Hay dos Ainhoas: la gran cantante de ópera y la diva. Y ambas se complementan. Pocas sopranos del momento siguen cultivando ese halo de glamour y luminosidad al estilo de las grandes de la ópera. Pero, al margen de ello, a la guipuzcoana le avala una impresionante carrera internacional sobre la que mantener ese resplandor, que la ha convertido en la cantante lírica más conocida de España por todo tipo de públicos.
Ainhoa Arteta regresó, ya superados del todo los problemas de salud, con un recital de zarzuela y música española al Teatro de La Zarzuela, que ella considera textualmente «su casa». Con ella, su gran amigo Ramón Vargas, el tenor mexicano, con quien ha vivido momentos gloriosos por medio mundo.
La soprano es, que duda cabe, una grandísima defensora de nuestra zarzuela. Desde el género chico hasta la zarzuela y las canciones vascas. O la zarzuela grande. Todo ello fue lo que cantó en el recital del día 6 de febrero, que supuso su verdadero regreso a casa en un concierto en el que, además, se recuperó una romanza de El orgullo de quererte, de su pianista Javier Carmena, y que es la primera zarzuela LGTBI de la historia, pues fue un encargo de la Comunidad de Madrid para el Orgullo del pasado año.
Arrancó la noche –visiblemente nerviosa, motivos no le faltan– con Chueca y Valverde, con La Gran Vía y el Tango de Menegilda. Salió a escena chulapa y espectacular: éxito asegurado para una audiencia que quiere a su diva, y la esperaba. Seguimos con Sorozábal, y Ramón Vargas cantó, y muy bien, la preciosa Romanza de Teháe de La isla de las perlas. Dúo de ambos con Luisa Fernanda de Moreno Torroba y el exquisito Caballero del alto plumero.
Ramón Vargas, Ainhoa Arteta y Javier Carmena en el Teatro de La Zarzuela.
Fue en este momento cuando la soprano dijo que el programa previsto se iba a mantener, pero que «por orden del Vaticano», se alteraba el orden. Poco después contó que debido a sus problemas de salud era consciente de que aún no estaba en su plenitud. Pero que seguía trabajando para estarlo.
Tras un delicado y exquisito vals de Mirentxu al piano de Carmena, afrontó la dificilísima romanza de la citada obra de Guridi. Vargas continuó con El caserío y cerraron esta ‘parte vasca’, muy compenetrados, con el dúo de Ana Mari y José Miguel de esta zarzuela del compositor vitoriano.
La segunda parte arrancó con las piezas de la primera que se habían pospuesto. Volvió a La Gran Vía con el Chotis del Elíseo, tras pedir aprobación a los madrileños para que «una del norte cante un chotis». Desde la sala se le dio el aprobado. Antes y después de interpretarlo. Es lo que tienen estos estupendos conciertos en La Zarzuela: una comunión perfecta entre intérprete y público.
Luego Ramón Vargas presentó en esta casa la Romanza del Tadeo, de El orgullo de quererte, una obra que está pidiendo a gritos su estreno escenificado puesto que, por esas cosas de la pandemia, solo se ha podido escuchar en versión concierto. Fue uno de los momentos más emocionantes de esta noche tan importante. El mexicano se enorgulleció de poder cantar una nueva obra, y de tener al piano al compositor de la misma, Javier Carmena. Con él, pasando las páginas de la partitura, Felipe Nieto, autor del libreto. Fue todo muy especial. Estamos ante una zarzuela ‘en toda regla’, a la antigua usanza, pero compuesta hoy, con argumento actual: el joven Tadeo llega a Madrid para vivir su primer Orgullo LGTBI y se enamora. Eso fue lo que Vargas cantó en esta romanza. Como decimos, sin duda, otro de los momentazos de la noche.
La velada continuó con el dúo de Fernanda y Vidal de Luisa Fernanda. Las cosas estaban ya claras y la soprano había perdido los nervios. Carmena tocó, vibrante, el pasacalle de Mazzantini de Gerónimo Giménez para afrontar la recta final. Con La dolorosa de Serrano (Vargas), La tempranica de Giménez (Arteta) y El gato montés de Penella (ambos) terminó el programa oficial. ¡Vaya una tarde bonita!, parafraseando el libreto de Penella.
Ainhoa posó en exclusiva en el escenario del Teatro de La Zarzuela, hace un año, para la portada de Shangay.
Todo el aforo del teatro ya se había rendido a los cantantes, en especial a Ainhoa Arteta, que por fin ve cómo puede ya retomar su carrera y volver a la ansiada velocidad de crucero. Se lo merece.
Y lo hizo, como decimos, en casa. Hace justo un año, cuando fue portada de Shangay en este mismo teatro, nos comentó: «Ufff…, ya te digo, que si es mi casa. Llevo ya años trabajando y colaborando con ellos. Y sinceramente, desde que entro en portería; y quienes me visten, maquillan…, es una familia muy grande con la que he convivido, y he vivido, momentos de auténtica tragicomedia. Con Daniel Bianco [director del teatro] tengo una amistad que es muy profunda desde hace años. Y la verdad es que es eso, entrar aquí es entrar en mi casa. Por eso, el primer concierto tras todo lo que he pasado tenía que ser aquí».
La soprano vasca posó para la portada de Shangay hace justo un año en el Teatro de La Zarzuela, unos días antes de su regreso a la lírica en ese coliseo, al que ahora acaba de volver. [Fotos: Salva Musté. Total look: Cocoa Spain]
Pero luego, una vez terminado el programa previsto, llegó la verdadera fiesta, como suele ocurrir en las propinas. Vargas las comenzó con una canción de Daniel Catán, que cantó maravillosamente antes de que la mejor Ainhoa de la noche se tirara, literalmente, por los suelos del escenario de La Zarzuela para una sentida y emocionada versión de La vida breve, de Falla. Antes, ella misma explicó que en estas propinas se atrevía con esta obra tan complicada porque, «pese a lo que muchos digan o puedan pensar, queda Arteta para rato». Lo quería demostrar. Y lo demostró.
La soprano y su pianista, Javier Carmena, tras una emocionante La vida breve en las propinas del concierto.
Para desengrasar, «porque no podemos terminar así, de una forma tan tremenda», el dúo de Los claveles, del maestro Serrano. De nuevo, un derroche de complicidad entre ambos artistas.
«Dios no me dio un hermano de sangre, pero me lo dio en la vida. Desde hace más de treinta años que nos conocemos, hemos vivido muchos momentos juntos. Y en todos los malos, Ramón siempre ha estado a mi lado». Ahora que toca volver a vivir los buenos, como este concierto en el Teatro de La Zarzuela, es de justicia que estén juntos en escena. El orgullo de quererla es muy grande.