Me resulta inconcebible e intolerable lo ocurrido este pasado lunes, 15 de febrero, en la Asamblea de Madrid. Un diputado de Vox se ha dirigido a Carla Antonelli en masculino hasta en dos ocasiones. Tras ello, la diputada ha tenido que reclamar el amparo de la comisión para hacer valer el respeto a su identidad.
Por supuesto, no sorprende nada que una actitud como esta hacia Carla Antonelli venga desde las bancadas de la ultraderecha. El problema radica, en realidad, en otras cuestiones que me resultan, cuando menos, perturbadoras. Una de ellas es que, en muchos casos, se justifica esta actitud por la inmunidad que presentan los diputados. Es decir, que este sector no acepta la autodeterminación de género –aunque las “disculpas” hayan sido que utilizó el masculino genérico admitido por la RAE– y no se le puede obligar a ello.
Creo que no somos realmente conscientes de que este señor de Vox, al que tan feliz se le ve por montar este escándalo que ya vaticinaba, está cobrando dinero público y que el recinto, la Asamblea de Madrid, es el lugar que representa a todos los madrileños. Por eso mismo debemos ser intransigentes con esta actitud. Si este señor, por llamarlo de alguna forma, quiere reírse de las personas trans o llamarlas en masculino en su casa o de pacharanes con los amigos, allá él; pero aquí está como representante público y, por tanto, debe cumplir la ley.
Otra cuestión que me ha sorprendido sobremanera es la actitud del partido de Antonelli ante esta situación. En el momento que escribo este texto, tan solo he podido leer una tibia –demasiado tibia– condena desde el Twitter del Ayuntamiento de Madrid, pero nada más. ¿Recordamos la que se montó cuando, sin venir a cuento, salió a relucir la orientación sexual del ministro Marlaska en el Congreso de boca de Macarena Olona?
El aparato del PSOE se apresuró a condenarlo y a hablar de ello durante días. Cierto es que Carla Antonelli no es ministra y, por tanto, su trascendencia es menor. Pero este ataque frontal, evidente, tendría que reforzar la protección a alguien que es miembro y representante público de su partido. Sería, además, una buena forma de acallar esa oleada de transfobia que recorre los pasillos de Ferraz. Aunque, visto lo visto, los rumores se están convirtiendo, de una forma cada vez más clara, en hechos fehacientes.
Por último, me gustaría señalar otra cuestión, quizá la que más me preocupa: el estancamiento en el que está sumido nuestro colectivo. La inacción se ha apoderado de nuestra lucha, y el activismo, desde hace ya tiempo, se ha reducido a poner algún que otro tuit. Por supuesto, no puedo obviar que estamos en un periodo pandémico, pero, desde luego, hay mil y una formas de coordinar una protesta pacífica y responsable. Por otro lado, hay voces que dicen que no es necesario darle más publicidad a la ultraderecha, que estamos haciéndoles el juego.
Hoy pedido amparo a la Pdta Comisión y el Reglamento Asamblea, al Derecho Honor, Dignidad e Identidad: VOX y su diputado Mariano Calabuig, cuando me hace alusión lo realiza siempre en MASCULINO y, no hay dudas, xke TODAS las diputadas @gpsAsamblea dicha Comisión somos MUJERES 💜 pic.twitter.com/zMPiujp2kn
— Carla Antonelli / 🏳️⚧️☂️ (@CarlaAntonelli) February 15, 2021
Me pregunto: ¿en qué momento es lícito callarse ante las injusticias y no salir a la calle, aunque sí llenarse la boca digital con tuits indignados? Es más, ¿qué hay de malo en hacerle afrenta a un partido que ya es tercera fuerza política nacional? En sus inicios, cuando eran meros macarrillas de barrio, seguramente habría funcionado la ignorancia como estrategia. Ahora, como representantes institucionales que son, tienen un deber que cumplir. Como ciudadano, tengo la obligación de recordárselo de vez en cuando.
En definitiva, esta situación vuelve a sacar a relucir la transfobia institucional que galopa y corta el viento entre diputados, diputadas y siglas de diferentes partidos. Ojalá llegue el día en que el respeto a la identidad no tenga ni un solo pero, porque, como derecho humano que es, debería ser tan incuestionable como cualquier forma de exclusión social. Pero se ve que algunos todavía consideran que respetar a una persona trans, en pleno siglo XXI, es cuestión de gustos.