La importancia del Día de la Visibilidad Trans: "Tenemos que presumir de nuestros cuerpos rebeldes sin vergüenza"

El 15 de marzo se celebra el Día de la Visibilidad Trans, y es importante recordar que los cuerpos, más que nunca, importan, y que la visibilidad construye referentes.

El 15 de marzo celebramos el Día de la Visibilidad Trans. Ilustración: Iván Soldo
El 15 de marzo celebramos el Día de la Visibilidad Trans. Ilustración: Iván Soldo
12 marzo, 2024
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El 15 de marzo se celebra en España el Día de la Visibilidad Trans, en conmemoración de aquella primera ley de identidad de género del año 2007 que permitió que las personas trans pudieran hacer el cambio registral sin necesidad de una reasignación genital ni de una sentencia judicial.

Esta norma, tan importante y pionera en su momento, se convirtió en el punto de partida para conseguir llegar a la ansiada autodeterminación de género, algo por lo que tanto se ha luchado en estos últimos años. Y es que, si bien no hacía falta pasar por el quirófano para que se efectuara el cambio de género legal, esta ley sí exigía un diagnóstico de disforia de género, además de haber recibido tratamiento hormonal durante al menos dos años.

Esta era, por tanto, una ley que, aunque daba cierto respiro a las personas trans, continuaba tutelándolas, patologizándolas y, en cuanto a la vertiente social, no dejaba de ser otro mecanismo más de protección del binarismo. Así pues, con la legislación en la mano, los guardianes de las esencias se aseguraban de que cada pelo siguiera en su sitio y de que cada expresión de género se mantuviera en la categoría que le correspondía. Porque lo importante ya no era el tránsito de un género a otro, sino el no quedarse en mitad del camino.

Llega el Día de la Visibilidad Trans, que se celebra el 15 de marzo.

Ilustración: Iván Soldo

Precisamente por eso mismo es tan importante este Día de la Visibilidad Trans, porque por fin estamos empezando a descubrir que los cuerpos, ahora más que nunca, importan. La corporalidad insurrecta se ha convertido, casi de forma involuntaria, en un artefacto político que resiste ante las imposiciones que las cavernas conservadoras han intentado imponer por siglos de los siglos: con quién hay que acostarse, qué ropa se debe vestir o cómo se tiene que hacer la transición, si es que es permitida.

«La corporalidad insurrecta se ha convertido, casi de forma involuntaria, en un artefacto político»

Nuestros cuerpos, esos insulsos recipientes que tan solo son contenedores temporales del espíritu sagrado, según proclaman las religiones, han pasado ahora a convertirse en nuestro mayor capital. Herramientas con las que relacionarnos con el mundo, con las que romper las normas, con las que abrirnos paso en espacios sociales y reclamar la necesidad de construir nuevas realidades que dejen atrás los rancios preceptos impuestos a lo largo de la historia. Cuerpos rotos, lisiados, gordos. Cuerpos amariconados, marimachos o sin marcas de género. Cuerpos con una teta. Cuerpos cubiertos de pelambrera. Cuerpos viejos.

Cuerpos, en definitiva, abyectos a ojos de la normatividad, pero preciosos ante todos aquellos que, gracias a no seguir las pautas sociales, quieren ser felices retozando en un caparazón que no cumple los supuestos estándares de calidad exigidos por los que aspiran a la homogeneidad estética, a las sonrisas de dientes blancos y a los cuadraditos en abdómenes depilados.

Dñia de la visibilidad trans

La verdad es que no nos damos cuenta de todo lo que han hecho los cuerpos ‘torcidos’ por nosotros, ni de cómo las identidades no binarias han conseguido poner la primera piedra –o, al menos, una de las primeras– en lo que a revolución corporal se refiere. Como Caronte y su barca, esa carne sublevada nos ha ayudado a cruzar el río que separa el mundo de los vivos del de los muertos, a transitar entre las subjetividades fijadas en nuestro imaginario a fuerza de repetición y a rechazar lo que muchas veces, en un insustancial ejercicio de intento de adaptación, nos hemos llegado a autoexigir, estéticamente hablando.

«Ahora que llega la primavera, tenemos que mostrar nuestros cuerpos rebeldes y presumir de ellos sin vergüenza»

Así pues, ahora que llega la primavera, ese momento del año en el que las flores se abren al mundo después del duro invierno, tenemos que encargarnos de mostrar nuestros cuerpos rebeldes y presumir de ellos sin una gota de vergüenza. De esta forma, los haremos visibles y podremos dejar claro que aquí están, dispuestos a resistir los envites de la norma, de las exigencias sociales, del binarismo de género, del incansable culto a la delgadez o de la veneración a la juventud.

Un conglomerado de cuerpos diversos que se convierten en uno solo cuando se trata de protegerse ante el peligro y de plantar cara a los que siempre han querido ocultarlos entre las sombras o hacerlos invisibles ante la mirada del resto. Algo que no es de extrañar, ya que la visibilidad construye referentes, y los referentes siempre ponen en cuestión, cuando menos, la validez de lo hegemónico.

CARLOS BAREA ES ESCRITOR, INVESTIGADOR Y ACTIVISTA CULTURAL. HA PUBLICADO LA NOVELA BENDITA TÚ ERES (EGALES) Y RECIENTEMENTE HA COORDINADO EL ENSAYO OCAÑA. EL ETERNO BRILLO DEL SOL DE CANTILLANA (DOS BIGOTES).
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