Mon Laferte nunca defrauda y siempre sorprende. La artista chilena afincada en México evita siempre repetirse, y lo vuelve a demostrar en su nuevo álbum, Femme Fatale.
En este disco, Mon Laferte ha apostado por el jazz y el rubio platino –hasta la entrevista la hace con peluca– como herramientas para introducirse en el mundo decadente –y a la vez rabiosamente actual– de las mujeres poderosas, sexuales y atrevidas, orgullosas de ser como son y dispuestas a autorreivindicarse. «Con este disco he puesto el coño sobre la mesa», dice entre risas, utilizando una expresión que acaba de descubrir y que le ha fascinado.

Fotos: Mayra Ortiz
Lo explica en su visita promocional a Madrid, tranquilamente sentada en la suite de un hotel de lujo. Porque una femme fatale no solo se desenvuelve bien en un hotel destruido como el de los visualizers con los que ha dado forma al visual album que enriquece el proyecto. «En él muestro ese glamour propio de las siete de la mañana, es la estética que buscaba. La femme fatale salió hermosa y diva, pero le agarró la noche, se fue de fiesta, lloró y despertó como la vemos», explica. «Por eso los grabamos, con una textura sucia, en un hotel ruinoso de la Ciudad de México».
SHANGAY ⇒ ¿Cuánto hay de personaje y cuanto de la Mon real en la femme fatale que desarrollas en el disco?
MON LAFERTE ⇒ Hay bastante de mí, sí. A ver, siempre hay un personaje detrás, porque soy muy teatral. Quería que la música se acompañara de mucha pluma, porque siempre he sido muy vedete. La femme fatale es una mujer que que sufre, dramática, pero también libre, independiente y fuerte, y hay mucho de todo eso en mí. Como también está la mujer frágil y la mamá.
SHANGAY ⇒ ¿Cómo compaginas esa dualidad entre la madre cuidadora y la mujer poderosa?
MON LAFERTE ⇒ Es muy loco. A veces estoy vestida de de diva, de artista, en corsé, y en los intermedios de mis actuaciones o de la grabación de un vídeo estoy con mi hijo en brazos, o le estaba dando el pecho cuando era muy pequeño. Y acto seguido, a brillar en el escenario. Es lo que hacen las mamás, sea cual sea su trabajo. Y todo lo disfruto por igual. Sería injusto para mi hijo no tener una mamá feliz, y yo lo soy tanto con él como siendo artista.
«Con este disco he puesto el coño sobre la mesa»
SHANGAY ⇒ ¿Cuándo nace en ti el germen de este proyecto?
MON LAFERTE ⇒ En cuanto terminé mi disco anterior, Autopoiética [2023], siempre es así. No tenía aún canciones escritas, pero ya empecé a pensar en el drama, la noche, las plumas. El clic llegó estando de gira, cuando actué en el Olympia de París, al pensar en que allí habían actuado Edith Piaf o Chavela Vargas, grandes femmes fatales. También vi Cabaret en Londres, y sentí que eran señales del universo.
SHANGAY ⇒ Tú también protagonizaste Cabaret en México…
MON LAFERTE ⇒ No había hecho teatro en mi vida, y la experiencia de dar vida a Sally fue una locura. Cantar, bailar y actuar a la vez es muy difícil, fue agotador. Y además fumo [risas]. Estuve tres meses con ensayos diarios, y a la vez que estaba terminando el disco. Me sentí de verdad una vedete durante los más de dos meses que lo estuve representando. Fue como una masterclass intensiva. Y muchas de las cosas que aprendí en el teatro me las voy a llevar a mi gira. Igual que lo que viví me ayudó a potenciar las canciones, que al fin y al cabo tienen mucho de cabareteras.

SHANGAY ⇒ ¿En qué te inspiraste principalmente a la hora de componerlas?
MON LAFERTE ⇒ En historias mías del pasado. Empecé a ahondar en mis heridas, y me encontré con una versión mía más joven y vulnerable.
SHANGAY ⇒ ¿Dolió rascar en el pasado?
MON LAFERTE ⇒ Mucho, fue difícil [se ríe al recordarlo]. Fue a la vez terapia y tortura. Me puse a buscar notas en mi teléfono, tanto de voz como escritas, de 2015, 2016… Supuso encontrarme con versiones de muchas Monserrats distintas. A veces me daba hasta vergüenza escuchar audios que me grababa a mí misma cuando lo estaba pasando mal y me decía que no podía volver a caer en según qué cosas.
«Soy de esas románticas que escuchan por la noche a Billie Holiday y se ponen a fumar y a llorar»
SHANGAY ⇒ ¿Has vivido muchos amores tortuosos?
MON LAFERTE ⇒ Sí, he tenido relaciones tóxicas, igual que las ha habido lindas. Repetía un patrón en los amores tóxicos, y con los años me he dado cuenta de que era porque no me amaba, y buscaba personas que me acababan haciendo daño. Ahora estoy en un punto más sano, después de mucha terapia y por haber dado con una pareja muy tranquila y abierta de mente. Tengo 42 años, en algún momento tenía que aprender [risas]. Prefiero haber vivido cosas de las que arrepentirme que no haberlas hecho por miedo a enfrentar la vida.
SHANGAY ⇒ ¿Quisiste alejarte del pop más tradicional a la hora de buscar el estilo del disco?
MON LAFERTE ⇒ Al pensar en ese mundo cabaretero de la femme fatale se me vinieron enseguida los sonidos del jazz a la cabeza. Como las letras son crudas y explícitas, el jazz viene a ser como un colchón aterciopelado para que el el disco no se sienta tan duro. Siempre he sido una enamorada del jazz; soy de esas románticas que escuchan por la noche a Billie Holiday o Nina Simone y se ponen a fumar y a llorar [risas]. Me dejo llevar siempre por impulsos; me daría mucha flojera repetir el mismo disco una y otra vez.

SHANGAY ⇒ Hablando de la crudeza de las letras, las hay sexualmente explícitas, algo no tan habitual en la música cercana al jazz…
MON LAFERTE ⇒ De hecho, me dijeron hace poco que este disco era para llorar o para follar [risas]. Me encanta, sí soy. En mis letras siempre ha estado eso; hay mucha poesía en lo directo. Me encanta tener en este disco rimas como «Seguramente me vas a extrañar cuando la tengas dura / No cabe mi vida en esta casa, con todo y mi arquitectura» [Las flores que dejaste en la mesa]. Amo ese contraste entre lo intelectual y lo guarro y directo.
«Siempre ha existido esa carga negativa hacia las mujeres libres y poderosas, y sigue vigente, desgraciadamente»
SHANGAY ⇒ ¿Cómo quisiste construir tu propia femme fatale?
MON LAFERTE ⇒ No quería caer en los clichés de la femme fatale tradicional; el único, que estéticamente tenía que ser rubia. Es un concepto tan actual como anclado en el pasado. Pienso en la mitología, en la sirena, que se consideraba malvada por utilizar todos sus encantos para destruir a los hombres con su belleza y su voz. Siempre ha existido esa carga negativa hacia las mujeres libres, sensuales y poderosas, y sigue estando vigente, desgraciadamente.
SHANGAY ⇒ Háblame de La tirana, el dúo con Nathy Peluso…
MON LAFERTE ⇒ Ay, Nathy, ¡qué mujer! La admiro muchísimo, y me inspira. Hay mucha poesía en su música, desde lo urbano. Es superdirecta y supersegura, y eso causa incomodidad también. Cuando salió la canción, la gente decía «bueno, se juntaron estas dos, ¡qué miedo!» [risas]. De eso va la canción. Pero es que además de segura, también soy frágil, no existe una única versión de mí.

SHANGAY ⇒ ¿Cómo recuerdas la polémica en torno al vídeo (rodado en Madrid) cuando, antes de salir, varias drag queens que participaron en él denunciaron no haber cobrado?
MON LAFERTE ⇒ ¡Qué horrible! Me quería morir de la vergüenza, qué feo. Yo ni siquiera sabía cuál era la productora local que se ocupaba de todo… De pronto, me entero por las redes de que no les habían pagado, ¿pero quiénes son estas personas?
SHANGAY ⇒ Ambas salisteis enseguida a dar la cara…
MON LAFERTE ⇒ Claro, entendía la frustración de las chicas. Encima, mucha gente empezó a tirarles hate, como a nosotras… Lamentablemente, porque alguien no hizo bien su trabajo. Yo lo pagué todo enseguida. Se supone que la productora, en algún momento, me lo tendrá que reembolsar, Y si no, ya está, no quiero saber más de ese problema. Porque jamás me iría por la vida sin pagar una deuda. No quiero ir con un cartel en la frente que diga «Cancélenme» [risas].
SHANGAY ⇒ ¿Por qué quisisteis contar con drag queens?
MON LAFERTE ⇒ No buscaba concretamente drag queens, buscábamos chicas cabareteras. Pero sí queríamos cubrir todo el espectro. Alf final, aparecen más drag queens que otra cosa, y yo, feliz. Porque mi universo, en general, es superqueer. Y amo el arte del drag, me vuela la cabeza. Es más, yo me dragueo todo el tiempo; ahora mismo llevo una peluca mientras hablamos…
SHANGAY ⇒ ¿Por qué has tenido siempre esa conexión tan fuerte con el universo queer?
MON LAFERTE ⇒ Por el mundo en que me crie. A los 15 o así trabajé en un circo pobre, de pueblito, de esos de tierra, rodeada de drag queens que cantaban canciones de artistas como Thalía. Incluso me maquillaban ellas; la gente no sabía si yo era una drag más [risas]. En aquel entonces, en los noventa y en Chile, no se veía tanto a drags. Viví junto a mis amigos y amigas queer cuando era todo superescondido, y todo lo viví de una manera muy natural. No es que diga «esta es una causa por la que tengo que luchar» y busque ponerme una medalla, es que es algo que siempre he tenido muy presente, porque aprendí en la escuela de la vida. Y en el mundo del arte lo que más me encontré siempre fue a personas de la comunidad.

SHANGAY ⇒ ¿Cómo llevas que las personas trans tengan que enfrentarse aún a una realidad tan dura?
MON LAFERTE ⇒ Me da mucha tristeza. No empatizo con los movimientos feministas transfóbicos, y se me ha señalado como enemiga por estar al lado de las mujeres trans. En vez de cambiar esto de una manera positiva, cada vez hay más subgrupos que se van dividiendo, muchas microetiquetas que nos separan cada vez más, es muy fuerte.
«A los 15 trabajé en un circo de pueblito, rodeada de drag queens. Aprendí en la escuela de la vida»
SHANGAY ⇒ Publicaste tu álbum casi a la vez que el huracán Rosalía…
MON LAFERTE ⇒ Bueno, la amo, ¿quién no? ¿Y esa canción superbarroca que ha sacado? ¡Amo! Recuerdo que la conocí antes de que se hiciera superpopular. Estaba a punto de lanzar su primer álbum, y le comenté a la gente de la compañía en la que estábamos las dos entonces que me encantaría viajar a España y cantar con ella. Me contestaron que no tenían presupuesto para eso, y que además era una artista muy pequeña a la que quizá dejaran ir… Bueno, la conocí en esa época, pasó el tiempo y sacó El mal querer. Era obvio ya para todo el mundo que era una estrella, y vi clara la poca visión de quienes me hicieron aquel comentario [risas]. Me gustan las artistas como ella que se salen del molde, algo que yo siempre he buscado también, salirme de mi zona de confort y sentirme incómoda. Ese es el camino del arte.
SHANGAY ⇒ ¿Cómo consigues mantenerte en tus trece a día de hoy estando en una multinacional?
MON LAFERTE ⇒ Es una lucha constante, y no ha sido fácil. Alguna vez he sentido la presión de los números y he caído en hacer cositas con las que no me he sentido tan cómoda… Pero siempre he sido una rebelde. Pasados los cuarenta he publicado un álbum de jazz, lento y superoscuro, aun viviendo de alguna manera en el mainstream, y eso lo veo como un acto revolucionario. Quiero envejecer de la manera más digna, y hacer siempre música que sienta real y honesta.
 
            


