¡Jolgorios y algarabías! Este año celebramos que el cine español ha ocupado un insólito 25% de cuota de pantalla, ha convocado a más de 21 millones de espectadores y ha logrado una recaudación de 123 millones de euros, la mejor de la historia. Pero no todo son buenas noticias: una nueva gala de los Goya ha de celebrarse, una ceremonia que anhelamos y tememos a partes iguales. Porque, no nos engañemos, la gala de los Goya es como esa picadura que no puedes dejar de rascarte. Preferirías no sufrirla, pero en el fondo te proporciona un placer casi culpable. Nos enfrentamos a los que probablemente sean los Goya más predecibles de los últimos años, así que, casi a modo de quiniela, aquí van unas sugerencias que nos gustaría ver cumplidas. Expectativas versus realidad.
EL NUMERITO MUSICAL
Lo que nos gustaría ver: una gala sin un bochornoso número musical. ¿A quién se le ocurrió instaurar ese perverso rito que pesa como una maldición? ¿De verdad es necesario recordar que no es lo nuestro y que no tenemos ni escuela ni tradición para montar un número à la Broadway? El sonido directo no ayuda, los trajes y vestidos de noche no son los más apropiados para ponerse a brincar y, asumámoslo ya, hay actores a los que se les debería prohibir cantar.
Lo que veremos: un número de apertura musical de 9 minutos de duración que nos tememos no soportará el agravio comparativo con ninguno que hayan protagonizado Neil Patrick Harris o Hugh Jackman recientemente. A no ser que Antonio Banderas –que ha hecho sus pinitos en Broadway– nos dé una sorpresa, el número estará protagonizado por Miguel Poveda, Ana Belén, Lolita, Eduardo Noriega, Hugo Silva y Fran Perea, entre otros.
ACTRIZ PROTAGONISTA
Lo que nos gustaría ver: a Bárbara Lennie recoger su primer Goya. No solo porque sigamos con lupa su trayectoria en teatro desde La función por hacer –y ahí está el resto de sus trabajos para Kamikaze Producciones, donde brilla especialmente en Misántropo–, sino porque ella es además el símbolo poliédrico de todo lo que ha dado de sí el cine español durante un año: es el rostro enigmático del nuevo cine de culto (Magical Girl), la presencia femenina del taquillazo que mejor ha saciado la sed de cine del gran público (El niño) y la filigrana que remata la vertiente más perversa de nuestra crisis al participar en la última y bizarra película de Lluìs Miñarro, la muy gayfriendly Stella Cadente, cuya productora –siempre centrada en un cine minoritario– acaba de cerrar sus puertas.
Lo que veremos: si se cumplen las quinielas, efectivamente Bárbara Lennie subirá al escenario, como ya hizo en los Feroz y los Forqué, a recoger su premio a mejor actriz. Las posibilidades son dobles, pues opta al premio como protagonista por Magical Girl y de reparto por El niño. Una de ellas cae seguro.
ACTOR DE REPARTO
Lo que nos gustaría ver: ¿a qué otro actor podrías encontrarte un sábado por la tarde en Cine de barrio con, pongamos, La tonta del bote, y al mismo tiempo en la cartelera de tu cine con una película como Magical Girl? La carrera de José Sacristán debería estudiarse con detenimiento en la escuelas de interpretación, y más desde que ha inaugurado una segunda edad de oro con películas nada acomodaticias de la mano de Carlos Vermut, Javier Rebollo o David Trueba. Y eso por no mencionar venerables trabajos de temática gay como El diputado o Un hombre llamado flor de otoño , ante los que nos seguimos quitando el sombrero.
Lo que veremos: a un –esperemos que menos elocuente– Karra Elejalde recoger su segundo Goya. Se da la casualidad de que todos los competidores en esta categoría –que completan Eduard Fernández, Antonio de la Torre y José Sacristán– cuentan ya con un cabezón en sus casas, así que puestos a inclinarnos por un candidato, elegimos a Elejalde. No sería de recibo dejar al taquillazo de más éxito del cine español sin un premio mayor, y el de actor secundario parece el más propicio teniendo en cuenta que él es el ‘robaescenas’ de la película.
EL AFFAIRE ALMODÓVAR
Lo que nos gustaría ver: a Pedro Almodóvar reconciliado de una vez por todas con la Academia. Suponemos que, al no concurrir con ninguna película propia –a excepción de Relatos salvajes, de la que es productor–, los ánimos del manchego estarán más calmados, pero no siempre fue así. La eternamente tensa relación que el director ha mantenido con la Academia está trufada de desencuentros desde que en 1991 Átame no consiguiera ni uno de los 15 Goyas a los que optaba.
Lo que veremos: al director en su salsa protagonizando el que a buen seguro será el gran momento de la noche. Almodóvar será el encargado de entregarle a Antonio Banderas, a quien ha dirigido en siete ocasiones, el Goya de Honor –con 54 años, el más joven en la historia de esta categoría–, todo un acierto si tenemos en cuenta que, en palabras del propio actor, toda su carrera en Hollywood se la debe al manchego. No será el primer premio que reciba de sus manos, en San Sebastián ya le hizo entrega del premio Donostia.
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PRESENTADORES ARRIESGADOS
Lo que nos gustaría ver: a Rosa Maria Sardà como maestra de ceremonias. Ella es lo más parecido a un Ricky Gervais patrio que hemos tenido jamás –o a un Billy Crystal de antaño–, solo que con la virtud de no pasarse de lista. Irónica y tronchante, se la echa de menos. Si hasta los recientes premios Feroz fantaseaban con una hipotética Academia Rosa María Sardá para formar a los osados valientes que se atrevían con la misión de presentar los Goya. Incautos, ¿no saben que ellos serán los principales damnificados al día siguiente? A falta de la Sardà, no nos importaría ver como remplazo a Santiago Segura, cuyas últimas apariciones en estos premios, aunque breves pero cargadas de salfumán, han sido las únicas que han levantado el ritmo y el ánimo de la gala.
Lo que veremos: a un guapo Dani Rovira que, todo sea dicho, en peores plazas ha toreado. Si es por tablas, al malagueño le sobran, pero presentar una gala como esta es una granada que puede explotarte en las manos (y que se lo digan a Antonia San Juan o, más recientemente, a Manel Fuentes). A su favor cuenta con ser el protagonista de la comedia que ha enamorado a todo el país y por la que está nominado a mejor actor revelación frente al nuevo rostro favorito del cine español, Jesús Castro. Un detalle de mal agüero: la leyenda dice que los presentadores con opción a premio no suelen llevarse el cabezón a casa. Solo ocurrió una vez, cuando en 1994 Rosa Maria Sardà se llevó el premio a mejor interpretación femenina de reparto por la película ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? La magia no se repitió para ella en 1999 (La niña de tus ojos), ni tampoco para Antonia San Juan en 2000 (Todo sobre mi madre) ¿A la tercera va la vencida?
ACTRIZ DE REPARTO
Lo que nos gustaría ver: a Itziar Aizpuru recoger un Goya. Y no solo por su sufrida interpretación en Loreak, sino porque por aquí aún recordamos la infravalorada 80 Egunean, aquella historia de amor entre dos mujeres de avanzada edad, como uno de los retratos de iniciación al amor más a contracorriente, tiernos y sentidos del cine español. Un título gay a recuperar.
Lo que veremos: a pesar de ser un rostro recurrente en nuestra corta carrera de premios –se hizo con el Feroz y el galardón del Círculo de Escritores–, Itziar Aizpuru no está nominada al Goya a mejor actriz de reparto. Un error imperdonable en una categoría que, muy probablemente, premiará a la Carmen Machi de Ocho apellidos vascos.
¿Y CARMINA?
Lo que nos gustaría ver: a Paco León y, por pedir, a toda su familia. Solo su hermana María está nominada como actriz de reparto, y no por Carmina y Amén, sino por Marsella.
Lo que veremos: el ninguneo al que la Academia ha sometido a la segunda parte de Carmina y revienta impedirá que Carmina Barrios suba a recoger un premio. Solo Yolanda Ramos tiene opción de hacerlo como candidata a mejor actriz revelación por su papel de vecina desinhibida que trata de introducir a Carmina en las virtudes del lesbianismo. Nos conformamos con que la Academia se haya dado por enterada de que el Paco León tragicómico y contador de historias tiene tanto talento como el Paco León intérprete.
ACTOR PROTAGONISTA
Lo que nos gustaría ver: una suerte de premio ex aequo para Javier Gutiérrez y Raúl Arévalo, dos interpretaciones diametralmente opuestas pero complementarias en La isla mínima, un thriller que nos enfrenta a nuestro pasado más reciente para entender muchas cosas de nuestro presente.
Lo que veremos: uno de los premios más cantados de la noche es el que le otorgará a Javier Gutiérrez el Goya al mejor actor, que dejará a su compañero sentado en la butaca. Nada que objetar al trabajo de Arévalo, pero el villano que encarna Gutiérrez, esa metáfora de la corrupción que se ha instalado en nuestras vidas como un ADN irrenunciable, es el personaje mejor dibujado de los que concurren a estos premios.
¿LA ISLA MÁGICA?
Lo que nos gustaría ver: a La isla mínima, de Alberto Rodríguez, coronada como la mejor película, pero no en detrimento de la revelación de la temporada, Magical Girl, de Carlos Vermut. A estas alturas El niño, de Daniel Monzón, no parece ser rival para ninguna de ellas, y la nominación a Loreak –con tan solo 2 candidaturas–, del tándem José María Goenaga y Jon Garaño, parece haber cumplido ya su función: sacarla del circuito minoritario para descubrirla a ojos del gran público.
Lo que veremos: a Rodríguez recoger los Goyas a mejor director y película, que funcionarán también como reconocimiento a una de las trayectorias más sólidas de nuestro cine –basta revisar Grupo 7 o After–. Al fin y al cabo, Vermut se hizo con los premios principales en un hábitat mucho más propicio para su propuesta, el Festival de San Sebastián. Con todo, el Goya al mejor guion original tiene todos los visos de ir a parar a manos de Magical Girl, en lo que parece un reparto justo y equitativo.
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