Una de las cosas que distinguen los temas de musicales de otras tradiciones populares es que las canciones se conciben para contextos dramáticos: son canciones hechas para un personaje en una situación concreta, partes de una vida, la del personaje, que va más allá del número, que fluye y cambia. Y por supuesto el público de musicales sabe apropiárselas y leerlas en clave propia. Las canciones de teatro musical comunican emociones que podemos reconocer, que podemos tomar de los personajes. No creo que sea casualidad que los personajes femeninos tengan un papel muy central en el teatro musical, y tampoco que el público gay, al menos desde los años veinte, sea uno de los sectores que más lo disfrutan. Hay una simbiosis entre estos personajes y este sector del público. Este tipo de público, como decíamos las ‘mayoras’, “entiende”. Todo eso está reflejado en El teatro musical de Stephen Sondheim, el libro que acabo de publicar, y que es el primer estudio que se hace en español sobre el genial compositor estadounidense.
En cuanto a Sondheim… no sé qué era Sondheim, la verdad. En la perspectiva presente nos falta una palabra que definiera su tipo particular de disidencia sexual, si se daba el caso, o quizá sólo erótica. Si hay que afirmar algo, tendríamos que decir que no era heterosexual. Pero es verdad que existe poca documentación sobre relaciones sentimentales o incluso eróticas hasta mediados de los noventa. Rumores, sí, claro, pero nunca constatables: se habló de una mazmorra sadomaso en su sótano, se habló de un romance con Tony Perkins, pero ya sabéis lo mala que es la gente, y que una mentira va y vuelve antes de que la verdad salga de casa.
Hacia el final de su vida, desde los años noventa, se definía bastante a menudo como “gay”. Pero, ¿y antes? ¿Hasta qué punto estuvo en el armario? Las memorias de su amiga Mary Rodgers constatan que Sondheim era percibido como queer, “rarito”, pero en aquellos tiempos aquello no estaba necesariamente reñido con el matrimonio y tampoco era de buen gusto comentarlo. Sondheim socializó con y estuvo rodeado de hombres gais, más o menos fuera del armario, desde los años cincuenta. Además, se trata de un autor neoyorquino, que se movió en los círculos, muy queer, del teatro musical.
Pero sea cual sea la verdad, hay pocas menciones a la homosexualidad en sus obras, los personajes explícitamente homo sólo aparecen en su última etapa. Lo que sí encontramos en Sondheim es eso tan difícil de definir pero tan importante en la cultura marica anterior al movimiento: una sensibilidad. Sondheim elige momentos para musicalizar, elige voces, aproximaciones. Y estas aproximaciones a menudo hablan con especial intensidad a un público gay porque proceden de esa sensibilidad compartida. Sondheim puede evitar revelarse a sí mismo, pero revelar la propia sensibilidad es inevitable para un artista. Y el público gay saber reconocer en esta sensibilidad algo muy suyo.Por supuesto esta sensibilidad se expresa en los musicales y en los números. Pero también ha sido exploradas en conciertos por artistas como Jeff Harnar, que en su álbum I Know Things Now recoge una especie de autobiografía basada en temas de Sondheim. Cualquiera puede contar su vida a partir de momentos en sus obras. Aquí me limitaré a sugerir una selección de canciones que hablan o han hablado de manera especial, a menudo oblicua, a un público gay.
The Girls of Summer, 1956
Uno de los personajes arquetípicos de la cultura gay tradicional es la mujer ajada, con miedo de lanzarse a los brazos de la vida, pero que lamenta no hacerlo. Puede que esto refleje la situación típica de muchos homosexuales en el pasado.
Esta canción es un sensual blues en el que una mujer empieza mostrando su distancia frente a las “chicas del verano”, que se acaban, metafóricamente, quemadas por el sol cuando se dejan llevar por romances que no conducen a nada. La intérprete manifiesta que no será como ella, que mantendrá la cabeza sobre los hombros. Pero por supuesto, cuando acaba el verano, reconoce que mientras que a las otras les quedan recuerdos, a ella no le queda más que su canción. Una de las primeras canciones de Sondheim, escrita para una obra de teatro no musical, que se está convirtiendo en un clásico del cabaret. Escuchad la versión de Dawn Upshaw en su álbum I Wish It So.
Rose’s Turn, de Gypsy, 1959
Gypsy es un musical de autoría gay que presenta uno de los temas centrales a la cultura gay estadounidense, influida por Freud: la figura de una madre dominante. De hecho, muchas teorías sobre los homosexuales antes de Stonewall ponían a la “madre” como causa y el matrocentrismo es algo característico de la obra de muchos homosexuales del periodo. Rose, la verdadera protagonista de Gypsy, es la madre de la stripper del título y, por supuesto, mucho más que un cliché. Además de la madre que aparece en tantos ejemplos de cultura gay de la época, es una mujer fuerte, que necesita atención. Las emociones que produjo en el público gay se debían tanto a una cosa como a la otra.
Este número, con música de Jule Styne, lo conciben Sondheim, Arthur Laurents y Jerome Robbins para cerrar la obra y explicar al personaje. Es una verdadera aria de la locura, un striptease emocional y una de las cumbres del musical de Broadway. En cuanto a versiones grabadas, no lo dudéis ni un instante. Hay muchas muy buenas, pero la original con Ethel Merman es imbatible.
Everybody Says Don’t, de Anyone Can Whistle, 1964
Otro género de canciones que rima con nuestra experiencia es el que consiste en afirmar un yo rebelde frente a toda conformidad. Esta canción del musical Anyone Can Whistle es una de las primeras en el canon de Sondheim que declara la necesidad de afirmar lo que uno. No será la única. La canta en el musical un paciente de un hospital psiquiátrico que se está haciendo pasar por médico. Y es una invitación a dejar atrás las inhibiciones.
La letra dice que precisamente cuando te digan que no hagas algo, ahí encontrarás la motivación para hacerlo. Y si te caes, te caes, pero luego te levantas. Yo creo que la sensibilidad es muy nosotros. La han utilizado en sus programas divas como Barbra Streisand, Barbara Cook y Cleo Laine.
The Boy From…, 1966
Una canción cómica con letra de Sondheim y música de Mary Rodgers, una especie de parodia de ese tema archihetero que es La chica de Ipanema. Aquí Sondheim nos vuelve a mostrar a una mujer sola, en verano, esta vez encandilada por una especie de chulazo que habla español. Es posible que la escena se desarrolle en la Costa Brava o Mallorca, donde Sondheim veraneó ocasionalmente.
El humor de la canción radica en que la mujer no acaba de entender que ese muchacho tan guapo no le hace caso, pero para el público está claro: el mozo lleva pantalones color bermellón, sus amigos le llaman Lillian y va a poner una boutique. La canción la introdujo al público general Millicent Martin en el show antológico Side By Side.
You Could Drive a Person Crazy de Company, 1970
Todos conocemos al tipo al que hace referencia tema: alguien atractivo, sexy, material de marido, pero que mantiene su distancia y no tiene un sentido de la fidelidad muy desarrollado. En cualquier ciudad los hay a patadas.
En el musical, la interpretan las tres novias del protagonista Bobby, y es una de las pocas que incluyen una mención directa a algo homosexual: I could understand a person if the person was a fag. La canción imita los arreglos y tonos de grupos vocales como las Hermanas Andrews.
I’m Not Getting Married, de Company, 1970
En la producción de Company dirigida por Marianne Elliott, el personaje de Amy, que interpretaba esta canción en el original, se convirtió en Jamie, un hombre gay (interpretado en Londres por el hoy archifamoso Jonathan Bailey) que está muy nervioso porque, tras varios años de convivencia, finalmente va a casarse. Esta versión es la que contiene personajes gais más reconocibles en el canon sondheimiano.
Resulta oportuno que con la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, la ansiedad que asaltaba a las mujeres que pasaban de ser solteras a casadas se apodere aquí del muchacho. La sección central de la canción demanda una gran destreza verbal del intérprete, que es una manera de comunicar un estado de histeria. La versión original del extraordinario disco del reparto original es imprescindible, pero existe una versión de Julie Andrews [del musical Putting it Together de 1993].
I’m Still Here de Follies, 1971
Una de las grandes canciones de diva del musical de Broadway. Se escribió para la actriz de cine Yvonne de Carlo, que interpretaba a Carlotta una gran estrella ya entrada en años con una larga y accidentada carrera. Sondheim se inspiró en la trayectoria de Joan Crawford, y el número ha sido adoptado por numerosas divas, incluyendo Shirley MacLaine, Nacha Guevara, Elaine Stritch y Barbra Streisand. En España la interpretó Massiel en el montaje que hizo Mario Gas en el Teatro Español en 2012.
Cada “estoy aquí”, algo que se repite numerosas veces, se va cargando de tiempo y amargura mientras la canción repasa cuatro décadas de historia estadounidense en el centro de la cual se sitúa la intérprete. Es otra canción de afirmación, pero aquí interpretada por una mujer madura que ha pasado por todo. Material esencialmente apropiable por drags espectaculares.
Can That Boy Foxtrot!, de Follies, 1971
Uno de los clásicos de cabaret de Sondheim, se escribió para Follies y luego se descartó para ser sustituido por I’m Still Here. Se consideraba que se trataba de un chiste sexual alargado, pero lo que no funciona en el contexto de la obra puede hacer al público partirse de risa en la sala de conciertos.
Habla de una mujer que conoce a un dependiente que, básicamente no tiene cualidades, es sucio, malhablado, viste mal. Pero, ah, nos dice, el chico puede hacer foxtrot… Obviamente no se refiere al baile: “fox” se pronuncia de manera similar a “fucks”, y cualquier buen intérprete de este tema sabrá cómo dar con la entonación adecuada para que se entienda en qué reside el atractivo del chaval. ¿Y la conexión con la experiencia gay? Bueno, una vez más: no me digáis que no habéis conocido alguna vez a alguien así.
I Never Do Anything Twice, de Elemental Dr Freud, 1976.
Otra canción que recurre en sesiones de cabaret. En la película Elemental Doctor Freud la interpretaba la madame de un burdel y muestra una erudición sexual que quizá inició la historia de la mazmorra sadomaso en el sótano del compositor.
La canción desarrolla en una serie de estrofas muy jugosas la historia de una mujer que partiendo de una gran inocencia sexual, va teniendo experiencias cada vez más espectaculares con diferentes hombres. Su lema es, como dice el título, no repetirse nunca. Entre las experiencias, una implica a un abad, un martillo y unos clavos, y en otra habla de hacer algo con un San Bernardo. Algo que reconoceréis aquellos de vosotros más dados a la experimentación. La versión de Julie Wilson en su álbum de Sondheim expresa a la perfección la picardía de la canción.
Good Thing Going, de Merrily We Roll Along, 1981
Aunque Charley y Frank, los protagonistas de Merrily We Roll Along, no están necesariamente codificados como gais, el primero interpreta esta canción romántica de un musical que escriben juntos. En un maravilloso ejemplo del doble filo de los números en Sondheim, la canción adquiere reverberaciones, un eco, y sugiere que, sí, de hecho, podría referirse a los sentimientos que siente por su amigo.
Todo empezó, se nos dice, como una canción, pero yo quise demasiado, tú no quisiste lo suficiente, y aunque teníamos algo hermoso entre manos, se nos fue. Resumida así es la letra de un bolero. Joan Vázquez hace una versión preciosa de esta canción en su disco homenaje a Sondheim.
Sooner or Later, de Dick Tracy, 1991
Una canción compuesta para Madonna, que la interpretó en la película Dick Tracy (y que ganó el Oscar a la mejor canción aquel año). Quizá tan interesante como la canción en sí es el anecdotario que generó: dos iconos de la cultura gay, tan distintos, trabajando juntos. Se habla de que Sondheim tuvo que llamar a los representantes de Madonna para averiguar su tesitura, con el fin de escribir la canción a su medida. Por supuesto, Madonna desconocía tales detalles. Hubo que averiguarlo. Por lo demás, la diva se aplicó y su interpretación en la película es, al menos visualmente, espectacular.
I Wish I Could Forget You, de Passion, 1994
Otro musical que introduce motivos recurrentes en la cultura marica: melodrama, sufrimiento, conflicto casi operístico. Basada en una novela italiana del siglo XIX, su protagonista es Fosca, una mujer fea y enferma que se enamora de un guapo oficial. Aunque, como la práctica totalidad de musicales de Sondheim fue recibido con reservas por parte de la crítica, lo cierto es que la historia resonó con fuerza entre los espectadores gais. Algunos vieron un reflejo de la experiencia de la enfermedad, central a la vida gay en los noventa. Para otros lo atractivo fue el puro exceso melodramático.
I Wish I Could Forget You es una carta que Fosca exige al oficial, alegando que está a punto de morir. Es una bella balada de amor, interpretada de manera imborrable por Donna Murphy en la producción original, que fue filmada en vídeo y se encuentra ampliamente disponible en YouTube.
The Best Thing That Ever Happened To Me, de Road Show, 2012
La única canción verdaderamente gay en el canon de Sondheim pertenece a su último musical completo, Road Show. Es, simplemente, una canción de amor que un hombre le canta a otro. Simple, con una extraordinaria melodía, se encuentra entre sus mejores temas tardíos.