Bárbara Lluch, la mujer que despertó a 'la sonnambula' (sin matarla) en el Teatro Real

La directora de escena debuta en el Teatro Real con este título de Bellini, obra cumbre del bel canto romántico, con un impactante montaje.

Bárbara Lluch, la mujer que despertó a 'la sonnambula' (sin matarla) en el Teatro Real
Nacho Fresno

Nacho Fresno

Plumilla poliédrico -escondido tras una copa de dry martini- que intenta contar lo que ocurre en un mundo más absurdo que random.

20 diciembre, 2022
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Una persona sonámbula es aquella que «mientras está dormida tiene cierta aptitud para ejecutar algunas funciones correspondientes a la vida de relación exterior, como las de levantarse, andar y hablar». Según la tradición que acompaña a este estado del ser humano –lleno, por otro lado, de leyendas románticas–, si se despierta a esta persona, corre el riesgo de morir. Es decir, quien la despierte, la mata.

La ópera es también un arte en el que la tradición y las leyendas campan a sus anchas. Bárbara Lluch lo sabe muy bien. Por eso, a la hora de afrontar La sonnambula de Bellini optó por ‘despertarla’, traerla al siglo XXI, pero sin matarla, que es muy peligroso. Sabía muy bien que si la despertaba de malos modos podrían morir ambas, la protagonista y ella. Pero en esta función del Teatro Real las dos salen muy vivas.

La tradición en la ópera campa a sus anchas porque son los grandes títulos de repertorio los que siguen calando en el gran público. Y estos títulos tienen encima el peso –y el poso– de los años. El recuerdo y las grabaciones de grandes cantantes de leyenda pesa mucho. Y la nostalgia, más. En esta Sonnambula, los cantantes tienen la grandeza suficiente para que nadie quiera comparar: Nadine Sierra (Amina), Xabier Anduaga (Elvino), Roberto Tagliavini (el conde Rodolfo) y Rocío Pérez (Lisa) conforman un reparto de los que harán historia. Y eso se ve en la reacción del público, que enloquece desde la noche del estreno.

Son muy pocas las óperas contemporáneas que despiertan esas pasiones. Solo aquellos que practican el postureo cultural (típico de finales del siglo XX y muy anterior al postureo de Instagram) dicen sentir pasión por estos nuevos títulos. Pero estos apasionados son tan poco apasionados que no cuentan: su pasión es contenida e interiorizada, no hacen ruido. Son una especie de herederos de la más rancia aristocracia española –que vive de puertas adentro, sin que se note; sin que se vea– pero en el plano intelectual, en el que han creado su propia aristocracia cultural. Sin embargo, los grandes títulos del XVIII, XIX y comienzos del XX despiertan pasiones y odios entre los que formamos el populacho de los patios de butacas. Es en estas obras donde se desatan los bravos y los abucheos. Y son, precisamente por eso, las que tienen esa presión a la hora de ser revisitadas.

Bárbara Lluch, la mujer que despertó a 'la sonnambula' (sin matarla) en el Teatro Real

Nadine Sierra y Xabier Anduaga en La sonnambula en el Teatro Real. [Fotos: Javier del Real]

Bárbara Lluch, la mujer que despertó a 'la sonnambula' (sin matarla) en el Teatro Real

El riesgo de ‘despertar’ a una sonámbula que lleva por apellido Bellini es, como decimos, muy grande. Ahora viene la  pregunta: ¿es imprescindible ‘despertar’ [como sinónimo de actualizar] a La sonnambula para subirla a escena en las puertas de 2023? Personalmente, considero que no es necesario hacerlo; subirla a escena tal y como fue concebida en 1831 no es nada que sea ofensivo ni vejatorio hacia la mujer de este primer cuarto del siglo XXI. Es, simplemente, un anacronismo más de los muchísimos que hay en el mundo de la ópera, y que ahora se cuestionan en ese afán desmedido que vivimos por analizar todo desde el prisma de hoy. Primero fueron los acontecimientos históricos, y ya se está extendiendo (peligrosamente) al mundo del arte.

Sin embargo sí que resulta interesante este ejercicio cuando viene de mano de una mujer joven que ha sufrido en su propia piel el acoso masculino: «Cuando coges una ópera de hace doscientos años, hay que tener una responsabilidad social. No se puede defender ningún abuso sobre el escenario, hay que posicionarse y, respetando el libreto y la música, defender a la heroína, tomar una decisión y ser valientes», aseguró Bárbara Lluch una semana antes del estreno en una entrevista a El Mundo.

Bárbara Lluch, la mujer que despertó a 'la sonnambula' (sin matarla) en el Teatro Real

Bárbara Lluch, directora de escena de esta ópera de Bellini, que estará en cartel hasta el 6 de enero.

Por otro lado, y debido a ese peso de la tradición que tienen los títulos de repertorio, son muchos los que cuestionan cualquier cambio que se haga en ellos. Y esa cerrazón tampoco tiene sentido. Poco a poco, las cosas están cambiando. Quizás también gracias a que los registas más inteligentes (es decir, los buenos, los que interesan) han abrazado el sentido común y hacen estas revisiones no desde la sensatez (¿qué es la sensatez?) sino desde el respeto a la obra, al público que paga (ya no hay que epatar al burgués, porque ya viene epatado de casa) y a la propia tradición, que tanto peso –y poso– tiene en esos títulos.

Es en esta liga en la que juega esta Sonnambula que se puede ver en el Teatro Real hasta el 6 de enero. La obra arranca con un ballet que nos mete en un sueño, algo que casa perfectamente con el estado en el que Amina, la protagonista, vive. Ella es una joven enamorada, adorada por sus vecinos, los habitantes de una pequeña población alpina. Pero esa situación cambia cuando ese mismo pueblo que la adora pasa a odiarla, a lapidarla en la plaza pública, por una supuesta infidelidad a su amado Elvino con un conde que acaba de llegar al pueblo. La confusión viene porque ella, sonámbula, entra en el dormitorio del aristócrata y él la deja dormida en su cama para no despertarla, aunque esta situación hace que, como él mismo canta, «flaquee su caballerosidad».

Cuando la descubren, se lía parda en lo que vendría a ser el Twitter de hoy: una plaza pública en la que la gente opina e insulta sin piedad. Y lo hace, además, impunemente. Al final no hay nada nuevo: hoy se hace bajo el anonimato y con un lenguaje inclusivo, pero se termina lapidando a todo aquel que no siga el patrón. Eso sí, hoy el patrón es otro.

Lluch plantea en escena que Amina no puede volver con Elvino y, además, también que el conde abuse de ella cuando esta sonámbula, por lo que no le puede consentir ese acto con el ‘solo sí es sí’ que hoy se requiere para culminar cualquier acción sexual, amatoria e incluso afectiva. Lo interesante no es solo que la directora de escena haga estos cambios. Lo verdaderamente importante es que los hace bien. Con un concepto estético que no desvirtúa la obra y, sobre todo, de una manera que no la descontextualiza.

Bárbara Lluch, la mujer que despertó a 'la sonnambula' (sin matarla) en el Teatro Real

El tenor donostiarra Xabier Anduga (Elvino), Maurizio Benini (director musical), Nadine Sierra (Amina), Bárbara Lluch (directora de escena) y Joan Matabosch (director artístico del Teatro Real), en el decorado del La sonnambula.

Pese a su juventud, Bárbara Lluch lleva ya muchos años metida en la trastienda de la ópera. Tras sus comienzos en el Teatro Real una vez que decidió abandonar su carrera de actriz, sus años en el Covent Garden hicieron que en Londres (la mejor ciudad que hay para el teatro) pudiera moverse en un circuito de primera división mundial.

En Madrid habíamos visto ya, en el Teatro de La Zarzuela, su visión del estreno mundial de una ópera, La casa de Bernarda Alba, y la revisión de un clásico de la zarzuela grande, El rey que rabió. De ambos salió más que victoriosa.

Ahora debuta en el Real como directora de escena de una Sonnambula que tiene, como hemos apuntado, un reparto de campanillas con una Nadine Sierra y un Xabier Anduaga en estado de gracia. No es nada fácil ‘despertar’ a la sonámbula y que no muera en una situación como esta. La regista no solo consigue despertarla, sino que, además, abre los ojos a muchos espectadores habitualmente reacios a estos experimentos. Doble mérito.

Ah, por cierto: Bárbara Lluch es la nieta de Núria Espert, la hija de Alicia Moreno y la sobrina de Nuria Moreno. Pero ese dato, que es por donde casi todo el mundo titula, es lo de menos. Lo importante es que ha despertado a quienes dormían. Y estos despertares son muy dulces.

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