La ha vuelto a liar. El Papa Francisco ha sido entrevistado por Jordi Évole en Salvados y se ha vuelto a meter en un jardín al hablar de la homosexualidad. Cuando el periodista de La Sexta le preguntó sobre unas palabras suyas en las que insinuó que unos padres deberían recurrir a la psiquiatría si un hijo era homosexual, lejos de aclararlo, ha vuelto a avivar la polémica.
«No se puede echar del hogar a una persona por tener tendencias homosexuales. Lo que quise decir en ese momento, en un idioma que no era el mío [se refiere a una de sus famosas ruedas de prensa en el avión, a la vuelta de un viaje, en las que habla en italiano], es que cuando unos padres ven cosas raras lo que tienen que hacer es recurrir a un especialista para que les saque de la duda. Pero una vez que esa actitud homosexual está fraguada, esa persona tiene derecho a tener una familia». Ante estas palabras, Évole le dijo que esta expresión que había usado [ahora en español, que es su idioma, por lo que no hay disculpa posible] podría ser malinterpretada, y le dio la posibilidad de aclararla. Lejos de corregirla, Francisco dijo: ¿»Y qué haría falta que dijese?».
Pocos minutos antes se había referido como «tendencias raras» a ser homosexual, y también dijo que «las tendencias no son pecado, el pecado es actuar mal», sin aclarar qué es exactamente «actuar mal», para luego pasar a hablar de la doctrina de la Iglesia y el «pecar de pensamiento, palabra, obra u omisión».
No es la primera vez que las palabras del Papa –que rompió moldes al decir hace años «¿quién soy yo para juzgar a un gay?»– sobre la homosexualidad levantan polémica. Hace muy poco se refirió al tema con el ya tristemente famoso «la homosexualidad está de moda».
No sabemos cuál es el papel que finalmente juega el jesuita James Martin –abiertamente gayfriendly– al que Francisco nombró como asesor. Parece que poco. En fin, lo que sí que es cierto es que el esperado aperturismo de la Iglesia sobre el tema LGTBI se ha quedado en poco más que una pancarta para conseguir titulares.
También podría ser que no le haya quedado más remedio que recoger velas por las presiones de la férrea curia vaticana. En cualquier caso, una pena. Las dos posibilidades son una verdadera pena. Y una gran decepción.