia Borgia y un Trovatore; y en el 78, una Norma y Luisa Miller. Ella, que reinaba en el Covent Garden o el Met, hacía dobletes en una semana con óperas tan sumamente complicadas, con un par, en días alternos. Y Otello en el 83.

En la cima de su carrera internacional no faltaba a este ni a otros teatros españoles, como el Albia de Bilbao en las temporadas de la ABAO, los Amigos de la Ópera o a Las Palmas. ¿Qué necesidad tenía de venirse aquí de bolos? Nuestro país estaba a años luz de los templos mundiales de la ópera, donde ella se medía de tú a tú con los grandes.

Hace unos años Joan Matabosch le organizó un precioso homenaje en el Real, y no fue nadie de la familia que da apellido al coliseo. Cosas que pasan. Ahora, todos la lloran.

En fin, casta diva, casta diosa. Inmortal… Sí. Hoy 6 de noviembre hace un mes que se fue. Pero ella nunca morirá.

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