Así estoy yo… desescalada

Media España cruza estos días, en la desescalada de este tremendo reality, la pasarela hacia la Fase 1, mientras la otra mitad seguirá sin abandonar la casa.

Así estoy yo… desescalada
15 mayo, 2020
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Media España cruza estos días, en la desescalada, la pasarela hacia la Fase 1, mientras la otra mitad seguirá sin abandonar la casa. Un reality de dos meses que, vivas donde vivas, comienza a perder el tufillo a cuarentena. Tal vez antes de lo que nos podemos permitir.

Cuando hablan de ‘nueva normalidad’ me hacen pensar en casos como los de Renée Zellweger o Courtney Cox, que transformaron sus caras de la noche a la mañana y hubo que hacer como que no pasaba nada. En nuestro caso, las novedades a las que tendremos que acostumbrarnos van más en la línea de lo absurdo. En plan “oh, Dios, ya me han saludado cinco personas enmascarilladas y no tengo ni idea de quiénes eran”. O cuando la vecina del quinto hace piruetas a lo Cirque du Soleil cuando os cruzáis por la escalera.

Definitivamente, ya no estamos en Kansas, Totó. Hemos cambiado. Y salir por el barrio tiene como banda sonora el Desesperada de Marta Sánchez, porque camino bajo el sol, pero es invierno en mi corazón. Esta no es la primavera 2020 que esperábamos. No tienes más que enfundarte tus mejores galas deportivas (aunque no hayas entrenado desde los días de Eva Nasarre) y observar el panorama de tu calle.

Las peluquerías llevan abiertas más de una semana, y algunos afortunados ya lucen sus primeros degradados cuando salen a correr. Las barbas impolutas tendrán que esperar un poco más, porque las mascarillas son obligatorias en las barberías hasta nuevo aviso. Otro fenómeno es el de esa gente que ya estaba morena el primer día de piscina aunque hubiera estado lloviendo de octubre a mayo. Ellos han sobrevivido al blanco hibernación de la cuarentena y lucen bronceado aunque su balcón no mida más de metro y medio. Los misterios de la tanorexia. Y, cómo no, aquellos que no saben cómo dar las gracias a que el dress code de la desescalada sea el elástico del chándal, porque las tardes de Netflix dándole al Häagen-Dazs han causado verdaderos estragos.

Lástima que los gimnasios estén condenados a ser de los últimos establecimientos en abrir. Ardo en deseos de volver a ver a todos aquellos armatostes que siempre se están preparando para la competición de turno y cuyo volumen de masa muscular y porcentaje de grasa son incompatibles con la vida humana. ¿Qué habrá sido de ellos? ¿Se habrán mantenido a base de press de banca levantando el sofá o pronto empezaremos a contemplar tristes realidades? Por no entrar en el lamentable universo femenino (o no) de las uñas de gel, pestañas postizas y mechas rubias. Todo un estilo de vida llevado por el viento.

Al inicio de esto, las que empoderaron sus canas y raíces negras sufrieron menos que las que acabaron asumiendo que no hay filtro en Instagram que arregle los destrozos de los tintes en casa. Y en esta nueva etapa toca hacer lo mismo: aceptar. Porque los chinos aún van a tardar en dar con la dichosa vacuna, y los norteamericanos ni están ni se les espera. De Europa mejor no hablamos. Y nosotros no saldremos de esta con un máster en Sostenibilidad Eco-zen y Relaciones Resilientes como nos hacen creer, pero estamos ante un año duro en el que tendremos que mantener la cabeza fría… o los cuerdos vamos a ser más difíciles de encontrar que los botes de hidroalcohol.

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