Crítica de ópera: ‘Dido y Aeneas’, el mejor Purcell bailado (y pasado por agua)

La orquesta Akademie für Alte Music Berlin y el coro Vocal Consort Berlin se fusionan asombrosamente con el ballet Sasha Waltz & Guests en un espectáculo bellísimo.

Crítica de ópera: ‘Dido y Aeneas’, el mejor Purcell bailado (y pasado por agua)
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

1 abril, 2019
Se lee en 2 minutos

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El barroco reina este mes en el Teatro Real. Tras La Calisto, de Cavalli, llega el turno de Dido y Aeneas, de Purcell. Y dos barrocos poco conocidos en nuestros escenarios. En este caso, además, la obra de compositor británico viene en versión ópera coreografiada, pues se ha convertido en ballet contemporáneo de la mano de Sasha Waltz, que se tira a la piscina –es literal– pasando por agua el prólogo de esta preciosa ópera estrenada en Londres en 1689. Esta función de Dido y Aeneas es un homenaje a la belleza pura.

Crítica de ópera: ‘Dido y Aeneas’, el mejor Purcell bailado (y pasado por agua)

[Fotos: Javier del Real]

El director Cecil B de Mille decía que una buena película tenía que comenzar con un terremoto y luego seguir hacia arriba. La coreógrafa y bailarina Sasha Waltz debió de seguir ese consejo y lo comenzó con un maremoto, pero estético. La llegada en barco de Aeneas, héroe troyano, a Cartago, gobernada por la reina Aeneas, la resuelve con una maravillosa coreografía bajo el agua en un acuario/piscina que inunda el escenario del Real. A partir de ese momento, todo va, tal y como decía De Mille, a más.

Gran parte de ‘la culpa’ de ello la tiene la orquesta Akademie für Alte Music Berlin, con instrumentos históricos desde el foso, y el coro Vocal Consort Berlin, que se fusiona asombrosamente con el ballet Sasha Waltz & Guests. Los cantantes (estupendos), el cuerpo de baile y el coro forman un total, junto a la orquesta, en un espectáculo redondo, bellísimo.

La música de Purcell, uno de los padres de la ópera inglesa, marida –como dirían los gastrónomos– a la perfección con el lenguaje corporal contemporáneo de la coreógrafa alemana. Tras la piscina inicial (maravillosos los bailes bajo el agua), la escena se desnuda por completo, pero el inmenso escenario del Real se llena con talento y belleza.

El coliseo está saldando deudas con el barroco menos representado. Esta obra solo se había podido escuchar en versión concierto en 2013 (en La Zarzuela sí se había representado en los años 80). Y esta versión coreografiada no hace sino aumentar el mono de este tipo de música que, cuando está bien representada, tocada y cantada, es un festín para los sentidos. Hay que disfrutarlo, que luego llega la sequía.

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