La unión hace la fuerza, dicen. Pero en el caso de las girl bands y las boy bands, esa unión también suele terminar por debilitar los proyectos. Vale que a todes nos gusta un buen salseo, pero resulta triste que los conflictos personales –el último ejemplo, el de Little Mix– acaben primando a nivel informativo en ese tipo de grupos, mientras la música termina por quedar en un segundo plano.
El reconocimiento crítico rara vez llega mientras esas bandas están en activo. Muchos medios, y muchos periodistas, siempre han mirado con displicencia a los fans de la mayoría de girl bands, sobre todo. Parece que si hay chicos de por medio exclusivamente, algo más de credibilidad se les da. Vamos, el machismo de siempre. Ese tipo de grupo siempre ha existido y siempre existirá, y además cumple una función social importante.
En plena explosión hormonal, se agradece tener una boy band o girl band a la que idolatrar, es algo incuestionable. Pero, sorprendentemente, casi nunca se valoran desde generaciones anteriores a las suyas sus logros musicales. Hoy día, gracias a las redes sociales, se suele hacer justicia, aunque sea poética. Pero da pena que solo Spice Girls –y después de varias décadas– hayan logrado el estatus de girl band intocable –el último guiño a ellas, el de Lola Índigo, se agradece–. Y el culto a Girls Aloud, en su día acumuladoras de números 1 brillantes en el Reino Unido, ha quedado en manos del público marica, casi exclusivamente.
En este caso, quería centrar mi reivindicación en Little Mix. Que, de nuevo, acaparan más titulares por deserciones y embarazos que por los prodigios que siguen extrayendo como singles de su más reciente álbum. El último, el que le da título, Confetti. Y los fans aprovecharon las redes sociales, a raíz del reciente lanzamiento de su impagable vídeo, para recordar que ni siquiera contaban en sus vitrinas con un Brit; parecía que su discográfica tampoco consideraba relevante hacer una buena inversión para lograrlo… O sí.
¿Tanto cuesta reconocer su esfuerzo, y el de todo su equipo, por regalar felicidad en píldoras de tres minutos que en ocasiones son auténticos ejercicios de orfebrería pop? Es evidente que la industria pop aún tiene que evolucionar. Y parece ni la visibilidad masiva permite que las componentes de una girl band sean respetadas como artistas, al menos mientras forman parte de ella. Que se lo hagan mirar quienes, evidentemente, tienen un problema al respecto.
El triunfo, por fin, de Little Mix en los últimos Brits ha sido histórico, y hay que celebrar que se haya hecho justicia con ellas. Es evidente que las tres componente actuales del grupo tenían muy claro lo que significa este reconocimiento, al lograr el premio a la la mejor banda británica del año. Porque en su discurso no dudaron en recordar a predecesoras como las Spice, Girls Aloud, All Saints y Sugababes –que este año van a celebrar por todo lo alto el 20 aniversario de su ilustre debut, One Touch–.
La euforia desatada en redes por el Brit a Little Mix dice mucho de lo que supone dicho premio no solo para fans de la girl band, también para los amantes del pop desprejuiciados. Ojalá siente precedente, porque ya va siendo hora de que se deje de medir por distinto rasero a unos Coldplay –boy band donde las haya, por mucho que ellos vayan de intensas– que a unas Blackpink. Que, al final, todas juegan a lo mismo.