Hay amigos, parejas o exparejas que te conocen como si te hubieran parido. De hecho, mucho mejor. Por eso, pese al cachondeíto que ha habido con el término ‘allegados’ a la hora de describir a aquellas personas con las que queremos pasar las Navidades, creo que ha sido, en realidad, el único guiño a la complejidad de los vínculos sentimentales en un momento de despedidas, reencuentros y prioridades totalmente fagocitados por el ‘familicentrismo’.
Pero el vilipendiado término, de impreciso, no tiene nada: “persona cercana a otra en parentesco, amistad, trato o confianza”, define la Real Academia de la Lengua. Otra cosa es la pereza que haya tenido la sociedad para oficializar un concepto tan troncal y añejo como la amistad o el empeño en considerar el extraño vínculo de sangre como el primero y principal. Porque, como dice el refrán, de casta le viene al galgo.
Durante los terribles meses de la pandemia, se ha hablado de llorar a un padre o a una madre, de no poder ver a un nieto o a un abuelo, a un hijo o un sobrino. La familia separada ha emergido como la gran tragedia emocional de la COVID-19. Y sin quitarle importancia, muchos otros lazos afectivos han quedado totalmente eclipsados por el parentesco, por el papel firmado que demuestra legalmente tu necesidad, tu derecho inviolable de ver a otra persona, de despedirte de ella.
La Navidad prometía ser el corolario de esta vuelta a lo tradicional en la concepción de la constelación emocional, que deja fuera la realidad de aquellos que, por muchísimos motivos –desde la soltería o la viudedad hasta las relaciones familiares tóxicas–, tienen con personas no familiares un vínculo más fuerte que con la madre que nos parió. Un clásico, por desgracia, de nuestro colectivo, enfrentado a menudo a sus parientes por cuestión de orientación sexual o identidad de género. Muchas de estas vidas han corrido al lado de galgos que no vienen de casta, sino que se conocen en plena carrera.
Es cierto que la comunidad LGTBIQ+ hace mucho tiempo que llamó a estos allegados de otra manera: la familia elegida. Este término nació para suplir, entre amigos, exnovios y demás, los roles de cuidados y apoyo afectivo que la familia decidió no dar o dar a medias, circunvalando el material sensible. Y esta familia elegida cobró especial sentido, precisamente, al calor de otra pandemia que empezó hace cuarenta años pero que, qué cosas, llega a la fase 3 de su escurridiza vacuna después de que le haya adelantado por la derecha la del COVID-19.
«La familia elegida cobró especial sentido al calor de otra pandemia que empezó hace 40 años»
Hay muchos motivos médicos para explicar esto, pero también hay una cuestión de prioridades: el coronavirus afecta a galgos más rápidos y de mejor casta. En los años 80, al contrario que en 2020, el mundo se quedó más bien indiferente. Distante en parentesco, amistad, trato o confianza. Las familias no oficiales encajaron el golpe. Las oficiales, en cambio, no apelaron a esos vínculos inseparables. Sin cierres perimetrales, sin toques de queda impuestos, se quedaron en sus casas. Decidieron no estar allí. Cercanía significaba contagio. El sida ‘desallegaba’.
Las cosas han cambiado desde entonces… pero no tanto. Muchos miembros del colectivo LGTBIQ+ vamos a pasar las Navidades con nuestras familias, que sentarán con todo el amor en sus mesas a nuestras parejas, sin que tengamos que elegir entre unos y otros. Pero algunos se verán obligados a elegir, una vez más, entre allegados y familia. Otros, habrán tenido claro que los primeros son más importantes que los segundos. Y otros se han enfrentado a una familia que no los quiere en casa.
Es por eso que, si no fuera por es palabra tan criticada, ‘allegados’, muchos miembros de esta comunidad tendrían que pasar la Navidad solos, por no poder justificar ante una sociedad ‘familicentrista’ que los que los cuidan, los que los quieren, no son sus parientes. Porque hace mucho tiempo que la familia se compone de aquellos que cumplen las funciones que la definen, no aquellos que portan tus mismos apellidos. Y del hecho de que una fiesta religiosa siga siendo el evento ineludible de nuestra cultura, ya si eso hablamos el año que viene.