A pesar del creciente espacio de homosexuales en altos cargos y ámbitos sociales y culturales como el cine, la música y la televisión, ahora donde se aprecia cada vez más la discriminación es dentro de nuestras propias filas. Sí, entre nosotros. Y especialmente hacia aquellos que no cumplen con los cánones normativos.
Pasando de gordofobia (ver en el anterior capítulo) a racismo, si nos metemos en Grindr probablemente encontremos algunos perfiles que especifican en su biografía «no asiáticos» o «no negros», excluyendo a grupos étnicos enteros, como si del menú diario de la cafetería se tratase. «Uf, detesto la verdura, comeré tortilla de patata, pero sin cebolla, porfa«. Se ha normalizado mostrar de una forma fría y arrogante lo que nos gusta y lo que no, llegando en algunos extremos a rozar la discriminación. Gracias a aplicaciones como Grindr o Tinder, se ha materializado y demostrado que existe una prevalencia por los gustos heteronormativos, y esto puede resultar peligroso, ya que al mostrarse tales preferencias de una forma tan visual, se refuerzan estos cánones normativos y, a su vez, se visibiliza el rechazo hacia los no normativos.
¿De qué manera determina el contexto sociocultural en el que vivimos nuestras preferencias sexuales? Un estudio de 2015 en Archives of Sexual Behavior encontró que las preferencias basadas en la raza se correlacionan fuertemente con las actitudes negativas hacia las minorías. «El racismo sexual está estrechamente asociado con actitudes racistas genéricas, lo que desafía la idea de la atracción racial como una cuestión de preferencia», relataron los investigadores en este estudio. Esto quiere decir que si no nos atrae ningún negro/asiático/etc. –incluso antes de conocerle y juzgarle como persona–, probablemente se deba a una cuestión de racismo interiorizado, más que de gustos personales.
«Tengo amigos negros que por ser negros no pueden ir a orgías que organizan en Grindr. Esto es muy feo y excluyente»
Pedro tiene 23 años, es de Alicante y de origen nigeriano. Nos transmite que el problema del racismo dentro del colectivo generalmente suele ir arraigado a la plumofobia o a la homofobia interiorizada: «A todos los gais les encanta ver Rupaul y Pose, pero después la marica latina sale de fiesta y ‘qué asco’, ‘no me toques’, ‘no la soporto’, ‘quién se cree que es’, etcétera».
Según una investigación elaborada por FS Magazine, un 80% de hombres negros, un 79% de hombres asiáticos y un 75% de hombres del sur de Asia han experimentado racismo dentro del ambiente gay. Walter Adrián, periodista freelance nos cuenta un caso muy claro: «Tengo amigos negros que por ser negros no pueden ir a orgías que organizan en Grindr. Esto es muy feo y excluyente».
Aunque más allá del racismo como todos lo conocemos, dentro de la comunidad homosexual encontramos otra forma de discriminación en forma de hipersexualización y ‘fetichismo’ de raza. «Guau! Al ser negro, la debes tener…», «Oye, ¿es verdad eso que dicen de los negros?», «Mami, qué será lo que tiene el negro…». Estos son algunos de los muchos mensajes que Rubén Buika, bailarín profesional mallorquín de origen africano, recibe frecuentemente por parte de otros homosexuales. «Me he sentido en muchísimas ocasiones un simple objeto de lujuria, y me sigo sintiendo así…», nos confiesa.
«Me han dicho más de una vez en medio de un polvo ‘Eres el primer negro con el que me acuesto’, y a mí eso me ha cortado muchísimo el rollo porque no soy un trofeo. Sé que la gente no lo hace con malicia, pero ese tipo de comentarios están fuera de lugar. Por no hablar de la cantidad de comentarios que habré tenido que aguantar sobre el tamaño de mi miembro. Te los sueltan gratuitamente y sin ningún tipo de reparo, aunque no te conozcan de nada. Se ha normalizado hablar de nuestra polla», expresa Pedro.