Vuelve la ópera. Y en el Teatro Real de Madrid lo hace a lo grande: con La Traviata. Eso sí, las cosas han cambiado tras el confinamiento y ahora, para poder ir hay que adaptarse a la nueva normalidad. Así será ir a la ópera en la era post COVID-19. El Real ha trabajado contrarreloj para lograr volver a levantar el telón el 1 de julio. Será el primer coliseo del mundo en hacerlo, con una función ‘casi normal’, con orquesta en el foso y no en formato concierto y con aforo al 50%, es decir 869 localidades.
«Llevamos ensayando desde el 15 de junio. Quiero insistir en que no podemos sentarnos a esperar a que las cosas se normalicen por sí solas. Los teatros tenemos la obligación de ayudar a que esto ocurra. Hay que tener el coraje de lograr adaptarnos a la realidad», nos dice Joan Matabosch, director artístico del coliseo operístico. Y continúa: «Garantizando siempre, por supuesto, la seguridad de todos, artistas y público. Cancelar ya no es la única opción, y el mundo del teatro tiene que ser valiente para dar ese paso. Y tiene que hacerlo tanto por respeto al público como por respeto a los artistas, que son unos de los grandes damnificados de esta pandemia».
La Traviata que tenía que haber subido a los escenarios madrileños era una maravillosa producción de Willy Decker, original del Festival Salzsburgo en el año 2005, que lanzó a la fama mundial a Anna Netrebko y a Rolando Villazón. Finalmente, llega de la mano de Leo Castaldi, en una versión semiescenificada.
La original hubiera sido una puesta en escena minimalista –y muy eficaz– en la que un gigantesco reloj marca, minuto a minuto, la cuenta atrás en la vida de Violetta Valéry. No hacemos ningún spoiler si contamos que la protagonista de la ópera de Verdi muere en escena de tuberculosis, una enfermedad hoy curable y prevenible. Triste contradicción en los momentos que vivimos. Por eso va a resultar mucho más actual, para este momento histórico, la que veremos en el Real.
«He intentado crear un entorno físico y conceptual para que los artistas puedan expresarse. Hacer de las reglas, las normas que tenemos, las bases para nuestra obra. Quiero que los protocolos actuales sean los elementos del lenguaje. El escenario está dividido en cuadrados de dos metros por dos metros. Cada uno de ellos es una pequeña isla para que los solistas o el coro puedan moverse», nos dice Castaldi.
«Creo que hacer esta Traviata, en este mes de julio, es una manera de enfrentarnos al miedo. Sé que no será una función de Traviata normal. Pero también sé que será una gran noche de teatro en la manera en la que el teatro es el reflejo de la sociedad. No se podrán abrazar, pero lo que se cantan entre ellos llena el vacío de ese abrazo. Va a ser un espectáculo muy especial, para reflexionar», continúa el director de escena.
Para este regreso, el Teatro Real ha tenido que adaptar sus instalaciones. Todo ello ha implicado un coste de 340.000 euros en tareas de desinfectar todas las estancias, cambiar puertas, colocar controles de temperatura y desinfección de los espectadores, acotar zonas, cambiar grifos en los aseos… El descanso de las funciones también se alargará (cuarenta minutos en vez de veinte) para dar más tiempo a la entrada y la salida de espectadores.
Rueda de prensa de presentación de La Traviata en el escenario del Teatro Real con los el equipo artístico del coliseo y con cuatro de las sopranos que serán Violetta (a la izquierda) y los cuatro tenores que cantarán el papel de Alfredo.
Otro de los aspectos que hacen que esta Traviata sea especial es su director musical, Nicola Luisotti. El maestro italiano estará a la batuta en 21 de las 27 funciones (las otras seis las dirige Luis Méndez Cháves). «Yo estaba a punto de estrenar Trovatore en febrero en la Scala de Milán cuando llegó la orden del Gobierno de cerrar los teatros. Había ya gente en la sala. Fue el primer teatro en cerrar, y ahora voy a estar en el primero en abrir», nos dice.
«He pensado mucho en la importancia de la música para momentos como estos de soledad y aislamiento. Cuando Matabosch me llamó y me dijo que reabrirán teatro con La Traviata no se pueden imaginar la ilusión… No daba crédito. Necesitamos el arte. Debemos esforzarnos en volver a la realidad. Hay que huir del miedo a no vivir. La música nos va a permitir volver a ese sentimiento de cercanía tan necesaria. Será como si nos pudiéramos volver a besar y a estar cerca. Fui el primer director en cerrar un teatro a punto de estrenar Trovatore, y seré el primer en abrir otro. El alfa y el omega…», asegura emocionado Luisotti. Es la mejor prueba de que cuando todo falle, cuando todo vaya mal, siempre nos quedará Verdi. Y cuando empieza a ir bien, también.
Serán 27 funciones, una diaria, para poder recolocar todo el aforo vendido ya antes de la pandemia del coronavirus. Cinco sopranos serán Violetta (Marina Rebeka, Ruth Iniesta, Ekaterina Barkanova, Lana Los y Lisette Oropesa) y habrá cuatro Alfredos (Michael Fabiano, Ivan Magri, Matthew Polenzani e Ismael Jordi). Recordemos que esta era la Traviata que tenía que haber estrenado Plácido Domingo como Germont. Todo son símbolos en el mundo de la ópera. ¿Señales?
La función no tendrá un vestuario al uso. Incluso muchos cantantes se han traído su propia ropa y se utilizarán otros, del ‘fondo de armario’ del teatro. Todo ello le dará un toque vintage a la representación, con una estética de mediados del siglo XX. En los 140 metros cuadrados del foso, estará la orquesta con la plantilla completa de la partitura: 56 músicos tocarán con mascarilla, en atril individual y guardando metro y medio de distancia entre ellos. Los instrumentistas de viento tendrán paneles de metacrilato delante de sus instrumentos. La banda interna estará, con 16 profesores, sobre el escenario. En lo que respecta al coro, 51 interpretarán sus partes sobre tarimas. Todo ello para optimiza el sonido, porque el Coro Titular del Real también guardará dos metros de distancia de seguridad.
La ópera vuelve al Real, y lo hace con Traviata. ¿Llevará Violetta mascarilla? Posiblemente no. Hoy la tuberculosis no es el principal de los problemas que tenemos.
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