En una época de tan escasos estrenos en salas, se agradece que Isabel Coixet luche contra viento y marea para que Nieva en Benidorm llegue a los cines. Su inclasificable nueva película es un nuevo recordatorio de lo singular que es esta directora enamorada de la fabulación cinematográfica.
“Al final, me va a tocar ir con una furgoneta para ir enseñando la película”, ironiza Isabel Coixet mientras decide qué gafas ponerse durante la entrevista (“tengo tantas que algunas las voy regalando”). Es momento de hablar de Nieva en Benidorm, protagonizada por Timothy Spall, Sarita Chourdhury, Carmen Machi y Ana Torrent, producida por los hermanos Almodóvar. No es fácil resumir su argumento, y lo cierto es que es mejor enfrentarse a ella sabiendo cuanto menos, mejor.
De él, Coixet ha dicho que es un triángulo entre un hombre que ha vivido poco (Spall), una mujer que ha vivido mucho (Chourdhury) y Benidorm. Él es un hombre gris que llega a la ciudad en busca de su hermano perdido; ella, una enigmática mujer que deja sin habla a los turistas que acuden al cabaret en donde trabaja con sus números de acrobacias vaginales, y Benidorm…, pues eso, es Benidorm. Un enclave que, como el cine de Coixet, despierta sentimientos encontrados, y en el que la cineasta bucea con cariño.
¿Interpreta Carmen Machi a una policía capaz de recitar a Sylvia Plath? ¿Y Ana Torrent a una mujer de la limpieza de pocas palabras de la que terminamos sabiendo bien poco, aunque seguro que tiene una historia fascinante que debería ser contada? Sí, pero ya sabemos que en su cine las palabras tienen una vida secreta. La vida que tendrá su nueva película también es una incógnita, vista la situación actual. “El languidecimiento de las salas se ve desde hace muchos años, pero esta última estocada es muy heavy”, afirma. “Siempre me he rebelado frente al concepto ‘chill, Netflix, sofá y manta’. Me encanta mi casa, pero lo que me alimenta es salir, los bares, el cine… Y cuidado, que también trabajo para Netflix y para HBO…, pero estoy hasta los ovarios de esa idea tan extendida. Si no nos mata el bicho, lo harán la precariedad y el aburrimiento”.
SHANGAY ⇒ ¿Por qué quieres que se vea Nieva en Benidorm en una pantalla lo más grande posible si cuentas una historia –obviando el marco– pequeña?
ISABEL COIXET ⇒ Porque la rodé con ese pensamiento, y cuando la he visto en cines como el Phenomena, en Barcelona, donde hicimos una proyección para el equipo, confirmé que es así como se debería disfrutar, en un pantallón y con un sonido alucinante. Es verdad que el protagonista es un pobre tipo…, pero sorprende más que a alguien como él, a quien le acaban de despedir del banco en donde trabajaba, le pasen cosas extraordinarias que a Kanye West. Eso es lo bonito.
«Ser una cineasta libre es mi único mérito»
SHANGAY ⇒ ¿Vienes a defender que todos tenemos derecho a vivir experiencias extraordinarias?
ISABEL COIXET ⇒ Todos tenemos derecho a vivir. Mucha gente se pasa la vida esperando que le pase algo, lo que los japoneses llaman el satori: la revelación, la iluminación… Timothy [Spall] es un actor muy especial, un orfebre de los gestos y las palabras. Le dije que la clave de este personaje estaba en un cuento de Henry James, La bestia y la jungla, en donde al protagonista se le va la vida sin darse cuenta de que lo que esperaba que llegara a pasarle estaba delante de sus ojos. Es mi cuento de cabecera.
SHANGAY ⇒ Que una policía se ponga a recitar a Sylvia Plath en plena comisaría solo puede pasar en una película tuya…
ISABEL COIXET ⇒ Reconozco que es algo que me hacía mucha gracia mostrar. Que a una hipster le guste Sylvia Plath es como normal; lo interesante es que le guste a alguien que lleva uniforme y pistola. Igual que tiene todo el sentido que eligiera a Laura Ferrero [periodista y autora de Qué vas a hacer con el resto de tu vida] como la mujer que trabaja en la biblioplaya y le da al protagonista un libro de Sylvia Plath. Son esas cosas que para mí son importantes.
“Necesito distracción, entretenimiento y fantasía todo el rato”
SHANGAY ⇒ ¿Te consideras una cineasta libre?
ISABEL COIXET ⇒ Sí. En realidad, es mi único mérito. Sé que nadie es realmente libre, pero, al menos en mi cabeza, lo soy. Y me permito hacer cosas que si me sintiera atada a factores económicos o a la necesidad de hacer blockbusters seguramente no haría.
SHANGAY ⇒ Hay en Nieva en Benidorm varias historias paralelas que podrían haber sido la central. Como la que se desarrolla en el cabaret donde trabaja la protagonista. Es lo más cerca que has estado de hacer un musical, ¿no?
ISABEL COIXET ⇒ Sí [risas]. Blanca Li, que coreografió el número de las perlas [vaginales], me dijo que por qué no hacía un musical y que se bailase más… Pero a mí los musicales de Broadway me parecen un espanto, me aburren. Me invitaron en Londres a ver Los miserables y me salí a los quince minutos, lo reconozco. Me gustan las películas de Jacques Demy; a mí dame Los paraguas de Cherburgo. Stephen Sondheim, brrrr… [Mi cara es un poema] Sí, lo sé, los amantes del musical me miráis con horror.
SHANGAY ⇒ Sorprende, dentro de esa apuesta por personajes corrientes en la película, la aparición del fornido Edgar Vittorino. ¿Y eso?
ISABEL COIXET ⇒ Ya había trabajado con Edgar en Foodie Love, y fue un descubrimiento. Es un tío guapísimo, pero muy sensible, algo que no es tan habitual. No se cree su belleza, y es un buen actor, uno de verdad. En la serie tenía una historia con una mujer madura, y aquí también. Ya le he dicho que en la próxima se la escribiré con alguien de su edad; hombre o mujer, no sé.
SHANGAY ⇒ ¿Por qué contar con Ana Torrent en un papel tan pequeño?
ISABEL COIXET ⇒ Siempre he tenido fijación con ella. Me dio apuro ofrecerle un papel así, pero lo poco que sabemos del personaje es bueno. Quería trabajar con ella porque es de esas personas que, cuando miran, se te caen los palos del sombrajo.
SHANGAY ⇒ Como conviven –no siempre en armonía– inglés y español, en ocasiones dicen más las miradas que las palabras…
ISABEL COIXET ⇒ Me gustó que los actores españoles se esforzaran en hablar inglés, porque el pobre protagonista solo alcanza a decir en español “muchas gracias” y “una cerveza, por favor”. Me gusta utilizar idiomas variados, no sé bien por qué. Pero vamos, Foodie Love la rodé en español y me lo pasé muy bien; igual que cuando hice una película en donde la mitad de los diálogos eran en japonés [Mapa de los sonidos de Tokio] y yo no hablo japonés, pero me encanta cómo suena. El mundo es tan grande, que una puede hacer más cosas si trabaja en otros idiomas. Para mí es natural, ¿no es lo normal?
SHANGAY ⇒ En un universo en el que prima celebrar la belleza de la juventud, tú has querido apostar por la belleza de las relaciones de personas más mayores…
ISABEL COIXET ⇒ Es que la vida dura mucho, y hay gente que tiene despertares tardíos. Lo de “la arruga es bella” es una gilipollez, pero la belleza siempre está ahí. Yo no quería mostrar a una stripper acróbata vaginal de 23, sino a una tipa de 55, y no a una cualquiera, sino a Sarita (Chourdhury), que tiene una presencia increíble y una mezcla de razas muy interesante. Quería mostrar a una mujer que ha vivido mucho y que es un misterio… ¿De dónde viene? ¿Cómo llegó a Benidorm? Es que allí hay una historia que contar en cada esquina.
«No me paro a pensar en los premios que tengo. Los recibo y ya está, a otra cosa»
SHANGAY ⇒ Venías de una película muy académica, La librería, que triunfó en los Goya, y en lugar de seguir por esa senda segura has rodado Nieva en Benidorm… ¿Te lo habías planteado?
ISABEL COIXET ⇒ Nunca me planteo esas cosas. Si intentas ir a lo seguro, estás acabado. Yo no siento que haya arriesgado, simplemente es que no me gusta aburrirme a mí misma. Obviamente, sé que hay cosas que una repite en distintos proyectos, pero yo necesito distracción, entretenimiento y fantasía todo el rato. Y no hablo de esa fantasía que requiere arcoíris y unicornios.
SHANGAY ⇒ ¿Te da una seguridad extra verte respaldada de nuevo por los hermanos Almodóvar?
ISABEL COIXET ⇒ Evidentemente, el hecho de que tanto a Pedro como a Agustín les gustara el guion me la dio, sí. Es la tercera película que me producen. Mola mucho ese respaldo, absolutamente. Y también es un paraguas para ir fuera, porque Pedro es un icono transmundial.
SHANGAY ⇒ Elisa y Marcela, tu película abiertamente LGTBI, resultó ser la más poética que has rodado. ¿Has racionalizado el porqué?
ISABEL COIXET ⇒ Tenía unas referencias muy pictóricas, y me peleé por hacerla en blanco y negro. No fue una elección racional. En el momento en que elegí a Natalia [de Molina] y a Greta [Fernández] y comprobé la manera que tenían de mirarse, me fue llevando a ello. Esa historia podía haberse contado de muchas maneras, y yo escogí esa porque me parecía la más atractiva cinematográficamente para mostrar su amor y su deseo.
El primer festival al que fuimos con ella fue el de Berlín, y, evidentemente, como llevábamos el marchamo Netflix, aquello fue una escabechina. Lo veía venir…, pero al menos la película tuvo una visibilidad brutal. Y no sabes la cantidad de chicas jóvenes que me escribieron desde países árabes, africanos o incluso China, diciéndome que gracias a la película se habían dado cuenta de que no eran unas friquis.
«Me ofrecieron dirigir Million Dollar Baby y lo rechacé, pero no sé si diría que me arrepiento»
SHANGAY ⇒ ¿Algún proyecto que te has arrepentido de haber rechazado?
ISABEL COIXET ⇒ No sé si diría que me arrepiento, pero me ofrecieron dirigir Million Dollar Baby. Sandra Bullock iba a ser la protagonista, y productora ejecutiva, lo cual era una trampa. No la veía para el papel, pero, claro, si era productora ejecutiva, poco margen de decisión iba a tener… Cuando cogió el proyecto Clint Eastwood, lo primero que hizo fue despedir a Sandra Bullock, y siendo él, los productores le apoyaron. Me hubiera gustado hacerla, pero sin ella. Acababa de ver Boys Don’t Cry, que me había flipado (además, soy muy amiga de Kimberly [Peirce], la directora), y me pareció que, efectivamente, Hilary Swank era perfecta para el papel.
SHANGAY ⇒ Enhorabuena por el Premio Nacional de Cinematografía, por cierto…
ISABEL COIXET ⇒ Soy un icono, un referente, qué le vamos a hacer, la vida es dura [risas].
«Los que odian mi cine nunca han visto una película mía»
SHANGAY ⇒ Te quedan pocos premios por ganar en España, al menos…
ISABEL COIXET ⇒ Ninguno. Tendré que empezar otra vida en otro lugar, en Japón, en Australia, en Uruguay… No me paro a pensar en eso de los premios que tengo. Los recibo y ya está, a otra cosa. No sirven para tanto como la gente cree. Y todo el rato vivo cosas que me bajan a la tierra y me recuerdan que soy humana. Dos días después de que me concedieran el Premio Nacional, dos plataformas se cargaron un proyecto de una serie documental que me hacía especial ilusión.
Tienes que estar examinándote todo el rato, y cuanto más mayor eres, más te examinan. Mi suerte es que me adapto a las cosas tal y como vienen. Me encanta rodar con un equipazo y hasta en un rodaje, el de Elegy, tuve esa caravana enorme con la que sueñan tantos directores. Pero lo siguiente que hice fue irme con tres personas al mar de Aral con una tienda de campaña y estuvimos quince días durmiendo en el suelo, lavándonos con agua fría y usando una letrina [para rodar el documental Aral. El mar perdido]. Si hay huevos con patatas para comer, genial, y si hay caviar, genial también.
SHANGAY ⇒ ¿Tienes tan asimilada como parece la polarización que despertáis tanto tú a nivel personal como tu cine?
ISABEL COIXET ⇒ [Risas] Me río, porque es como gracioso. Algo debo tener, porque hay gente que me demuestra un amor apasionado, y otra, un odio furibundo. Lo curioso es que los que odian mi cine nunca han visto una película mía. Y es más, si han visto una película y les ha gustado, lo ocultan y mienten. Qué le vamos a hacer… Podría ser peor, como que todo el mundo dijera que lo que hago es una mierda.
FOTOS: CARLOS VILLAREJO
AGRADECIMIENTOS: HOTEL URSO (MADRID)
LA PELÍCULA NIEVA EN BENIDORM SE PROYECTA YA EN CINES