CRÍTICA: Madonna propone en 'Madame X' un viaje sensorial fascinante

¿Qué nos ha parecido el nuevo de Madonna, 'Madame X'? Descúbrelo en nuestra crítica, en que analizamos el viaje que propone la diva para mantener su reinado y reinventarse, una vez más. Y van...

CRÍTICA: Madonna propone en 'Madame X' un viaje sensorial fascinante
Agustín Gómez Cascales

Agustín Gómez Cascales

He viajado en limusina con Mariah, he tomado el té con Beyoncé, he salido de fiesta con J.Lo y he pinchado con RuPaul. ¿Qué será lo próximo?

14 junio, 2019
Se lee en 4 minutos

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«This is not music, this is a trip», afirmaba Prince en toda una joya –sí, musical–, una remezcla extendida de su clásico Alphabet Street, que proponía un viaje alucinógeno. Ese mismo Prince al que cita Madonna en Funana, una de las canciones que incluye la edición especial de Madame X. Que es todo un viaje también, de principio a fin. Y de lo más gratificante.

El trayecto empieza en Medellín, nada menos, y con Maluma de copiloto. Ha sido de lo más discutida esta colaboración, injustificadamente considero yo. Su aproximación al reguepop trae ecos de la Madonna naíf de La isla bonita, y recuperar a esa Madonna pizpireta y luminosa es todo un logro al que ha contribuido decididamente Mirwais, que se merece un monumento. Y es que él ha producido lo más memorable que ha grabado Madonna en las últimas dos décadas, que se dice pronto.

“Madonna propone una original y algo desquiciada visión de la world music”

La artista parecía demasiado acomodada en su trono de reina del pop, y ha tenido que salir de viaje para volver a recuperar la chispa creativa y su propia voz, que cuanto más tratada en los temas de Madame X, mejor suena, por contradictorio que pueda parecer. Igual que el vocoder salvó a la reina madre Cher, el autotune hace lo propio con Madonna. Que propone una original y algo desquiciada visión de la world music en su decimocuarto álbum de estudio. Ay, la originalidad, que no está todo lo valorada que debería hoy día en el pop. Y haberse liberado de las ataduras pop que arruinaron los desastrosos MDNA y Rebel Heart le ha dado nuevas alas a la artista.

CRÍTICA: Madonna propone en 'Madame X' un viaje sensorial fascinante

Dark Ballet, una minisuite zigzagueante, nos indica que Madonna ya no quiere hacernos bailar como antes. Si en –el sobrevalorado– Confessions on a Dance Floor apostaba por las coreografías cerebrales, en 2018 nos invita a adentrarnos en el contemporáneo freestyle. «We need to wake up», repite una y otra vez en la sección discotequera de God Control, esta vez, sí, una suite en toda regla, donde sí incluye un guiño a su legado para las pistas, que es enorme. Madame X no está especialmente interesada en esta ocasión en reventarlas, es evidente en un álbum en donde no hay ni un single claro. Aunque los fans fieles celebrarán, sin duda, que I Don’t Search I Find lo sea.

Llega la polirrítmica Batuka, con Madonna haciendo parada en la música tradicional afro-portuguesa, y nos descubre una faceta suya inédita, la tribal. Y qué interesante resulta verla como líder de tribu en una canción que deviene hacia el final en himno electro-espiritual. Esta Madame X es una caja de sorpresas, sin duda. Y, por suerte, cuando saca su vena mesiánica en Killers Who Are Partying o Extreme Occident –lo más cercano en sensibilidad sónica a Ray of Light–, ahí está Mirwais para choppearla y rebajarla vía exotismo viajero, vía fado si es necesario.

“Liberarse de las ataduras del pop le ha dado nuevas alas”

Entre los experimentos que nos descubren nuevas caras de Madonna –sí, todavía se muestra muy capaz de revelarnos que es más poliédrica aún de lo que pensamos– hay dos bloques en Madame X, uno más inspirado que otro, en los que la Madonna estadounidense y la brasileira-portuguesa –orgullosa ciudadana del mundo, al fin y al cabo– se muestran con fuerza.

Sentido y sensibilidad van de la mano en el triunvirato Crave Crazy Come Alive, canciones en donde la artista se revela especialmente delicada, y emociona. Descolocan en cierta medida, porque rebaja la intensidad del álbum, la llegada de Faz Gostoso (con Anitta) y Bitch I’m Loca (de nuevo con Maluma), porque estas aproximaciones al funk carioca y al reguetón no brillan como el resto del álbum. Pero a Madonna le sigue gustando la fiesta, y está en su derecho. Suerte que I Don’t Search I Find cierra el tramo por todo lo alto. Los 90 fueron suyos, y aquí los reivindica de nuevo con un semi banger sutil que encajaría en Erotica sin problema.

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La Madonna más espiritual no podía faltar, de manera que Looking For Mercy y I Rise, que quizá por sí mismas no tienen una enorme entidad, funcionan a la perfección para cerrar este viaje del que sale una Madonna reforzada y más enigmática que nunca. ¡Que continúe el viaje! ⭐⭐⭐⭐

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