El otro día comí con mi amigo Paul, de unos 70 años, y me contó que su película favorita, sin lugar a duda, era Eva al desnudo. Recordaba con emoción aquel diálogo en el que Bette Davis espetaba a un Gary Merril que no dejaba de hablar del productor de su película: “¿Qué sois vosotros dos? ¿Amantes?”.
Una pequeña insinuación había quedado en él y su grupo gay de la época como un guiño a la comunidad, como un acto de rebeldía triunfante en tiempos adversos.
Unos días antes, había estado escuchando el podcast de Jenesaispop Revelación o timo sobre el cine de Pedro Almodóvar, realizado por gente de mi edad (rondando la cuarentena), y comentaban que, como para otras tantos homosexuales de mi generación, la primera escena de La ley del deseo había sido parte integrante de su despertar sexual onanista.
Dado que mi amigo Paul, como muchos de sus coetáneos, ha tenido un devenir sentimental muy de gran diva del melodrama hollywoodiense, y que mi quinta ha sido más de relaciones bastante almodovarianas, me tienta concluir que quizá amemos y disfrutemos del sexo que nos enseñó la cultura audiovisual imperante en nuestros años de formación sexoafectiva. Así que, ¿cómo amarán los que se están criando con Euphoria o Sex Education, los que verán cómo El poder del perro se infla de premios Oscar y presencian cómo Veneno cumple el sueño americano?
Basta ver la temporada de premios en la que nos hallamos para concluir que estamos de enhorabuena en términos de diversidad. Y de una diversidad, por mucho que digan, de gran calidad y que presenta una amplia gama de opciones. La famosa diversidad dentro de la diversidad.
Las películas y series que se postulan como favoritas nos enseñan que se puede ser queer y vivir en un rancho, ser rudo pero tierno, o aplicado pero maquiavélico, gracias a Jane Campion y a la mentada El poder del perro. Se puede ser todo el espectro trans que cubre la maravillosa Sedimentos, de Adrián Silvestre, que se acaba de llevar un premio Feroz en una gala en la que los premios gordos fueron entregados por Los Javis.
Las nuevas generaciones se pueden sentir acompañadas si su experiencia está siendo tan heavy como la de Maricón perdido, o si lo que les van son los culebrones, se pueden enganchar a #Luimelia. También, si se identifican como trans, pueden mirarse en el espejo de Abril Zamora, creadora de Todo lo otro.
Estas tres últimas series españolas, además, te recuerdan que pueden llegar a estar nominadas a los premios GLAAD de Estados Unidos. Desde allí, en puro lenguaje mainstream, llegan mensajes tan importantes como que se puede ser joven e hipersexual o joven y asexuado, bisexual, heterosexual con grandes inseguridades, negro o blanco, cis o trans, y ninguna de todas esas opciones se convertirá en lo más definitorio de tu identidad, como vemos en Sex Education.
Se puede ser no binario como en Euphoria y ser trending topic. Así que, aunque León Tolstoi dijo que hay tantas maneras de amar como corazones, durante muchas generaciones los corazones dudaban o sufrían por su manera de amar, que sentían quizá demasiado única y solitaria.
Porque también es cierto que se disfrutan más las formas de amar si hay referentes y representaciones que te acompañen. Y me gustaría pensar que las nuevas generaciones queer aman desde ya de una manera eufórica, poderosa, perra, sedimentaria y sexualmente educada. De manera ganadora.
MATEO SANCHO ES PERIODISTA Y DOCTOR EN SOCIOLOGÍA. SU ÚLTIMA OBRA PUBLICADA ES NUEVA YORK DE UN PLUMAZO (ROCA EDITORIAL)
ILUSTRACIÓn: IVÁN SOLDO