'La traviata' cierra la temporada del Teatro Real: el reloj (sí) marcó las horas

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«Reloj no marques las horas», reza el famoso bolero. Pero el reloj sí que marca las horas en esta maravillosa ópera de Verdi, pues juega un papel fundamental en lo que le queda de vida a la protagonista. No hacemos spoiler al contarlo, porque todo el mundo sabe cómo termina La traviata. Esta obra ahora regresa al Teatro Real para cerrar la temporada con Nadine Sierra y Xabier Anduaga, una Violetta y un Alfredo de altísimo voltaje, junto con un estupendísimo Luca Salsi como Giorgio Germond, padre de Alfredo. Trío de verdadero lujo para esta obra que tanto ha significado en la reciente historia del coliseo de la plaza de Oriente.

Este montaje que ahora llega estaba previsto en el año 2020, cuando la pandemia paró el mundo. Fue precisamente el Teatro Real el primero en abrir en todo el planeta, y lo hizo con esta obra. Lógicamente, las restricciones sanitarias de aquellos tiempos no permitieron traer esta producción que, desde su estreno en Salzburgo hace ya veinte años, revolucionó el panorama operístico de aquellos años, y nos impactó a muchos en ese momento.

Fueron entonces Anna Netrebko y Rolando Villazón los protagonistas. Hoy, Nadine Sierra y Xabier Anduaga se dejaron la piel para dejar bien claro que, si bien el reloj sí marca las horas en lo que a determinadas estéticas y dramaturgias teatrales se refiere, no lo hace en lo que respecta a una obra como esta, que Verdi estrenó en La Fenice de Venecia en 1853. No todo envejece como Visconti o Zeffirelli, y solo el tiempo es quien puede dar o quitar esa pátina que hace que lo moderno se mantenga sine die.

Es concretamente un reloj –y no precisamente suizo– el que marca la escena, y la estética, de este montaje de Willy Decker, que deja desnuda la historia de cualquier otro elemento, y lo hace para dejar a Violetta falta de ornamentos en el escenario, «sola y abandonada en ese desierto que es París». Para mostrárnosla frágil, desprotegida, con una estética atemporal, pues siempre ha habido, hay –y desgraciadamente habrá– ‘traviatas’ en el mundo, como era Violetta Valery.

Pero despojar tanto el rol para ir a la psique del personaje hace que se corra el riesgo de perder el romanticismo que una historia como esta tiene, y tiene que tener. Es ahí donde la pareja protagonista se dejó la piel, acompañada por Henrik Nánási en el foso, al frente de una estupenda Orquesta Titular del Teatro Real. Y fue recompensada con una ovación de antología en unos triunfales aplausos finales, en los que ningún responsable de la escena salió a saludar.

Anduaga y Sierra son una pareja de moda en los principales teatros de ópera del mundo. Desde que coincidieron en La sonnambula en las tablas del Teatro Real en 2022, se los rifan en los mejores escenarios. Y no es para menos. Lo tienen todo, y aquí lo han vuelto a demostrar en su primera Traviata juntos que, con toda seguridad, será la primera de muchas. Lo dejaron claro desde el famoso brindis de principio del primer acto, lo confirmaron durante toda la velada y lo remataron en el dúo y el final del tercer acto. Soberbios, en estado de gracia, luchando contra ese reloj que sí que marcaba las horas.

Estupendo todo el elenco, así como el siempre magnífico Coro Titular del Teatro Real. Una noche de gran éxito, con muchos minutos del público en pie para celebrar que, con buenos cantantes y cuerpos estables, como la orquesta y el coro, el implacable reloj que sí que marca cada una de las horas de los veinte años de determinadas apuestas escénicas, no hace lo mismo con el gran Verdi. ¡Viva Verdi… y vivan los cantantes que lo defienden!